Un camino abierto al di¨¢logo
Cuando ETA ha pretendido justificar su violencia mediante la denuncia de los defectos de legitimidad del Estado democr¨¢tico cab¨ªa responder negando en algunos casos tales defectos y reconoci¨¦ndolos en otros; en estos ¨²ltimos casos, la actitud correcta era: no explicarlos por raz¨®n de la historia de la democracia espa?ola (no se produjo la ruptura con la dictadura) ni comprenderlos precisamente como respuesta a la violencia de ETA, sino corregirlos. Pero en todo caso eran problemas del Estado democr¨¢tico y de sus defectos; no val¨ªan nunca para justificar la violencia antidemocr¨¢tica de ETA.Cuando ETA ha puesto como condici¨®n para el cese de su violencia que se cumpla la alternativa KAS cab¨ªa discutir lo improcedente de los puntos de tal alternativa (su incorrecci¨®n o su injusticia) o bien lo antidemocr¨¢tico que ser¨ªa que la minor¨ªa quisiera imponer su voluntad a la mayor¨ªa. Pero sobre todo, en ning¨²n caso cab¨ªa aceptar que tal voluntad minoritaria, o tales objetivos pol¨ªticos, pudieran ser condici¨®n que, incumplida, justificara la violencia, o cumplida, diera lugar a su cese.
Ha habido hasta ahora, por tanto, dos discursos que, aunque pudieran incidir en el mismo objeto, no daban origen a un di¨¢logo. Era imposible que, sin negarse a s¨ª mismo, el Estado democr¨¢tico justificara la violencia de ETA o entablara unas conversaciones cuyo objeto fuera aceptar previas condiciones pol¨ªticas para lograr el cese de la violencia.
Hoy ETA anuncia una tregua y abre el camino a una interpretaci¨®n de una nueva pol¨ªtica por la que los puntos KAS, en lugar de condici¨®n para el cese de su violencia, puedan ser programa pol¨ªtico que defender sin apelar a ella. Probablemente estamos todav¨ªa en un momento en el que las palabras se cruzan. Pero algo ha cambiado: se habla ya de dejar las armas y de debate pol¨ªtico sin ellas. Nada nos obliga a ir m¨¢s all¨¢, nuevamente al terreno del contrario, cuando al cese de la lucha le llama tregua. Nosotros podemos pensar por nuestra parte, sin pretender convencer a los enemigos, que ha sido la eficacia de la fuerza del Estado democr¨¢tico y la fuerza de su legitimidad (y cuando digo Estado democr¨¢tico me refiero tanto a los poderes centrales como a los auton¨®micos) la que ha provocado el cambio de postura. Lo que importa es que, al parecer, se abre la perspectiva de que cesen las armas y, por tanto, la posibilidad del debate pol¨ªtico en el marco de la democracia.
?Es lo mismo negociaci¨®n pol¨ªtica para ETA que para el Estado? Por de pronto, el hecho de que se plantee sin la violencia supone un acercamiento. Pero ya sabemos que los puntos KAS, presentados como condici¨®n de un acuerdo pol¨ªtico, no s¨®lo son injustos por defenderse con las armas sino tambi¨¦n por pretender imponerse por voluntad minoritaria contra la mayoritaria. ?Qu¨¦ hay de ret¨®rica, que oculte una debilidad, en el enarbolamiento de los puntos KAS como previos al pacto y qu¨¦ hay de posici¨®n firme de ETA?
El cese de la violencia abre el camino de una negociaci¨®n en el sentido estricto del t¨¦rmino y de un di¨¢logo pol¨ªtico. La negociaci¨®n es la que tiene por objeto la eventual reinserci¨®n de los terroristas. El di¨¢logo pol¨ªtico es el de los partidos y las instituciones democr¨¢ticas en el que todos los temas -tambi¨¦n los de la alternativa KAS- son planteables. La negociaci¨®n, con su objetivo: la eventual reinserci¨®n, puede plantearse en las conversaciones de Argel; el di¨¢logo pol¨ªtico all¨ª s¨®lo puede prepararse para que se desarrolle luego por los grupos pol¨ªticos, incluido HB, en las instituciones de Euskadi y de toda Espa?a.
En la ambig¨¹edad sobre el alcance de la negociaci¨®n pol¨ªtica hay un riesgo importante para la afirmaci¨®n democr¨¢tica de Espa?a, pero sobre todo para la de la autonom¨ªa vasca. ETA ha descalificado sistem¨¢ticamente al Estado y a las instituciones auton¨®micas detr¨¢s de la l¨®gica violenta del todo o nada. Abandonadas ahora las armas, el reflejo del todo o nada sigue funcionando. As¨ª ofrece un di¨¢logo que ha de abrirse en un plano entre Estado y organizaci¨®n terrorista, y en otro, entre PSOE y Herri Batasuna. Si esto es una simple v¨ªa pr¨¢ctica -un empezar a caminar marchando- puede valer, pero si responde a la deliberada actitud de forzar los acuerdos pol¨ªticos, relegando al resto de los partidos vascos a la funci¨®n de comparsas, el ataque a la autonom¨ªa quedar¨ªa reproducido. Ni el Gobierno ni el partido socialista deber¨¢n caer en la trampa antiauton¨®mica de aceptar a FIB como detentadora del monopolio del pueblo vasco o del nacionalismo.
Estas reflexiones no pueden borrar, sin embargo, la impresi¨®n dominante. A la paz se llega abandonando las armas y aceptando que es al Estado a quien le est¨¢ atribuida la funci¨®n y la responsabilidad del ejercicio leg¨ªtimo del poder. El camino a la paz se ha abierto. Esto significa reconocer que orden, libertades, voluntad popular y distribuci¨®n justa de bienes y valores son las tareas que tiene atribuidas un Estado democr¨¢tico y que han de ser discutidas en el ¨¢mbito de la democracia.
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