Imposible Afganist¨¢n
ES IMPOSIBLE que permanezca por m¨¢s tiempo en Agfanist¨¢n la situaci¨®n actual. La condena del periodista franc¨¦s Alain Guillo a 10 a?os de c¨¢rcel por espionaje lo pone de relieve de modo espectacular. Esa condena niega los principios m¨¢s elementales del derecho. Se basa en considerar espionaje la labor de informaci¨®n propia de un periodista. Este hecho no es s¨®lo una injusticia escandalosa que incide de modo grave en la escena internacional. La URSS, aunque formalmente diga que no es cosa suya, sabe perfectamente que su responsabilidad est¨¢ compometida y que as¨ª lo considera la opini¨®n p¨²blica mundial.De Afganist¨¢n se ha hablado en la cumbre de diciembre pasado entre Reagan y Gorbachov, si bien no se produjeron declaraciones sobre este tema. La visita a Kabul del ministro de Exteriores de la URSS y la visita a Islamabad del secretario de Estado adjunto de EE UU no pueden ser casuales. Todo indica que, despues de la cumbre, Washington y Mosc¨² toman ciertas iniciativas, actuando cada uno en la esfera de su influencia.
Pero ni la tesis que la URSS defiende p¨²blicamente ni la posici¨®n p¨²blica de EE UU ofrecen una posibilidad seria para resolver el problema. Gorbachov necesita sacar las consecuencias del fracaso de la llamada pol¨ªtica de conciliaci¨®n nacional proclamada por Najibul¨¢. ?ste ha hecho ofertas de Gobiernos de coalici¨®n con participaci¨®n de la resistencia, que las ha rechazado. Por otra parte, el problema no tiene soluci¨®n militar, aunque los sovi¨¦ticos y sus aliados afganos anuncien ¨¦xitos parciales. La tragedia de Afganist¨¢n, con un resultado de muertos aterrador, con el exilio de cinco millones de personas, alcanza l¨ªmites insoportables. Es positivo que la URSS haya aceptado reducir los plazos para la retirada de sus tropas, pero ello no basta. La tesis sovi¨¦tica de que si EE UU retira su ayuda a la resistencia ¨¦sta se disolver¨¢ y todo volver¨¢ a la normalidad sirve s¨®lo para la propaganda.
Se necesita un acuerdo internacional para una etapa de transici¨®n que permita a Afganist¨¢n recuperar su soberan¨ªa. En ese orden, tampoco es realista la tesis de EE UU de que basta con que los sovi¨¦ticos se vayan, ya que entonces los afganos podr¨¢n gobernarse a s¨ª mismos. No existe alternativa preparada en la resistencia. En ella conviven sectores -algunos de fundamentalistas isl¨¢micos- que son enemigos a la vez del poder comunista de Najibul¨¢ y de otros grupos. Cabe dudar de que EE UU tenga inter¨¦s en una soluci¨®n de ese g¨¦nero, de efectos desestabilizadores en toda la zona.
Sin duda, las conversaciones secretas entre la URSS y EE UU consideran otras hip¨®tesis. Desde hace varios a?os, la ONU sirve de marco a negociaciones entre Kabul e Islamabad sobre la retirada de las tropas sovi¨¦ticas. Ahora parece urgente abordar la preparaci¨®n de un alto el fuego y de una etapa que, con la presencia internacional conveniente, desemboque en un Afganist¨¢n independiente y neutral. Incluso para la URSS, tal neutralidad ser¨ªa el mejor desenlace hoy posible.
En cualquier soluci¨®n viable, Mosc¨² tendr¨¢ que renunciar a lo que fue su objetivo con la invasi¨®n de 1979: tener en Kabul un Gobierno pelele y extender as¨ª su influencia hacia los mares calientes del Golfo y del Indico. Ello plantea a Gorbachov una prueba dif¨ªcil. Pero urge superar, en el nuevo clima internacional, la r¨¦mora que Afganist¨¢n significa. La URSS necesita demostrar en este punto que su pol¨ªtica exterior concuerda con los principios que proclama. Y materializar el deseo expresado por Gorbachov de dar a la ONU un papel m¨¢s operativo para resolver los conflictos.
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