La realidad de la instant¨¢nea
Hasta los setenta se era fot¨®grafo de una escuela o de otra si se estaba asociado a una agrupaci¨®n casi por necesidad vital; las afinidades electivas, las tendencias, hab¨ªan de colegiarse estatutariamente. Consecuencia de ello era el llevar aparejado en s¨ª mismo un status, la presunci¨®n de un estilo a la vez que una pel¨ªcula con la que cargar la c¨¢mara y hasta un determinado tipo de revelador. Y, por supuesto, una tem¨¢tica, con la correspondiente receta para abordarla. Esto es lo que en buena medida les ocurri¨® a los fot¨®grafos de la escuela de Madrid, al igual que otros tantos de movimientos similares del Estado.
La escuela de Madrid
Escuela de Madrid
Museo Espa?ol de Arte Contempor¨¢neo. Hasta el 30 de marzo.
Con gran rigor, contrariamente a lo que viene ocurriendo con este tipo de exposiciones, nos llega, de la mano de Rafael Levenfeld, una s¨ªntesis de lo que nos legaron los denominados fot¨®grafos de la escuela de Madrid (1950-1975). Selecci¨®n de la obra de Leonardo Cantero, Gabriel Coallad¨®, Juan Dolcet, Francisco G¨®mez, Fernando Gordillo, Sigfrido de Guzm¨¢n, Ram¨®n Masats, Francisco Onta?¨®n y Gerardo Vielba; 197 im¨¢genes, 19 por autor, que reflejan muchas de las conductas sociales de la Espa?a de entonces y su contexto.Hoy, aparte de su valor como documento base de m¨²ltiples lecturas sociol¨®gicas, en conjunto nos muestra un peculiar lenguaje que manifiesta una est¨¦tica fotogr¨¢fica a estas alturas casi perdida. Junto a la fotograf¨ªa pura se exhiben publicaciones -revistas, anuarios y testimonios variados-, a la vez que documentos, como brom¨®leos, pertenecientes a la Real Sociedad Fotogr¨¢fica Madrile?a, de Jos¨¦ Loygorri y Eduardo Susanna.
De ella s¨®lo cabe decir que, con visi¨®n de fin de siglo (1988), es exquisita. Todo lo contrario a lo que hubi¨¦ramos afirmado hace 18 a?os, en los que en un texto semejante a ¨¦ste necesariamente hubi¨¦ramos echado mano de la obligatoriedad de poner en alcanfor numerosas im¨¢genes como las que nos ocupan, presentes o no en esta exposici¨®n. Igualmente ocurre con la totalidad de la parafernalia que las rodeaba, aut¨¦nticos juegos florales de su ciudad: cert¨¢menes, concursos, salones, etc¨¦tera. La historia es una sucesi¨®n de errores y tambi¨¦n un excelente relativizador de posiciones.
Im¨¢genes y estilos que hoy echamos de menos en ilustraciones impresas en medios de regular periodicidad, saturados de fotograf¨ªas, incluso en cobertura gr¨¢fica meramente informativa, excesivamente teatralizada, cuando lo que intentaban transmitir era algo totalmente distinto.
Por el contrario, los protagon¨ªstas de esta exposici¨®n, obsesionados por la realidad como documento social, registrada por cada uno de ellos a su manera, supieron hacer de la instant¨¢nea su principal argumento.
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