El hu¨¦sped que lleg¨® de Berl¨ªn
NO SON marginales los aspectos protocolarios en el viaje de Erich Honecker a Par¨ªs. Ha sido una visita de Estado en el pleno sentido de la palabra, con banderas y revista de tropas a la llegada al aeropuerto. Por primera vez, el presidente de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) viaja a uno de los tres pa¨ªses occidentales que, como vencedores en la II Guerra Mundial, ocupan a¨²n sectores en Berl¨ªn. Francia es el hu¨¦sped de este primer viaje, cuatro meses despu¨¦s de la visita de Honecker a Bonn.En el trasfondo de las ceremonias se perfila una cierta satisfacci¨®n de Francia por la existencia de dos Alemanias. Es algo que no se puede decir de modo oficial, pero que se expresa con gestos y con la discreci¨®n propia de la politesse. Las razones de esta actitud est¨¢n en la historia y en la geopol¨ªtica, y son compartidas por otros pueblos europeos. Pero hay otras nuevas.El tratado firmado por Reagan y Gorvachov inicia una fase menos tensa de las relaciones entre las dos partes de Europa. La Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA) ha tomado cierta delantera en esa direcci¨®n, dando prioridad a la mejora de sus relaciones con la RDA. La etapa en que la ostpolitik era patrimonio de la socialdemocracia ha pasado, como lo ha confirmado el reciente viaje de Strauss a Mosc¨².
Es dif¨ªcil descartar que en el trasfondo de esta pol¨ªtica aliente la esperanza de preparar v¨ªas hacia la unidad alemana. A Mitterrand le conviene destacar la irrealidad de tal proyecto. Y, para ello, resaltar el papel de la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Alemania como un Estado alem¨¢n.
Pero en el curso de la visita tambi¨¦n se han producido serias discrepancias sobre dos temas centrales. En primer lugar, el del desarme. La RDA propugna la opci¨®n triple cero, la supresi¨®n de los misiles de alcance inferior a los 500 kil¨®metros y una zona desnuclearizada y sin armas qu¨ªmicas en el centro de Europa. Estas ideas encuentran en Bonn una acogida bastante favorable. Tal tipo de misiles cortos afectar¨ªa casi exclusivamente a las dos Alemanias, y ambas tienen un inter¨¦s vital en suprimirlos.
Francia se aferra a la conservaci¨®n de sus fuerzas nucleares propias. Califica sus misiles cortos de preestrat¨¦gicos, para excluirlos de la negociaci¨®n sobre armas t¨¢cticas y convencionales. Es preocupante no tanto que Honecker est¨¦ en total desacuerdo con los franceses, sino que la posici¨®n de Bonn sea m¨¢s pr¨®xima a la de la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Alemania que a la de Francia. Ser¨ªa grave que Francia se aleje de un criterio, cada vez m¨¢s convergente de los aliados de la OTAN, cuya idea central es presionar a la URSS para que acepte medidas efectivas de desarme convencional.
El otro punto de discrepancia se refiere a las implicaciones que la distensi¨®n debe tener en la libertad de comunicaci¨®n por las fronteras europeas. Mitterrand destac¨® que es contradictorio propugnar la intensificaci¨®n de la circulaci¨®n de mercanc¨ªas, y no la de personas e ideas.
Tocaba as¨ª un punto esencial para el futuro de Europa, y en el que la RDA parece quedarse por detr¨¢s- de los avances de la glasnost en Mosc¨². Pero el que las conversaciones hayan tenido momentos de "franqueza" -seg¨²n el lenguaje oficial- no resta importancia a la trascendencia del viaje.
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