El futuro del socialismo en Europa
La corriente socialista, hoy, representa la primera fuerza pol¨ªtica de Europa, incluso aunque esta realidad encubra una pluralidad de situaciones pol¨ªticas, econ¨®micas y sociales.Los socialistas son mayor¨ªa en Espa?a y Grecia, y en Francia tienen vocaci¨®n de volver a serio. En otros pa¨ªses, sin constituir por el momento la ¨²nica alternativa o el polo alrededor del cual podr¨ªan unirse las fuerzas de izquierda, su peso en la vida pol¨ªtica les permite desempe?ar un papel preponderante.
Si unimos esta primera comprobaci¨®n a la disminuci¨®n, a veces muy sensible, de los seguidores de los partidos comunistas, al crecimiento en el curso de las ¨²ltimas elecciones de los partidos socialistas -m¨¢s recientemente en B¨¦lgica-, resulta claro que en Europa ser¨¢ alrededor de los socialistas que se crear¨¢n las condiciones de la din¨¢mica y reunificaci¨®n de las fuerzas de izquierda.
En Europa existe una diversidad de fuerzas pol¨ªticas, pero tambi¨¦n una variedad de situaciones a las que se enfrenta cada pa¨ªs, ya se trate de la prioridad, dada, especialmente en Espa?a, a la consolidaci¨®n de la democracia, del formidable esfuerzo que los pa¨ªses de la Europa septentrional han comenzado a realizar para acometer los desaf¨ªos de la integraci¨®n europea o la diversidad de estrategias de defensa que caracterizan a cada pa¨ªs y que son afectadas por la corriente socialista de Europa, ya se trate, finalmente, de problemas surgidos por la evoluci¨®n de las relaciones entre los sindicatos y los partidos de izquierda.
Esta pluralidad de situaciones pol¨ªticas, esta especificidad nacional de los problemas planteados a cada pa¨ªs y, por tanto, de sus respuestas, caracterizan perfectamente el movimiento socialista europeo en su diversidad y en su complejidad. Me parece que as¨ª se elimina toda simplificaci¨®n excesiva o el intento de un an¨¢lisis demasiado global. Esta diversidad no es un factor de divisi¨®n entre los socialistas, yo creo que m¨¢s bien es algo fecundo en esta construcci¨®n sin parang¨®n que constituye la comunidad europea: un intento permanente para armonizar sin apremios las pol¨ªticas de 12 Estados soberanos que tienen su propia historia, su situaci¨®n geogr¨¢fica, sus alianzas...
Con la adopci¨®n del acta ¨²nica, Europa est¨¢ hoy comprometida en una nueva etapa. Si la creaci¨®n del gran mercado interior no constituye ciertamente el objetivo de la Europa que los socialistas desean construir, su realizaci¨®n modificar¨¢ sustancialmente la fisonom¨ªa de la comunidad en los pr¨®ximos a?os. La apuesta no es s¨®lo por la ar monizaci¨®n de las normas, de los derechos de aduana, de las reglamentaciones..., sino tambi¨¦n por la evoluci¨®n de las mentalidades y de los comportamientos en un mercado ampliado donde podr¨¢n circular libremente los hombres, las mercanc¨ªas, los capitales. Es una realidad que cualquier reflexi¨®n sobre el papel y el futuro de los socialistas en Europa debe tener en cuenta y para la cual deben prepararse todos conjuntamente. La integraci¨®n comunitaria, porque ampl¨ªa progresivamente los ¨¢mbitos de decisiones comunes, limita el ejercicio de las soberan¨ªas nacionales y las decisiones unilaterales.
Papel irreemplazable
Por tanto, ¨¦sta debe ser para los socialistas la ocasi¨®n de multiplicar los intercambios y las reflexiones comunes, de buscar los enfoques convergentes. Es una de las condiciones para reforzar la construcci¨®n europea que integra los valores del mo vimiento socialista.
En este debate que enfrenta a dos visiones del futuro de Europa, el papel de los socialistas me parece, por tanto irreemplazable.
?Es preciso intentar definir una Europa socialista? M¨¢s que tratar de establecer en una f¨®rmula una especie de objetivo o de resultado de la historia, me parece m¨¢s ¨²til definir concretamente la gesti¨®n de los socialistas. ?sta ser¨¢ progresiva, a base de transformaciones sucesivas y de una suma de reformas.
Esta gesti¨®n se opone claramente a la visi¨®n de una Europa Ramada liberal que hoy caracteriza el proyecto de los conservadores. Desde este punto de vista, la uni¨®n de una parte de la derecha, por tradici¨®n bastante poco europea, aclara las alternativas en el plazo de aqu¨ª a 1992, para el fin de nuestro siglo. ?Una Europa de cada uno para s¨ª o una Europa de la solidaridad? ?Una zona de libre intercambio o un espacio econ¨®mico com¨²n? ?Una Europa resignada o una Europa activa? ?Una Europa de la uniformidad de los medios de comunicaci¨®n o una Europa de la diversidad creadora de culturas? Estas elecciones dan claramente la medida de lo que se apuesta: las respuestas que los socialistas sabr¨¢n dar a estos desaf¨ªos construir¨¢n la Europa del ma?ana.
Gracias a los socialistas y a los socialdem¨®cratas, la Europa de posguerra se ha sabido desarrollar y hoy encarna un modelo de sociedad que concilia el programa econ¨®mico con el progre so social. Papel del Estado e iniciativa privada..., esta s¨ªntesis de la solidaridad y de la libertad, este equilibrio entre el individuo y la sociedad hoy son nuevamente cuestionados por la gran ofensiva ideol¨®gica de aquellos a quienes la etiqueta liberal esconde su profundo conservadurismo. Desajuste social, debilitamiento sindical, rechazo de las conquistas sociales; de este modo, el espacio europeo se convertir¨ªa hasta fines de 1992 en el laboratorio de una de recha fascinada por el modelo americano pero, sobre todo, por una vuelta atr¨¢s.
Es de cara a estas amenazas que los socialistas deben afirmar una identidad com¨²n, un proyecto en el cual se expresen sus valores fundamentales: el derecho al trabajo, la solidaridad, la plenitud del individuo, la eficacia econ¨®mica en la justicia social. Nuestras conquistas son reales. Yo pienso ante todo en el consenso relativo, forjado en el curso de los a?os, que hoy mucho m¨¢s que ayer, caracteriza a los partidos socialistas en la construcci¨®n europea. La tendencia es, ampliamente, la de una adhesi¨®n a la comunidad, a sus instituciones, a sus pol¨ªticas. A partir de ahora los socialistas inscriben su acci¨®n en el marco europeo e intentan dar respuestas conjuntas a los problemas comunes.
El futuro de la CE
Esta identidad me parece igual mente real con respecto a las decisiones a tomar y que comprometen el futuro de la comunidad, y m¨¢s particularmente con las medidas necesarias que deben acompa?ar el mercado interior desde la ¨²ltima cumbre de los l¨ªderes de los partidos so cialistas de la CEE reunidos en Par¨ªs ante la perspectiva de la cumbre de Copenhague. Una postura com¨²n de todos los socialistas ha surgido as¨ª sobre al gunos problemas esenciales: la reforma de la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n, la financiaci¨®n de la CEE, el importe de los fondos estructurales. Los debates, en ocasiones demasiado t¨¦cnicos, a los que lamentablemente no ha sabido escapar el Consejo europeo, no deben disimular la importancia de los objetivos: la cohesi¨®n econ¨®mica y social de la comunidad, la necesaria solidaridad entre las regiones del Norte y del Sur, el desarrollo de las pol¨ªticas comunes y por tanto su financiaci¨®n, y por ¨²ltimo, el futuro de la PAC, con las adaptaciones necesarias para su mantenimiento. Sobre el conjunto de estos objetivos, los socialistas han sabido pronunciarse con una sola voz. Es una gesti¨®n que ser¨¢ preciso prolongar, dando respuestas comunes a algunas prioridades: un mayor crecimiento europeo para crear m¨¢s empleos, un espacio social europeo que garantice, armoniz¨¢ndolos, el mantenimiento y la ampliaci¨®n de los derechos sociales de los trabajadores de la CEE, una pol¨ªtica comercial exterior que permita a Europa ser un socio al que se le escucha y respeta, un SME reforzado.
El congreso del PSOE se abre cuando se clausura la convenci¨®n nacional de los partidos socialistas, destinada a adoptar las propuestas que haremos a los franceses con motivo de las pr¨®ximas consultas electorales.
La experiencia nos ha demostrado que las situaciones econ¨®micas, sociales y pol¨ªticas no excluyen la similitud de los problemas a los que hoy se enfrentan, en diferente grado, nuestras sociedades modernas: el empleo, la modernizaci¨®n social, la formaci¨®n y reconversi¨®n impuestas por las reestructuraciones industriales, el papel del Estado, la transformaci¨®n social. Si los valores de los socialistas son constantes, enraizados en su historia, conocemos, por haberlos determinado, los l¨ªmites que imponen los apremios econ¨®micos y lo estrecho de algunos m¨¢rgenes de maniobra.
Me parece indispensable que entre los partidos socialistas en el Gobierno y los partidos socialistas con una vocaci¨®n mayoritaria se intensifiquen los intercambios, las interrogantes comunes que nos permitan confrontar nuestros an¨¢lisis, nuestras experiencias, nuestras dificultades.
Es con este esp¨ªritu que he propuesto para 1989, con motivo del bicentenario de la Revoluci¨®n Francesa, organizar un gran congreso sobre el socialismo europeo, donde los socialistas de toda Europa debatir¨ªan conjuntamente los grandes problemas de este final del siglo XX.
Reafirmando nuestra identidad, proponiendo respuestas adaptadas a una realidad que evoluciona, fieles a nuestras exigencias y a nuestros valores, no debemos preparar el futuro del socialismo de ma?ana, sino hacer que ¨¦ste contin¨²e vivo en Europa. Soy optimista.
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