Ocho a?os despu¨¦s
Estos d¨ªas se cumple el octavo aniversario de la intervenci¨®n sovi¨¦tica en Afganist¨¢n, pero en sentido estricto el conflicto ya hab¨ªa estallado en aquel pa¨ªs antes de la entrada masiva de tropas sovi¨¦ticas, el 27 de diciembre de 1979. La guerra, como todas, ha seguido un curso desigual, hecho de altibajos, y como muchas guerras, parec¨ªa haberse instalado en una especie de tablas, de situaci¨®n en la que ninguno de los dos bandos puede alcanzar la victoria militar sobre el otro. La reciente batalla de Jost, que todav¨ªa dura despu¨¦s de cuatro semanas y que, al parecer, ha causado m¨¢s de 2.000 muertos y el triple de heridos, llega a punto no s¨®lo para recordar a los medios de comunicaci¨®n que Afganist¨¢n todav¨ªa es actualidad, sino tambi¨¦n para recordar qu¨¦ sigue igual y qu¨¦ est¨¢ cambiando en el conflicto afgano.Seg¨²n se miren las cosas, lo espectacular no es que un ej¨¦rcito de 12.000 hombres de las fuerzas sovi¨¦ticas y gubernamentales intente romper el cerco de Jost, importante ciudad a menos de 200 kil¨®metros al sureste de Kabul. Lo esencial es que esa localidad, muy cerca de la frontera con Pakist¨¢n, estaba rodeada y sus accesos controlados por los muyahidin del comandante Jallaludin Haqqani desde 1979, es decir, durante ocho a?os. Ahora, despu¨¦s de un mes de intensos combates -que la televisi¨®n sovi¨¦tica ha mostrado por vez primera a los ciudadanos de la URSS-, los sovi¨¦ticos parecen haber conseguido pasar por la carretera de Gardez hasta Jost. Pero cualquiera que haya estado en Mganist¨¢n sabe que se trata s¨®lo de una victoria a medias, por el alto precio que costar¨ªa mantener abierta esa v¨ªa. De modo que lo m¨¢s probable es que dentro de dos o tres meses Jost vuelva a estar asediada o, en su defecto, lo est¨¦ otra importante ciudad. De hecho, esta situaci¨®n se produce o se ha producido ya en Kandahar (segunda ciudad del pa¨ªs), y en otros lugares.
Despu¨¦s de ocho a?os, la estrategia sovi¨¦tica sigue teniendo dificultades. ?Por qu¨¦? Los sovi¨¦ticos, que en t¨¦rminos militares no lo hacen tan rematadamente mal como muchos creen, optaron, una vez en Afganist¨¢n, por la ¨²nica estrategia razonable. Concentraron sus medios militares en la defensa de Kabul, los accesos por carretera entre Afganist¨¢n y la URSS, y las principales carreteras. del pa¨ªs, que son cuatro, adem¨¢s del control de algunas zonas agr¨ªcolas situadas en llanos y de f¨¢cil defensa.
Coste razonable
Con ello esperaban administrar la guerra a un coste relativamente razonable: unos 1.500 muertos al a?o entre 1979 y 1984, sin el peso de la repercusi¨®n de estas bajas en la opini¨®n p¨²blica sovi¨¦tica (una de entre las muchas diferencias entre esta guerra y la de Vietnam), privada de cualquier informaci¨®n al respecto. Esta estrategia iba acompa?ada de puntuales operaciones militares de gran envergadura, en primavera y oto?o, contra lugares que ten¨ªan inter¨¦s militar o contra importantes concentraciones de guerrilleros, como las ofensivas de 1983, 1984 y 1985 contra el comandante Massud en el valle de Panshir. Nunca pudieron con Massud, al que han visitado muchos periodistas occidentales, que, al parecer, se ha retirado del Panshirpara operar en otras zonas del noroeste de Kabul.
En verano de 1983, cuando visit¨¦ la regi¨®n, los expertos y los que siguen el conflicto desde Peshawar, en la frontera, admit¨ªan que los sovi¨¦ticos pod¨ªan seguir con esta pol¨ªtica mucho tiempo, puesto que los guerrilleros se mov¨ªan a sus anchas en la mayor parte del territorio, en casi todas las zonas rurales, viajaban en cami¨®n, en jeep e incluso en moto por muchos lugares, pero esa movilidad no era exactamente sin¨®nimo de control o de dominaci¨®n en sentido estricto. Los muyahidin se mueven libremente por zonas en las que ya no hay nada. Los sovi¨¦ticos han aplicado sistem¨¢ticamente una pol¨ªtica de tem¨¢ticamente una pol¨ªtica de despoblamiento de todas las zonas rurales que no controlaban, lo cual ha puesto muy a menudo a los rebeldes en dificultades de tipo material, pues sin gente no hay ni casas ni comida.
Ahora las cifras: el profesor Sliwinski, de la universidad de Ginebra, acaba de concluir un detallado estudio sobre lo! costes que la guerra de Afganist¨¢n ha provocado en vidas humanas. En este trabajo, encargado por diversas instituciones europeas, se afirma que desde 1979 ha muerto el 9% de una poblaci¨®n estimada en unos 15 millones; nada menos que un tercio del total de la poblaci¨®n se ha refugiado en el exterior, y cerca de un 10%, en el interior del pa¨ªs (es decir, se ha trasladado a otro lugar que su regi¨®n de origen). En 1983 hab¨ªa 2,8 millones de refugiados en Pakist¨¢n, en una larga franja fronteriza entre Chitral, al norte, hasta Quetta, en el desierto de Beluchist¨¢n. Hoy d¨ªa esta suma ha ascendido a 3,5 millones. De manera que el pueblo afgano ha sufrido la guerra en unas proporciones alucinantes. Sin embargo, los sovi¨¦ticos tambi¨¦n han visto c¨®mo durante estos a?os las cosas se les torc¨ªan, hasta el punto de que su estrategia, prevista para durar, corre el riesgo de durar para nada.
La guerrilla ha mejorado militarmente tanto t¨¢cticamente como en medios materiales. En relaci¨®n a esto ¨²ltimo, todos los observadores consideran crucial la llegada, en 1986, de los misiles port¨¢tiles Stinger, tierra-aire, tan efectivos que han forzado a los sovi¨¦ticos a modificar el uso de su principal arma antiguerrilla: los aviones han de volar muy alto y sus bombardeos pierden precisi¨®n, y los helic¨®pteros son utilizados con muchas precauciones. No ha mejorado sustancialmente la unidad entre los grupos de la guerrilla, aunque sobre el terreno existe una creciente coordinaci¨®n que, sin ser mucha, representa una mejora en relaci¨®n al caos imperante durante los cinco primeros a?os de la contienda.
Frente ¨²nico
Pol¨ªticamente, la unidad entre los principales grupos se ha formalizado en un frente ¨²nico, dirigido hoy por Yunis Khales, pero tanto en Peshawar como en Afganist¨¢n las relaciones del Hezbhe-Islami de Hekkmatyar con el Jamiat, el grupo de Gailani, el Jabba o el Harakkat suelen dirimirse a tiro limpio. La principal limitaci¨®n de la guerrilla afgana, con sus grandezas y sus miserias, est¨¢ en s¨ª misma, en sus localismos, sus tribalismos, sus rencillas internas. La excelente capacidad t¨¢ctica de los muyahidin, por fortuna para los sovi¨¦ticos, se ve compensada por una notable debilidad de estrategia global tanto militar como pol¨ªtica.
La debilidad del Gobierno de Kabul, la incapacidad de Najibul¨¢ de mejorar los resultados de su predecesor Karmal, que ya intent¨® paliar los desmanes de sus predecesores Amin y Taraki, son s¨®lo una de las variables del problema, no la m¨¢s importante.
El Gobierno es s¨®lo Kabul; las dos fracciones del partido comunista, Parcham y Khalk, sumaban en 1979 menos de 12.000 personas, de las que una parte ha estado en la c¨¢rcel -seg¨²n estuviera en el poder una u otra fracci¨®n- y el resto en la Administraci¨®n, el Ej¨¦rcito y la polic¨ªa.
El drama de Afganist¨¢n -y la batalla de Jost viene a tiempo de recordarlo en todas sus contradicciones- es que todo puede seguir igual por mucho tiempo.
La ¨²nica posibilidad reside en la conjunci¨®n de dos factores: Uno, Gorbachov ha explicitado que quiere irse, y es el primer dirigente sovi¨¦tico que no cree que el tiempo trabaje a su favor en esta guerra, pero no quiere hacerlo de cualquier modo ni a cualquier precio. El otro, la reactivaci¨®n de un acuerdo internacional entre Estados Unidos, la URSS y Pakist¨¢n, con la eventual participaci¨®n del Gobierno de Kabul y de la guerrilla. Si esos tres pa¨ªses lo quisieran, las cosas se pondr¨ªan muy dif¨ªciles para los dos ¨²ltimos interlocutores. La delicada relaci¨®n entre Afganist¨¢n y Pakist¨¢n es una de las claves esenciales para que el conflicto contin¨²e o entre en v¨ªas de estancamiento. Sin el apoyo de Pakist¨¢n, la guerrilla se ver¨ªa muy pronto en una situaci¨®n grav¨ªsima. Sin el apoyo de la URSS, el Gobierno de Kabul durar¨ªa dos semanas. ?sta es la cuadratura del c¨ªrculo.
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