Bosquejo de juventud

Los ochenta ya casi no son de nadie; se est¨¢n acabando, y no han resuelto algunos problemas que se plantean en esta obra. Un personaje, hacia el final, corrige la pintada de la pared y cambia el ocho por un nueve, de modo que la esperanza, a medias ir¨®nica, de la autora alargue una d¨¦cada m¨¢s. La obra de Ana Diosdado fue escrita a su tiempo; no se estren¨® probablemente por las dificultades de encontrar un suficiente reparto de actores solventes en las edades indicadas -una media de 18 o 19 a?os-, pas¨® a ser una novela que se ley¨® con inter¨¦s, y vuelve ahora al teatro. Es una comedia de costumbres: un grupo de ni?os de derechas, o de se?oritos, en una urbanizaci¨®n de lujo pr¨®xima a Madrid, con sus decepciones y sus esperanzas, sus primeros amores y su imoderada y mezclada sexualidad, y con alguna brutalidad, revelada en el odio a los punks populares y la venganza poir la violaci¨®n de una de sus chicas. Esa venganza ocasiona lana muerte que se une a otra fortuita -el accidente del padre: de otra de las muchachas-, y una tercera, quiz¨¢ irreal, porque otro final de la obra -que tiene como tres, superpuestosparece desmentirla. No es esa abundancia luctuosa y las reflexiones en torno a ella las que hacen la comedia, sino la rapidez y desparpajo de los di¨¢logos costumbristas, la moraleja entre los grupos ideol¨®gicos de encanto y desencanto y de la partida hacia el futuro ("... Aquella noche yo empec¨¦ a creer en algo..."), con el toque ¨¦tico propio de la autora y, en fin, la interpretaci¨®n juvenil, lo que puede interesar en el espect¨¢culo. Salidos d¨¦ padres admirados en la dinast¨ªa teatral, popularizados por la televisi¨®n, dirigidos y reunidos por la direcci¨®n de Jes¨²s Puente, las tres j¨®venes actrices, los cuatro j¨®venes actores, tiene, al mismo tiempo que el valor fresco de la juventud, la manera de hacer que se aprende sobre las tablas, propia de la ¨¦poca anterior del teatro.Los espectadores del Infanta Isabel -remozado- parecen de una edad media bastante alta; son bastantes y se regocijan con la contemplaci¨®n de esta estampa de la juventud que les parece m¨¢s simp¨¢tica que inquietante, y r¨ªen con sus desplantes.