Izquierda Unida y el PCE
El 12? Congreso del PCE, a celebrar el pr¨®ximo mes de febrero, tendr¨¢ que despejar de manera preferente, a mi juicio, los temas referidos al desarrollo y articulaci¨®n de Izquierda Unida (IU), el esquema te¨®rico y el calendario (sin duda en timing de corto plazo) de la unidad de los comunistas y el equipo de direcci¨®n del PCE, hoy en precario. Son temas ¨ªntimamente relacionados que requieren una soluci¨®n global, arm¨®nica e interdependiente.La estrategia pol¨ªtica y electoral del PCE, as¨ª como su pol¨ªtica de alianzas, se plasma en el proyecto de IU, entendida mucho m¨¢s como un frente pol¨ªtico y social que como una simple coalici¨®n. Por tanto, IU no es un mal menor, una m¨¢scara o un salvavidas coyuntural. En este mismo sentido, el fortalecimiento del PCE nunca ser¨¢ incompatible con la existenica de IU, sino al contrario: cuanto m¨¢s fuerte sea el PCE, mayor debe ser el desarrollo de IU.
Creo que uno de los principales errores del llamado eurocomunismo estribaba en su concepci¨®n reduccionista y monol¨ªtica de las alianzas. ?stas se conceb¨ªan siempre como algo interno al propio partido; de ah¨ª el control excesivo y obsesivo de los movimientos sociales o tambi¨¦n el dise?o de un PCE como frente pol¨ªtico en s¨ª mismo, sin alianzas exteriores, sin relaci¨®n dial¨¦ctica con otras fuerzas y personas. En este mismo sentido, la entrada de Tamames en el PCE y su irresistible ascensi¨®n suponen un ejemplo palpable de que pretend¨ªamos hacer las alianzas dentro. Finalmente, una de las causas fundamentales de la crisis del PCE se encuentra, a mi juicio, en esta concepci¨®n y en su desarrollo organizativo.
No es extra?o que ciertos dirigentes, que tanto peso tuvieron en la transici¨®n, no terminen de entender lo que se pretende con IU, m¨¢xime cuando la unidad de la izquierda siempre se concibi¨® quiz¨¢ por razones hist¨®ricas justificadas, como la unidad de socialistas y comunistas, partiendo siempre de la idea de que el PCE era una especie de grupo de socialistas aut¨¦nticos y, por consiguiente, sin estrategia propia, sin pol¨ªtica aut¨®noma.
Por razones igualmente historizables, dados los profundos cambios que se han operado, la unidad de la izquierda no tiene hoy como punto de referencia esencial ni el PSOE ni su programa, por lo menos ese PSOE liberal y cesarista tan proclive a las praderas pol¨ªticas del centrismo y a cerrar los ojos ante el s¨ªndrome de Dinamarca ("algo huele a podrido...", etcetera).
La deducci¨®n inmediata no es dificil de extraer: plantear la existencia de IU como algo contradictorio con la unidad de los comunsitas es inaceptable. Se trata m¨¢s bien de concebir la unidad de los comunistas en el seno de la recuperaci¨®n de la izquierda real. Lo contrario supondr¨ªa una involuci¨®n, un retroceso.
Por esto mismo la unidad de los comunistas se va a concretar y mucho antes de lo que parece. Al menos es posible pensar que el calendario reviste una importancia pol¨ªtica de primer orden, dado que tenemos que responder, y pronto, a los cambios pol¨ªticos y a las exigencias que hoy se est¨¢n planteando a nivel internacional y nacional. En este sentido, por ejemplo, la perestroika (me refiero m¨¢s a su dise?o te¨®rico que al grado m¨¢s o menos amplio de aplicaci¨®n, aunque pienso que es irreversible) resulta incompatible con ciertas posiciones y situaciones, cuya soluci¨®n es urgente precisamente en un momento donde el ¨²nico pol¨ªtico que puede liderar no s¨®lo la interacci¨®n de los distintos partidos comunistas de Europa, sino m¨¢s all¨¢, la existencia de una izquierda europea plural y transformadora, es, sin lugar a dudas, Gorbachov.
Bipartidismo
A escala nacional, la voladura del bipartidismo, as¨ª como el proceso inevitable hacia un nuevo mapa pol¨ªtico y social derivado de la exigencia de Gobiernos d¨¦biles y controlados (se aproxima el fin de las mayor¨ªas absolutas) y de la recuperaci¨®n del movimiento obrero, exige que la unidad est¨¦ solventada para las elecciones de 1989.
De ah¨ª la importancia, a fin de adoptar una posici¨®n abierta, a la ofensiva y de futuro, al margen de cualquier tipo de resistencialismo, de que estos temas se clarifiquen definitivamente y se elija en el 12? Congreso del PCE una direcci¨®n que se identifique con la l¨ªnea a seguir y tenga la volntad y la capacidad suficiente para conseguir su aplicaci¨®n.
Efectivamente, la direcci¨®n actual del PCE est¨¢ en precario. Y, ojo, no se trata ahora de renovar y rejuvenecer. El recambio del equipo cl¨¢sico se hizo en el 10? Congreso. A partir de entonces fueron sustituidos muchos viejos dirigentes por otros m¨¢s j¨®venes. Se trata ahora de otra cosa, sobre la base, no s¨®lo de valorar el esfuerzo de los dirigentes hist¨®ricos, sino de comprender que son imprescindibles en ciertos casos. Se hace necesario recomponer una direcci¨®n del PCE que se instale sinceramente en la pol¨ªtica aprobada en el congreso y funcione colectivamente, recuperando las se?as de identidad de lo que, por ejemplo, fue el PCE con Pepe D¨ªaz.
Las decisiones, tanto t¨¢cticas como estrat¨¦gicas, tienen que adoptarse cada vez m¨¢s abajo, m¨¢s democr¨¢ticamente y de forma m¨¢s colectiva. La desaparici¨®n en los estatutos de la figura de los vicesecretarios empuja en esta direcci¨®n. Igualmente ayudar¨ªa una nueva concepci¨®n de los secretarios generales, su actuaci¨®n y elecci¨®n al margen de cualquier fascinaci¨®n, dramatismo o sacralizaci¨®n. Cada vez deben ser m¨¢s un primus interpares, al igual que el presidente de IU, quien, a ser posible, no debiera ser secretario general de ningouna de las fuerzas aliadas.
En fin, el reto est¨¢ ah¨ª. Las exigencias objetivas son indudables. Esperemos que la respuesta subjetiva est¨¦ a la altura de las circunstancias.
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