Las nuevas retenciones
LOS ASALARIADOS espa?oles comienzan a leer en sus n¨®minas la anunciada reducci¨®n de las retenciones del impuesto sobre la renta de las personas f¨ªsicas (IRPF), y lo primero que descubren es que la amplitud de la misma parece haber encogido desde que se anunci¨® la bajada de los impuestos directos: la realidad se ha quedado por debajo de las expectativas.Con todo, la inmensa mayor¨ªa de los contribuyentes, que percibe rentas anuales inferiores a los tres millones de pesetas, se ver¨¢ beneficiada por la nueva escala de retenciones. En principio, ello favorecer¨¢ el consumo, pues lo que los asalariados perciben es un aumento del dinero disponible en la n¨®mina, aunque conviene recordar que las retenciones a cuenta son un anticipo a la Hacienda p¨²blica, y que la. liquidaci¨®n final es la que, en definitiva, cuenta, aunque para las rentas de 1988 ¨¦sta s¨®lo se realice a mediados de 1989. Pasar¨¢, pues, alg¨²n tiempo antes de saber si los responsables de Hacienda han calculado bien la bajada de las retenciones o si se han quedado cortos en sus c¨¢lculos.
En lo que no se han quedado cortos, desde luego, ha sido en la recaudaci¨®n correspondiente a 1987. Las cuentas provisionales publicadas hace unos d¨ªas muestran un aumento de los ingresos sobre lo previsto de casi 700.000 millones de pesetas, de los cuales corresponde una parte sustancial al IRPF. Este descomunal aumento de la presi¨®n fiscal ha pasado casi inadvertido incluso para la oposici¨®n, que parece m¨¢s ocupada en dirimir sus asuntos internos que en el an¨¢lisis de los problemas que afectan a la vida cotidiana de millones de espa?oles. El aumento de la recaudaci¨®n se debi¨® en parte a la aparici¨®n de decenas de miles de contribuyentes como consecuencia de la implantaci¨®n del IVA, pero tambi¨¦n, y de manera esencial, al mantenimiento, e incluso la agravaci¨®n, de las escalas impositivas en un per¨ªodo de fuerte aumento de los precios. Esta manera de actuar va en contra de las pr¨¢cticas en los pa¨ªses industrializados, y la reforma actual no hace sino remediar parcialmente una situaci¨®n a todas luces an¨®mala.
Desde el punto de vista de la regulaci¨®n econ¨®mica, la disminuci¨®n de las retenciones tendr¨¢ un efecto positivo sobre la demanda interna, estimado en su d¨ªa por los expertos del Gobierno en unos 200.000 millones de pesetas. Hay quien piensa que este efecto compensar¨¢ la posible retracci¨®n del consumo derivada de la ca¨ªda de la bolsa, con lo que lo m¨¢s probable es que el consumo privado crezca m¨¢s o menos lo mismo que se previ¨® antes del crash bursatil. Si se acepta este argumento, el problema se traslada al sector exterior de la econom¨ªa, que est¨¢ sufriendo un fuerte deterioro, debido, entre otras razones, al diferencial de crecimiento de la econom¨ªa espa?ola en relaci¨®n con la de nuestros vecinos europeos. La cuesti¨®n que se plantea es la de si esta situaci¨®n es sostenible a medio y largo plazo: la respuesta puede ser positiva cuando el diferencial proviene esencialmente, como ha sido el caso hasta ahora, del avance de la inversi¨®n privada en bienes de equipo; la cuesti¨®n es m¨¢s discutible cuando el motor del crecimiento se sit¨²a en el crecimiento del consumo, tanto p¨²blico como privado.
Lo m¨¢s razonable hubiera sido frenar el crecimiento de los gastos p¨²blicos para dejar un espacio mayor al gasto privado, pero esto parece situarse m¨¢s all¨¢ de las posibilidades de la Administraci¨®n actual, que prefiere repercutir sobre los ciudadanos sus propias ineficacias de gesti¨®n. Es posible que haya sido ¨¦sta la raz¨®n que ha motivado la prudencia de los responsables econ¨®micos a la hora de fijar las retenciones. En caso de error, siempre habr¨¢ tiempo de devolver a los contribuyentes el dinero anticipado, lo cual tiene la ventaja adicional de coincidir con la apertura del proceso electoral en 1989. En cierta medida, la sombra de las elecciones generales comienza a planear sobre la econom¨ªa.
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