El discreto mercado de la novela er¨®tica
Pocos autores espa?oles conocidos apuestan por el g¨¦nero
La novela er¨®tica es un g¨¦nero de fronteras imprecisas entre la cita atrevida de episodios amorosos, en relatos generales, y el mero recuento de gestas corporales de la llamada producci¨®n pornogr¨¢fica. La propia indefinici¨®n hace que muchos t¨ªtulos que podr¨ªan figurar en una colecci¨®n especializada se publiquen en cat¨¢logos de especies narrativas indiferenciadas, y viceversa. En Espa?a existe actualmente una sola colecci¨®n de este g¨¦nero, La Sonrisa Vertical (Tusquets), que este a?o ha cumplido su d¨¦cimo aniversario. La editorial P¨°rtic prepara otra en catal¨¢n (con la traducci¨®n del c¨¦lebre manual t¨¦cnico Kamasutra). Un discreto balance de iniciativas.
En la historia espa?ola del g¨¦nero destaca la colecci¨®n editada por L¨®pez Barbadillo para sus amigos a principios de siglo o la reedici¨®n facs¨ªmil de La Perla, una revista mensual que empez¨® a publicarse en julio de 1879 cuyo t¨ªtulo, seg¨²n explica el editor de la revista en el primer n¨²mero "es el m¨¢s adecuado, especialmente con la esperanza de que cuando llegue a estar bajo los hocicos de los cerdos hip¨®critas del mundo, no lo aplasten bajo sus patas y que algunos de ellos se conviertan en suscriptores ocultamente. A estos bien dispuestos marranillos les dir¨¦ yo, a guisa de est¨ªmulo, que todo lo que tienen que hacer es mantener las apariencias". En estudios sobre novela er¨®tica como los de Patrick J. Kearney o Roy Harley apenas se mencionan obras espa?olas salvo La lozana andaluza (escrita por Francisco Delicado e impresa en Venecia en 1528) o Los perfumes de Barcelona (1843) y faltan ¨ªndices bibliogr¨¢ficos de la magnitud de Catalogus Librorum Probitirum Britannica o Catena Librorum Tacendorum.
Deseo, sue?os, fantasmas
Beatriz de Moura, editora de La sonrisa vertical, considera que hay aspectos de una novela que despejan algunas dudas taxon¨®micas. "Entiendo por novela er¨®tica aquella en que la vivencia del sexo no es un episodio aislado, un argumento m¨¢s en la biograf¨ªa de los personajes, sino que sostiene el meollo de la historia". Beatriz de Moura excluye, sin embargo, aquellos relatos que cumpliendo esta condici¨®n no incorporen a los episodios l¨²bricos su desencadenante: el deseo, los sue?os, los fantasmas. En este sentido se acerca a la definici¨®n de Barthes, uno m¨¢s de los que se han empe?ado en fijar territorios entre pornograf¨ªa y erotismo, en el sentido de que no existe perversi¨®n sin intercambio simb¨®lico entre los amantes.Jos¨¦ Luis G. Berlanga est¨¢ convencido de que un rastreo por los infiernos de las bibliotecas nacionales o particulares ("Nicol¨¢s Franco ten¨ªa una de las bibliotecas especializadas m¨¢s importantes de Espa?a", afirma el cineasta) permitir¨ªa rescatar textos importantes. Sin embargo, como director literario de la citada colecci¨®n, considera que "me hace mucha m¨¢s ilusi¨®n el in¨¦dito". En esta persecuci¨®n de obras originales, Berlanga ha pedido a autores consagrados que aportaran su peque?o ¨®bolo al g¨¦nero. "Y eso es muy dif¨ªcil. No se trata de un problema de pudor. El inconveniente m¨¢s habitual que presentan es la dificultad de este tipo de narraciones a la hora de fijar el tono y, en particular, escoger el vocabulario. Seg¨²n Berlanga un vocablo inocente en Espa?a como "coger" tiene resonancias obscenas en Suram¨¦rica.
La convocatoria de un premio de novela er¨®tica le permite a Ricardo Mu?oz Suay, miembro del jurado, conocer lo que se cocina en este terreno, textos que jam¨¢s saldr¨¢n publicados, pero que permite una somera aproximaci¨®n a los temas preferidos por estos autores an¨®nimos. Tanto Mu?oz Suay como Beatriz de Moura coinciden en lamentar un exceso de "cachondeo" en los registros literarios. De Moura cree que refleja una err¨®nea actitud "hisp¨¢nica" ante el sexo y Mu?oz Suay le a?ade la sospecha de que estos autores, al amparo del humor, se justifican: "en el fondo quieren quitarle importancia, seriedad, a su trabajo narrativo".
El recurso del seud¨®nimo, por el contrario, no es visto principalmente como un camuflaje vergonzante. Salvo durante los per¨ªodos en que firmar un texto er¨®tico pod¨ªa comportar problemas legales (los historiadores documentan la primera condena expl¨ªcita por estos asuntos en 1725 cuando en la Gran Breta?a Edmund Curll fue sancionado por publicar un libro titulado Venus en el Claustro), el uso del seud¨®nimo es un juego a?adido al misterio y el placer de lo oculto y prohibido que acompa?a los rituales er¨®ticos.
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