Una sorpresa radical
LOS CONGRESOS del Partido Radical italiano (PR) suelen dar lugar a situaciones inesperadas. En el que acaba de terminar en Bolonia, m¨¢s que el contenido de las resoluciones, el hecho sorprendente ha sido la derrota sufrida en varios puntos por el l¨ªder carism¨¢ tico del partido, Marco Pannella, su renuncia a ocupar ning¨²n cargo, incluso su ausencia en la sesi¨®n conclusiva. Sin embargo, las decisiones del congreso -no participaci¨®n en las elecciones en Italia y la conversi¨®n del partido en una organizaci¨®n transnacional- reflejan objetivos por los cuales Pannella viene luchando desde hace a?os. ?ste barajaba ya en 1986 la eventualidad de la disoluci¨®n de su partido. En realidad, el Partido Radical estuvo a punto de desaparecer a principios de 1987. No ocurri¨® asi porque logr¨® reclutar 15.000 nuevos affflados en un plazo corto, meta fijada para medir el apoyo de la ciudadan¨ªa.El Partido Radical italiano no tiene nada que ver con lo que han sido hist¨®ricamente, en pa¨ªses como Francia o Espa?a, los partidos radicales, representantes de la tradici¨®n laica y liberal del siglo XIX, pero convertidos con frecuencia en instrumentos de ambiciones pol¨ªticas.
El talante de los radicales italianos es m¨¢s bien libertario, y ello les ha ayudado a protagonizar la lucha por los nuevos derechos de la persona que se han puesto en primer plano despu¨¦s de las rebeld¨ªas de 1968. Su papel fue decisivo en los referendos por el divorcio y el derecho al aborto. La denuncia del hambre en el Tercer Mundo, la lucha contra las leyes de excepci¨®n antiterroristas, la defensa de los objetores de conciencia, la liberaci¨®n sexual y la laicidad en la escuela han sido objetivos concretos de su acci¨®n pol¨ªtica. Gracias a las dotes excepcionales de Marco Pannella para potenciar los recursos de la pol¨ªtica-espect¨¢culo, el Partido Radical ha sido una especie de partido antipanido, que ha despreciado los m¨¦todos cl¨¢sicos y priorizado los actos de efecto para impactar a la opini¨®n. Pero esto dicho, a pesar de su poder de atracci¨®n y de contar con personalidades relevantes en sus filas, los radicales no han sido capaces de ofrecer un proyecto coherente. Su acci¨®n parlamentaria ha sido frecuentemente err¨¢tica, por contraposici¨®n a su brillante papel en los referendos. Y la elecci¨®n de Cicciolina como diputada en las ¨²ltimas elecciones bajo la bandera radical ha proporcionado no pocos dolores de cabeza a la direcci¨®n del partido.
En el marco italiano, no parece que los acuerdos y desacuerdos del congreso de Bolonia vayan a elevar el prestigio de los radicales. Ello puede facilitar su marginaci¨®n creciente, sobre todo en una etapa en que se empieza a superar, por peque?os pasos, el veto a la presencia comunista que ha regido desde hace varias d¨¦cadas en la pol¨ªtica italiana. Pero, en el plano europeo, los radicales italianos han puesto sobre el tapete un problema esencial: la necesidad de que los partidos, o al menos las corrientes de opini¨®n, adquieran una dimensi¨®n transnacional.
Ante los principales problemas, no existen hoy soluciones nacionales. Los ¨®rganos de la Comunidad Europea, el Parlamento de Estrasburgo, funcionan, con mayor o menor eficacia, y toman decisiones. Pero los partidos existentes no son capaces de crear corrientes de opini¨®n que abarquen a Europa, ante problemas que afectan por igual a todos los habitantes de la Comunidad Europea. A lo sumo, coordinan sus plataformas ante las elecciones europeas. Pero no es probable, a pesar de las buenas intenciones, que el Partido Radical italiano, lastrado por su tendencia a los vaivenes y al personalismo, sea capaz de impulsar la larga marcha, cada vez m¨¢s imprescindible, hacia una europeizaci¨®n de la vida pol¨ªtica.
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