La salida de los F-16: ?la honra de la deshonra?
La declaraci¨®n conjunta hispano-norteamericana hecha p¨²blica ayer simult¨¢neamente en Madrid y Washington, en la que se manifiesta el compromiso de los dos Gobiernos de reducir los efectivos norteamericanos estacionados en Espa?a de acuerdo con las propuestas del Gobierno de nuestro pa¨ªs, y que supone la retirada en el plazo de tres a?os de los F-16 del Ala T¨¢ctica 401, desplegada en Torrej¨®n, as¨ª como su cuartel general y los elementos log¨ªsticos de la misma, representa desde el punto de vista pol¨ªtico un innegable ¨¦xito de la l¨ªnea de firmeza mantenida por el Gobierno Gonz¨¢lez frente a Estados Unidos, a la vez que expresa una coherencia con el proyecto socialista de la seguridad nacional.El acuerdo logrado es, sobre todo, un acuerdo montado en razonamientos pol¨ªticos (la causa inmediata se encuentra en el cumplimiento de las obligaciones contra¨ªdas en el refer¨¦ndum sobre la OTAN y la m¨¢s remota en el car¨¢cter an¨®malo de la relaci¨®n hispanonorteamericana, viciada desde sus propios or¨ªgenes, en 1953, por las especiales circunstancias pol¨ªticas de la dictadura del general Franco) y en el que las valoraciones militares han jugado un segundo papel o, por lo menos, no han sabido ense?arse: el Gobierno espa?ol ha puesto todo su esfuerzo en equilibrar una relaci¨®n desigual inadmisible para un pa¨ªs democr¨¢tico y soberano, mientras que Estados Unidos arg¨¹¨ªa que su presencia en Espa?a era esencial para la seguridad aliada, pero sin revelar ni c¨®mo ni cu¨¢ndo ni con qu¨¦ misiones. De ah¨ª que cualquier valoraci¨®n estrat¨¦gica del acuerdo sea en primer lugar irrelevante y forzosamente hipot¨¦tica.
No obstante, la reducci¨®n de los efectivos norteamericanos tambi¨¦n es la expresi¨®n coherente del proyecto socialista de seguridad para Espa?a, que pasa esencialmente por la racionalizaci¨®n y modernizaci¨®n de las Fuerzas Armadas y de su estrategia, as¨ª como por la vinculaci¨®n de este proyecto al esquema de la seguridad occidental.
Lo primero vendr¨ªa permitido por la situaci¨®n social, pol¨ªtica y econ¨®mica con la que se encuentra el partido socialista al llegar al poder en 1982, y lo segundo, por la aceptaci¨®n que el Gobierno Gonz¨¢lez hace de permanecer en la OTAN.
Ser un miembro m¨¢s en la Alianza Atl¨¢ntica y contar con un ej¨¦rcito en progresiva modernizaci¨®n situaba a nuestro pa¨ªs en una relaci¨®n distinta, tanto con los atados europeos como con Estados Unidos. De ah¨ª que ser capaces de garantizar las misiones aliadas que actualmente desempe?an las tropas de Estados Unidos en Espa?a, haciendo que su sustituci¨®n por fuerzas espa?olas no significara una merma de la seguridad occidental, ha sido el caballo de batalla de la negociaci¨®n.
La contribuci¨®n que desde nuestro suelo hace testados Unidos a la OTAN en tiempo de paz podr¨ªa ser asumida por Espa?a, seg¨²n el Gobierno Gonz¨¢lez, a pesar de las dudas que los norteamericanos han manifestado al respecto. Incluso el antiguo mando supremo aliado en Europa, el general Rogers, tambi¨¦n expresar¨ªa sus dudas sobre las capacidades de la Fuerza A¨¦rea Espa?ola en una sonada visita a Gibraltar.
En realidad, en toda democracia que funcione como tal, tanto la definici¨®n de la pol¨ªtica exterior y la seguridad, as¨ª como la consecuci¨®n de acuerdos internacionales, se encuentran ampliamente determinadas por la expresi¨®n de la opini¨®n p¨²blica. Lo cual no siempre quiere decir que cualquier acci¨®n que se emprenda o cualquier decisi¨®n que se; adopte sea la m¨¢s correcta. Y, en el caso de esta salida aparentemente honrosa de las fuerzas de Torrej¨®n, el sentimiento pacifista y sensiblemente antinorteamericano se ha venido a sumar a algunas incoherencias de la actual concepci¨®n espa?ola de la seguridad.
En primer lugar, tanto el tono. de las declaraciones gubernamentales como el rumbo de la presencia espa?ola en organismos internacionales de defensa parecen descubrir que la visi¨®n socialista de la seguridad occidental es, en realidad, una visi¨®n de la seguridad europea. O, al menos, esencialmente. En segundo lugar, el deseo del Gobierno de limitar la negociaci¨®n a un mundo bilateral., sin conexi¨®n con la Alianza, ha reforzado la te¨®rica escoraci¨®n europe¨ªsta de
nuestra pol¨ªtica a la vez que corr¨ªa una cortina de humo sobre un hecho b¨¢sico desde el final de la II Guerra Mundial: que Estados Unidos es el garante ¨²ltimo de la seguridad de Europa y que su presencia aqu¨ª est¨¢ en funci¨®n de un sistema de seguridad global occidental y no ¨²nicamente hispano-norteamericano.
Desde el comienzo, la distribuci¨®n de las bases en Espa?a, as¨ª como la forma y la talla de las fuerzas norteamericanas en las mismas, estuvieron determinadas por la percepci¨®n aliada de la amenaza sovi¨¦tica entonces, por las estrategias para hacerle frente y por les medios t¨¦cnicos al uso en cada momento. As¨ª, el acuerdo de 1953 revelaba la necesidad militar de Estados Unidos de contar con bases lo suficientemente pr¨®ximas a la Uni¨®n Sovi¨¦tica para asegurar la penetraci¨®n de sus bombarderos de medio alcance, pero lo suficientemente alejadas como para considerarlas al abrigo de un posible ataque sorpresa por parte de la URSS. Una d¨¦cada m¨¢s tarde, con los bombarderos de largo alcance plenamente operativos y con el desarrollo de los misiles y de los submarinos at¨®micos, el despliegue avanzado de las fuerzas a¨¦reas nucleares norteamericanas pierde parte de su sentido, mientras que el aspecto naval sale reforzado. L¨®gicamente, Rota ganar¨¢ en importancia.
Pero no hace falta remontarse a la historia para conocer las implicaciones estrat¨¦gicas actuales de las bases hoy dichas de utilizaci¨®n conjunta. Es muy probable que en pleno tiempo de paz, con una estabilidad el garantizada por la disuasi¨®n nuclear norteamericana desde 1945, y con un enemigo que se difumina cada d¨ªa tras la perestroika, el valor que se le conceda a las tropas norteamericanas en nuestro suelo sea nulo o negativo. Sin embargo, cabe recordar algunos datos: el Ala T¨¢ctica 401, para empezar, con sus F16 y sus cargas nucleares B-43 y B-16, es la ¨²nica fuerza nuclear t¨¢ctica estacionada permanentemente en el sur de Europa, aunque dicho estacionamiento se encuentra repartido en tres bases. En tiempo de paz juega un papel disuasor tanto para el Mediterr¨¢neo como sobre el norte de ?frica, y, muy posiblemente, tras el acuerdo de retirada de las INF firmado el pasado 8 de diciembre en Washington, tenga una creciente importancia en el frente central y sobre las derrotas del Atl¨¢ntico. Es m¨¢s, ya hoy Torrej¨®n se muestra de una excepcional importancia en el tr¨¢fico a¨¦reo norteamericano hacia Centroeuropea: m¨¢s de 110 misiones de enlace y puente a¨¦reo al mes. Por no decir de la red de comunicaciones que desde la base sirve para enlazar a todos los bombarderos nucleares y los aviones de alerta. Para tiempo de crisis, el Pent¨¢gono tiene previsto integrar los aviones cisternas de Zaragoza en el Ala 306 del Mando A¨¦reo Estrat¨¦gico, mientras que Torrej¨®n y Mor¨®n, junto con cuatro bases m¨¢s en el Reino Unido, se piensan como receptoras de los modernos bombarderos B-1-B, as¨ª como de los grandes transportes Galaxy. Torrej¨®n tambi¨¦n entra, por la longitud de su pista, en los planes de emergencia del transbordador espacial de la NASA. En fin, las bases constituyen todo eso que desde los grupos pacifistas se ha denunciado como la "infraestructura nuclear" indispensable para la estrategia occidental.
Sin embargo, no es menos cierto que la seguridad occidental no se va a tambalear terriblemente por retirar 72 aparatos. Es m¨¢s, es muy posible que se pueda encontrar un nuevo y mejor encuadramiento. El mismo Estados Unidos, o Lajes, o Sigonella, o Marruecos, entre otros. Por otro lado, a pesar de que las fuerzas militares no llegan a cumplir bien sus misiones si no se entrenan para ello adecuadamente, es pensable que las facilidades que se concedan para el tr¨¢nsito, as¨ª como el acceso en tiempo de crisis (pero a ver qui¨¦n define qu¨¦ y cu¨¢ndo se produce una crisis), junto con las instalaciones que no se van a reducir, amortig¨¹en el impacto de la retirada, pero no es ¨¦se el problema. El problema sigue siendo pol¨ªtico, de solidaridad. ?Es pensable que cuando media Europa tiembla de miedo ante el progresivo abandono norteamericano Espa?a obligue a Estados Unidos a retirarse de su territorio y a los aliados a no contar con esas tropas en el caso de que se replieguen sobre suelo norteamericano? ?Qu¨¦ gana Espa?a con ello? Puede que una imagen de seriedad, resoluci¨®n y firmeza, pero mientras no compensemos estrat¨¦gicamente esa ausencia en el marco de la OTAN poco ganamos militarmente y nada a?adimos a la seguridad occidental, que no acaba en nuestras fronteras. Porque nuestra propia seguridad tampoco acaba en nuestras fronteras.
Rafale L. Bardaj¨ª es director del Crupo de Estudios Estrat¨¦gicos (GEES).
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