La unidad comunista, tarea urgente
La revoluci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica no suprimir¨¢ la necesidad de una transformaci¨®n radical de la sociedad capitalista; previsiblemente, la har¨¢ m¨¢s imprescindible.Te¨®ricamente, dentro de algunos decenios -no muchos- habr¨¢ en los pa¨ªses m¨¢s desarrollados una minor¨ªa dominante reducida que dispondr¨¢ de la informaci¨®n y de la plusval¨ªa, y, paralelamente, una inmensa mayor¨ªa, sin trabajo en gran parte, pero con un elevado nivel cultural, marginada de la producci¨®n y del poder.
Te¨®ricamente tambi¨¦n, el foso entre los pa¨ªses desarrollados y lo que denominamos Tercer Mundo se habr¨¢ ahondado mucho m¨¢s. Las relaciones entre unos y otro ser¨¢n todav¨ªa m¨¢s desiguales que hoy, y las contradicciones entre ambos, mucho m¨¢s agudas.
Si insisto en decir te¨®ricamente es porque resulta inimaginable que entre los comienzos de la segunda revoluci¨®n industrial -que vivimos hoy- y su desarrollo dejen de producirse luchas sociales y nacionales que alteren profundamente el cuadro. Una transformaci¨®n de las estructuras productivas tan profunda no puede llevarse a cabo sin que acarree reformas y revoluciones que modifiquen el sistema en el curso mismo de su desarrollo.
Lo que est¨¢ sucediendo hoy en el mundo anticipa aquello que puede acontecer en dicho proceso. Junto a una deuda exterior insoportable, que pesa como losa de plomo sobre los pa¨ªses subdesarrollados o en v¨ªa de desarrollo y que va a producir -o est¨¢ produciendo ya- profundas subversiones en el orden establecido, nos encontramos con el inicio de una crisis en los pa¨ªses capitalistas desarrollados, cuyo alcance intentan trivializar pol¨ªticos instalados y economistas oficiales.
Pero s¨®lo con una memoria muy corta puede olvidarse que hace unos a?os esos pol¨ªticos y economistas daban por imposible tal crisis. Que entonces se re¨ªan soberbiamente de quienes anunciaban el fin del pleno empleo y de quienes negaran que el llamado capitalismo popular terminase con la lucha de clases y la necesidad de transformaciones sociales.
La crisis de la ideolog¨ªa y la pol¨ªtica neoliberal ha sido abierta rudamente por el crash bols¨ªstico y el se¨ªsmo que sacude al sistema financiero. El fracaso de Reagan es el fracaso de una concepci¨®n del orden mundial, dominante hasta hoy en Occidente, que ha impregnado, desnaturaliz¨¢ndolas, a importantes fuerzas de izquierda.
Entre ellas est¨¢ desde luego la socialdemocracia; pero de alg¨²n modo ha sembrado igualmente desmoralizaci¨®n y desesperanza en las mismas filas comunistas. En relaci¨®n con esto ¨²ltimo, por no hablar m¨¢s que de Espa?a, cabe citar,. sin designar a sus autores, el llamado "ejemplo del agua de Solares". S¨ª; aunque no de forma escrita ni p¨²blica, se ha dicho que con el partido comunista conviene hacer lo que con el agua de Solares tras una adulteraci¨®n que comprometi¨® el cr¨¦dito de este producto: cambiarle la etiqueta, ponerle una nueva, para seguir vendi¨¦ndolo.
S¨®lo que el partido comunista hab¨ªa sufrido no una adulteraci¨®n, sino una derrota electoral, debida al temor de que la derecha ganara el poder electoralmente tras el fracaso del golpe de Estado. Y el temor no era vano, puesto que AP pas¨® de ocho o nueve diputados a 105. Ese temor determin¨® un voto ¨²til hacia el ¨²nico partido -el PSOE- considerado en condiciones de evitar el triunfo de derechas y de mantener el statu quo democr¨¢tico sin provocar una segunda edici¨®n del 23-F. Por esa raz¨®n al PSOE afluy¨® gran parte del voto comunista y el del conjunto de la izquierda, incluidos muchos independientes.
Pero el an¨¢lisis de esa derrota en el partido comunista se hizo en clave interna, sin tener en cuenta los factores externos, objetivos, independientes de nuestra voluntad, acelerando un proceso de autofagia de consecuencias grav¨ªsimas.
La adulteraci¨®n que no exist¨ªa se invent¨®; se hizo astillas de toda la pol¨ªtica del partido frente a la dictadura y en la transici¨®n; era como si los comunistas hubi¨¦ramos sido una r¨¦mora para este pa¨ªs, estuvi¨¦ramos condenados a desaparecer y no quedase otro recurso que maquillarnos con nuevos planteamientos y una nueva fachada; es decir, que dej¨¢semos de ser comunistas.
Pero el desarrollo de los acontecimientos parece estar devolvi¨¦ndonos la raz¨®n. Lo peor que le ha sucedido al partido no ha sido la derrota de 1982, sino el proceso de divisi¨®n que ha acarreado. Por eso en las bases comunistas hay un sentimiento creciente favorable a la reunificaci¨®n. Hoy casi nadie se atreve a enfrentarse directamente con este sentimiento.
En efecto, los objetivos transformadores del comunismo siguen manteniendo su vigencia. Y, adem¨¢s, en el terreno de la pol¨ªtica nacional han desaparecido los factores que originaron nuestra derrota en 1982.
El PSOE ya no es una promesa de cambio a la izquierda; los que lo ve¨ªan as¨ª se han desilusionado y no lo han votado en las ¨²ltimas elecciones. Y parece que lo votar¨¢n menos en las pr¨®ximas. Un partido comunista reunificado, reivindicando su papel hist¨®rico, como uno de los creadores principales del sistema de libertades y el defensor a ultranza de los derechos de los trabajadores, de la juventud y de las capas sociales m¨¢s desheredadas, podr¨ªa recuperar en 1989 la fuerza y el papel pol¨ªtico que desempe?¨® antes; la sacudida social que suscitar¨ªa la reunificaci¨®n comunista nos devolver¨ªa el 10% ese a?o y abrir¨ªa posibilidades m¨¢s amplias para el futuro.
Y hay otro factor important¨ªsimo que jugar¨¢ contra el voto ¨²til que tanto nos perjudic¨®: el elector de izquierda, en las pr¨®ximas elecciones, ya no temer¨¢ una victoria de AP. Nadie piensa seriamente que Hern¨¢ndez Mancha est¨¦ en condiciones de ganar la mayor¨ªa para la derecha. No habr¨¢ voto del miedo.
Es una situaci¨®n interna favorabil¨ªsima para un partido comunista reunificado.
Al mismo tiempo tambi¨¦n nos es propicia la situaci¨®n internacional, que nos fue adversa durante tantos a?os. La perestroika de Gorbachov, su inteligente pol¨ªtica de desarme y de paz, han contribuido a elevar el prestigio internacional de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y del comunismo. Si sabemos hacer las cosas, eso va a ponernos el viento en popa. Al fin de cuentas, nuestro partido, en un momento dado, se adelant¨® a preconizar la nueva mentalidad, el pensamiento nuevo; en definitiva, el aggiornamento de nuestros presupuestos te¨®ricos y pol¨ªticos. No cabe olvidar que todos los que nos hemos dividido posteriormente en tres sectores coincidimos durante un per¨ªodo en la necesidad de esa puesta al d¨ªa. Es verdad que luego hubo quienes cambiaron. Pero si la Uni¨®n Sovi¨¦tica encabeza hoy ese nuevo curso, han desaparecido las razones objetivas para que no se restaure la coincidencia que tuvimos en otro tiempo.
Queda por ¨²ltimo otro factor favorable al resurgimiento de la fuerza comunista con su unidad: el fracaso de Reagan, la crisis del liderazgo norteamericano, las tendencias crecientes a la autonom¨ªa de Europa occidental, el fracaso del neoliberalismo como receta m¨¢gica para los problemas de la econom¨ªa, la nueva crisis internacional.
Todos esos elementos favorecen que los comunistas, de nuevo reunidos, podamos elaborar un programa pol¨ªtico capaz de suscitar la adhesi¨®n de crecientes sectores sociales.
Algunos comentaristas circunscriben todo el problema comunista a una cuesti¨®n de liderazgo. Buscan un l¨ªder, aunque a la vez dicen que pas¨® el tiempo de los l¨ªderes carism¨¢ticos. Yo no s¨¦ si es posible que haya l¨ªderes sin carisma; parece que lo caracter¨ªstico del l¨ªder es el carisma. Pero, en ¨²ltimo t¨¦rmino, para los comunistas el problema no es encontrar un l¨ªder. Hoy no existe ning¨²n l¨ªder comunista que sea capaz de unir y homogeneizar a todos los comunistas espa?oles. Forzosamente, durante un tiempo, tras la reunificaci¨®n tendr¨¢ que existir un liderazgo plural. Lo imprescindible ser¨¢ un programa ajustado a las realidades de este tiempo y unas reglas de juego que garanticen los derechos de todos en un partido unificado.
El problema es si los comunistas somos o no capaces de recuperar el prestigio pol¨ªtico que nos dio la lucha contra el franquismo y la transici¨®n, uni¨¦ndonos. Yo estoy convencido de que s¨ª, de que en Espa?a hay un importante potencial favorable, que se manifestar¨ªa dif¨ªcilmente si seguimos divididos y que si, al contrario, nos unimos resurgir¨¢ espl¨¦ndidamente.
El hoy secretario general del PCE ha declarado, seg¨²n dice Mundo Obrero, que "ha cambiado por completo el centro de gravedad del debate precongresual, traslad¨¢ndolo otra vez al tema de la unidad comunista".
La crisis de IU y la dimisi¨®n de Enrique Curiel han puesto sobre la mesa la inaplazable necesidad de la unidad comunista. Hoy nadie se atrever¨ªa a negar de frente lo que se presenta como una evidencia.
Sin embargo, a¨²n pueden aparecer obst¨¢culos que retrasen lo que reclaman las bases. En un pr¨®ximo art¨ªculo me referir¨¦ a ellos.
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