La amenaza del hambre
Los RECUENTOS de fin de a?o vuelven a medir el hambre en el mundo. Las proporciones siguen siendo las mismas: tres cuartas partes de la humanidad sufren del hambre y la miseria, los ni?os mueren en oleadas estad¨ªsticas de 50.000 por d¨ªa, las ayudas apenas llegan a prolongar estas vidas en dos o tres a?os siniestros y las soluciones no se encuentran. La estampa tr¨¢gica se realza con los datos de la abundancia despilfarrada y se ilustra con im¨¢genes -ya salen de los archivos-, m¨¢s que pat¨¦ticas, desgarradoras. Pero nadie se desgarra ya en el mundo opulento y todos nos hemos hecho a esta contemplaci¨®n que apenas merece un murmullo de disgusto. Llevamos poco m¨¢s de un cuarto de siglo agobiados por este problema: tuvo algunos momentos de exaltaci¨®n, pero ahora est¨¢ pasado de moda.La realidad es que el mundo occidental, y especialmente Europa, estuvo sobre todo preocupado por su propia hambre, descrita por los novelistas del siglo pasado -Dickens, Zola o Gald¨®s-, que no s¨®lo produc¨ªa movimientos de conciencia, sino revoluciones muy considerables, desde la francesa hasta la sovi¨¦tica, y luego las fascistas y la II Guerra Mundial. Cuando descans¨® de todo ello y empez¨® a sentirse libre de su hambre y sus revoluciones, Europa comenz¨® a preocuparse por los pa¨ªses colonizados. Hasta entonces aquellos desgraciados eran v¨ªctimas de s¨ª mismos, de su incapacidad racial, de su falta de impulsos: las colonizaciones, con vanguardias y retaguardias de misioneros de todas clases, se explicaban para introducir la civilizaci¨®n a la manera europea y adiestrar a los, ind¨ªgenas de manera conveniente.
Fue a partir de los a?os sesenta, tras las ¨²ltimas guerras coloniales de retirada, cuando comenz¨® a surgir esta preocupaci¨®n por un autodenominado Tercer Mundo y por su desarrollo, incluyendo el respeto por las civilizaciones y las culturas originales que hab¨ªan sido arrasadas por los colonos. La miseria, 25 o 30 a?os despu¨¦s, sigue existiendo en las mismas proporciones, pero mayor en n¨²meros absolutos debido al crecimiento demogr¨¢fico: nos hemos habituado, y ahora estamos emitiendo la idea de que esto es inevitable, y la mortandad, una defensa de la especie, una limpieza que tiene que hacerse y frente a la que no caben ayudas, sino una manera de introduc¨ªr en los pa¨ªses afectados los med¨ªos de producci¨®n y de cultivo que les eviten la tragedia. Hay ya ensayos y doctrinas sociol¨®gicas (Andr¨¦ Glucksmann, Thierry Wolton, Fran?ois Jean ... ), generalmente apoyados en el caso de Etiop¨ªa, porque es el escaparate mayor, seg¨²n los cuales el hambre es la consecuencia de la explotaci¨®n pol¨ªtica de los reg¨ªmenes independientes y una forma de fabricar revoluciones. La soluci¨®n estar¨ªa en la creaci¨®n del hombre nuevo (Fran?ois Jean) que fuera capaz en esos pa¨ªses de superar "la cultura ancestral y los modos de producci¨®n campesinos". Otra visita de la colonizaci¨®n.
Mientras tanto, lo que est¨¢ llegando a Europa es el principio de unas revoluciones que podr¨ªan ser paralelas de las que hubo en este continente. Londres, Par¨ªs, los arrabales industriales de Alemania Occidental se han coloreado ya con la devoluci¨®n de la visita de los antiguos colonizados, con una inmigraci¨®n ardorosa y desesperada que va transportando con ella la miseria. La contabilidad de fin de a?o arroja 13 millones de inmigrantes oficiales de ese tipo en los pa¨ªses de la Comunidad Europea: puede contarse f¨¢cilmente con que sea el doble.
Los acontecimientos de violencia de todas clases proceden de estas situaciones de hambre, y en algunos puntos, como Centroam¨¦r¨ªca, tienen ya el car¨¢cter de revoluciones. En el grupo de noticias aparecidas estos d¨ªas, las matanzas de Brasil, la guerra de Afganist¨¢n, la represi¨®n de Israel en los territorios ocupados, la guerra del Golfo, son partes de esa revoluci¨®n. La mentalidad occidental ahora es defenderse de ellas con la fuerza y el principio de distinci¨®n entre hambrientos buenos y malos. El riesgo est¨¢ en que con el tiempo estas revoluciones, disfrazadas con motivos muy variados -fronteras, ideolog¨ªas, integrismos, modernismos-, pero dependientes del hambre, lleguen a desestabilizar el mundo occidental como las de los dos ¨²ltimos siglos desestabilizaron Europa. Y por los mismos motivos.
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