Las oposiciones 'indignas'
El ministro de Educaci¨®n, Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall, intervino recientemente en el Congreso de los Diputados para hacer una valoraci¨®n ante la Comisi¨®n de Educaci¨®n sobre el desarrollo y aplicaci¨®n de la ley de Reforma Universitaria (LRU). Las declaraciones que le imputan las referencias de prensa le atribuyen textualmente afirmaciones que hablan de la posibilidad de obtener resultados mediocres mediante la aplicaci¨®n estricta de la LRU, al mismo tiempo que sugieren que el propio ministro emiti¨® un juicio adverso -de "decisiones indignas", parece que habl¨®- sobre unas oposiciones recientes a las que period¨ªsticamente se ha aludido como caso Lled¨®. Estamos seguros de que aqu¨ª el peri¨®dico se ha extralimitado en su cometido informativo, pues ser¨ªa muy grave que el propio ministro autor de la ley de autonom¨ªa universitaria la transgrediese desde su m¨¢s alto poder pol¨ªtico, realizando, una intromisi¨®n flagrante en la misma ley que ¨¦l ha inspirado. Es cierto que tenemos en nuestro pa¨ªs una historia muy larga de intromisiones del poder pol¨ªtico en la vida universitaria, pero estas intromisiones han solido provenir de sectores pol¨ªticos de la derecha; ser¨ªa muy negativo ciertamente -e ins¨®lito en nuestra vida cultural- que esas intron-fisiones proviniesen ahora de la izquierda. Por otro lado, se da la circunstancia de que esas declaraciones no han sido rectificadas, lo que da por bueno el dicho popular: "El que calla, otorga". Estamos, pues, ante un silencio oficial que en este caso resulta c¨®mplice de una supuesta afirmaci¨®n del ministro que, a nuestro juicio, deber¨ªa ser rectificada si es que no responde a la realidad.Ante una campa?a de prensa que ha puesto en entredicho de forma muy grave el funcionamiento de nuestra Universidad, yo no estoy dispuesto a hacerme c¨®mplice de las m¨²ltiples tergiversaciones y de las afirmaciones injuriosas que al respecto se han vertido de la forma m¨¢s irresponsable, m¨¢xime cuando estoy directamente implicado como miembro que fui de la comisi¨®n que decidi¨® el resultado final. Y esto no quiere decir que yo vaya a hacer p¨²blicos hechos que, por el car¨¢cter secreto de las deliberaciones del tribunal, no estoy autorizado a revelar, sino que me parece estar c¨ªvicamente obligado a someter a juicio p¨²blico -puesto que p¨²blica ha sido la reacci¨®n ante el caso- una serie de reflexiones que creo pertinentes a la aclaraci¨®n del mismo y a la actual situaci¨®n universitaria.
En primer lugar, declarar¨¦ que me parecen gravemente irresponsables las afirmaciones e injurias que desde sectores muy opuestos se han lanzado sobre esta oposici¨®n sin tener los elementos de juicio m¨ªnimamente necesarios. Las posturas se han tomado, por una gran mayor¨ªa, sin conocer los materiales que los concursantes presentaron a la oposici¨®n -proyecto docente e investigador, curriculum vitae, programa de la asignatura, etc¨¦tera- y sin ni siquiera haber le¨ªdo o conocer las publicaciones de los participantes, lo que ciertamente coloca sus afirmaciones en una situaci¨®n que no es de recibo. Me consta que muchos de los que ahora defienden a Lled¨® o no han le¨ªdo sus obras o no est¨¢n capacitados para juzgarlas, sino que lo hacen desde posturas aprior¨ªsticas, muchas veces de car¨¢cter exclusivamente pol¨ªtico, dejando aparte el hecho de que ni siquiera son especialistas en filosof¨ªa. A m¨ª, desde luego, no se me ocurre juzgar el resultado de unas oposiciones a termodin¨¢mica sin saber nada de la materia, pero todo el mundo puede emitir un juicio sobre Historia de la filosofia moderna y contempor¨¢nea, con especial incidencia en la hermen¨¦utica filos¨®fico-antropol¨®gica del pensamiento moderno y contempor¨¢neo sin tener la menor idea del asunto.
Me parece que la ocasi¨®n puede ser buena, en todo caso, para reflexionar sobre un aspecto concreto de nuestra situaci¨®n universitaria: la que se refiere a la selecci¨®n del profesorado; pero antes de entrar en el tema de las controvertidas -"indignas", seg¨²n la frase atribuida al ministro- oposiciones, quisiera hacer unas puntualizaciones que, sin desvelar el secreto profesional antes aludido, ayuden a hacer algo de luz al respecto. Como mi intenci¨®n de voto fue emitida p¨²blicamente desde el primer momento y reiterada en dos ocasiones durante la celebraci¨®n del concurso, no desvelo ning¨²n secreto diciendo que ¨¦ste era inicialmente favorable a don Emilio Lled¨®; s¨®lo los ulteriores cambios de impresiones con el resto de los miembros del tribunal me llevaron a la convicci¨®n de que ¨¦se podr¨ªa ser un voto testimonial, pero en ning¨²n caso dejar¨ªa de ser tal, por lo que desist¨ª en dicha intenci¨®n.
Una vez rechazada esa posibilidad, la elecci¨®n quedaba reducida a tres candidatos, y tengo que decir que nadie esgrimi¨® argumentos extraacad¨¦micos o extrafilos¨®ficos en las m¨²ltiples deliberaciones que mantuvimos. Por lo dem¨¢s, tengo que manifestar asimismo que no tengo ninguna duda de que si la c¨¢tedra en cuesti¨®n hubiese sido de filosofia griega, nadie hubiera dudado en adscribirla a don Emilio Lled¨® aunque ya fuera catedr¨¢tico de esa materia en otra universidad, pero el hecho de que se tratara de una materia distinta -que el doctorLled¨® ha cultivado de manera intermitente, aunque con profundidad- le colocaba en un punto de partida favorable, pero en ning¨²n caso indiscutible, como pretenden sus partidarios. Desde luego, el comparar a Lled¨® con Hegel, como se ha hecho desde los titularers de este peri¨®dico, parece fuera de toda medida, claro ¨ªndice del esp¨ªritu partidista con que se ha alimentado la campa?a.
Y ahora pasemos al tema que me parece m¨¢s importante de todo este asunto que se ha convertido en proceso p¨²blico, y es el que se refiere -como antes dec¨ªa- al de la selecci¨®n del profesorado universitario seg¨²n viene definido por el articulado de la LRU. En la actual legislaci¨®n se trata de mantener un equilibrio entre anteriores pr¨¢cticas universitarias -las viejas oposiciones franquistas- y un nuevo esp¨ªritu que se supone favorecer¨ªa la autonom¨ªa universitaria. A este ¨²ltimo fin se ha: tomado la decisi¨®n de que los departamentos -eje de la actual estructura universitariapuedan proponer los puestos de presidente y secretario de las respectivas comisiones para la adscripci¨®n de plazas, lo que unido a otros tres miembros provenientes de universidades distintas a la que convoca la plaza podr¨ªa introducir un elemento de compensaci¨®n entre los elementos end¨®genos y los ex¨®genos. Hay que reconocer que el esp¨ªritu que inspiraba dicha ley era l¨®gicamente impecable y universitariamente correcto. Los dos elementos end¨®genos podr¨ªan pecar de endogamia, pero la existencia de otros tres miembros provenientes de fuera compensar¨ªan con creces dicha tendencia, inclin¨¢ndola en un sentido acad¨¦micamente m¨¢s universalista y universitariamente m¨¢s elevado. En la pr¨¢ctica se ha demostrado que esto no es as¨ª y que el peso de presidente y secretario son determinantes, habida cuenta de que s¨®lo se necesitan tres votos para obtener la plaza correspondiente y que -supuesto que los dos de casa favorecen el esp¨ªritu dom¨¦stico y permanecen unidos en la intenci¨®n de voto- basta q'ue uno de los tres miembros for¨¢neos se decida en el mismo sentido para que el departamento salga siempre victorioso en la elecci¨®n del candidato local.
En refuerzo de tales planteamientos se esgrimen argumentos de que este tipo de selecci¨®n del profesorado no s¨®lo es endog¨¢mico, sino que perjudica la movilidad universitaria y el intercambio cient¨ªfico, promoviendo actitudes de aislamiento y provincianismo. Aunque esto favorecer¨ªa el rebajamiento del actual nivel educativo -en l¨ªnea con la pol¨ªtica de los ciclos impulsada desde la propia ley-, no siempre tiene que ser as¨ª; de hecho, la permanencia en un puesto universitario estable puede favorecer la creaci¨®n de escuelas y el esp¨ªritu de la investigaci¨®n en equipo. El que no se haga as¨ª me parece que no siempre debe ser imputable a la maldad del sistema, sino a la de los que lo aplican err¨®neamente, con actitudes que nunca estuvieron en el esp¨ªritu del legislador. Como casi siempre, aqu¨ª entra en juego la pol¨¦mica eterna sobre si puede un sistema ser bueno de por s¨ª cuando quienes lo aplican est¨¢n llenos de defectos. Pido perd¨®n por los m¨ªos si los hubiere, pero quiero dejar a salvo la honestidad de quienes hemos participado en el caso particular que ha motivado estas l¨ªneas. En cualquier modo, tengo que decir -?y lo m¨¢s alto que se pueda.?- que el clima de dimes y diretes, enfrentamientos personales, acusaciones indiscriminadas y toda la campa?a orquestada que ha rodeado este asunto no favorece el ambiente de sosiego y de serenidad que requiere el estudio y la investigaci¨®n, por lo que cualquier cambio que se haga en la ley -y a la luz de los hechos esto parece ineludible- debe hacerse con el ¨¢nimo de evitar en el futuro este tipo de apasionamientos e irracionalidades. A este fin me gustar¨ªa contribuir -y en esa intenci¨®n las he escrito- con las l¨ªneas anteriores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.