Una escasez escandalosa
Se habla mucho en la izquierda occidental de la representaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres. Esto sucede porque a pesar de las constituciones democr¨¢ticas que garantizan la igualdad de derechos a los dos sexos, la presencia femenina en el sistema pol¨ªtico es muy escasa. Escas¨ªsima en las instituciones p¨²blicas centrales o perif¨¦ricas (Gobiernos, Parlamentos, consejos regionales o municipales) y escas¨ªsima en los partidos y en los sindicatos en sus niveles de direcci¨®n.Esta escasez es tanto m¨¢s escandalosa cuanto que la participaci¨®n de las mujeres en las elecciones no es m¨¢s baja que la de los hombres. (En Italia, donde el n¨²mero de mujeres es ligeramente superior al de los hombres, la participaci¨®n es tambi¨¦n ligeramente m¨¢s alta.) Lo cual quiere decir que no se puede hablar del absentismo femenino. En lo que concierne a los partidos hay que decir que el n¨²mero de mujeres afiliadas es menor que el de los hombres, pero la cantidad de mujeres elegidas para los cargos de responsabilidad interna no es proporcional al n¨²mero de mujeres afiliadas.
En los sindicatos sucede lo mismo o la realidad es todav¨ªa peor. Durante mucho tiempo,
en Italia, incluso en el Sindicato
Textil -que era pr¨¢cticamente todo ¨¦l femenino antes convertirse en el Sindicato de la Confecci¨®n, que agrupa a los trabajadores del sector textil, de la moda, a los estilistas y a los trabajadores del sector del calzado, etc¨¦tera-, solamente hab¨ªa hombres en los puestos directivos. Incluso ahora s¨®lo hay una mujer en la Secretar¨ªa Confederal de la CGIL (sindicato comunista), ninguna en la CISL (sindicato de inspiraci¨®n cat¨®lica), ninguna en la UIL (sindicato socialista).
En la secretar¨ªa del partido socialista no hay mujeres, y en la secretar¨ªa del partido comunista solamente hay una, pero s¨®lo desde hace un a?o, dentro de un total de cinco o siete componentes.
En el 40? aniversario de la Rep¨²blica Italiana, la radiotelevisi¨®n me encarg¨® preparar una emisi¨®n de una hora sobre la presencia femenina en las C¨¢maras y en los Ayuntamientos. Lo titulamos ir¨®nicamente Rep¨²blica, sustantivo masculino porque no s¨®lo nos encontramos con que las mujeres eran poqu¨ªsimas sino que vimos que nadie hab¨ªa contado nunca su n¨²mero. En aquella ocasi¨®n, por primera vez, se hizo la simple suma de todas cuantas mujeres hab¨ªan entrado en la C¨¢mara y en el Senado y anteriormente en la constituyente. A primera vista no aparec¨ªan los datos, cosa que parece incre¨ªble, aunque una investigaci¨®n permitir¨ªa encontrarlos. Nos referimos al per¨ªodo que va desde 1947 a 1976. Result¨® que el porcentaje m¨¢s alto hab¨ªa sido del 6,7% en la constituyente, despu¨¦s cay¨® a su punto m¨¢s bajo en los a?os de la mayor emancipaci¨®n en el trabajo y de mayor movimiento pol¨ªtico de la sociedad. En el a?o 1968 alcanz¨® el 2,3%. Finalmente volvi¨® al porcentaje inicial del 6,7%... Esto no hab¨ªa sido advertido porque las mujeres tienen -como ha afirmado un grupo feminista italiano muy conocido- una invisibilidad especial.
Esta invisibilidad hace que hasta ahora los sindicatos no tengan las cifras de las mujeres afiliadas en ninguno de sus sectores. Hace pocas semanas, un convenio de las mujeres del sindicato metalmec¨¢nico trabaj¨® sobre datos ofrecidos por la patronal y result¨® que en la metalmec¨¢nica las trabajadoras constituyen el 18% (un sector, como toda la industria, con problemas de ocupaci¨®n y con disminuci¨®n de puestos de trabajo, especialmente en el sector femenino). Pero el sindicato no lo conoc¨ªa.
La casa, no construida por la mujer, en ciudades inc¨®modas, no pensada por las mujeres; los gastos para la manutenci¨®n cotidiana de la familia, la asistencia a los enfermos, a los m¨¢s j¨®venes o a los m¨¢s viejos, las colas para pagar los recibos de la luz, agua, tel¨¦fono, impuestos, etc¨¦tera, todos los trabajos de servicio, en resumen, invisibles, pero nunca calculados en los balances p¨²blicos, aunque es f¨¢cil, hacerlo una vez que la figura profesional que cubre dichas actividades (maestra, asistenta, cuidadora de ni?os, enfermera, empleada de limpieza, cocinera, secretaria personal). Este trabajo invisible es el segundo trabajo para las mujeres que tambi¨¦n tienen un trabajo retribuido, y si hacen pol¨ªtica se convierte en el tercero. Un hombre que hace pol¨ªtica s¨®lo tiene uno (si la pol¨ªtica llega a ser una profesi¨®n) o dos, si adem¨¢s conserva su profesi¨®n. Para una mujer la pol¨ªtica es otro trabajo m¨¢s, casi siempre el tercero.
A continuaci¨®n apareci¨®, sobre todo en este ¨²ltimo a?o -tambi¨¦n gracias a la experiencia socialista francesa-, una fuerte pol¨¦mica en los partidos y tambi¨¦n, aunque un poco menos fuerte, en el sindicato. Es evidente que la igualdad de los derechos formales no acarrea una igualdad de los derechos reales. Es decir, aquello que nosotras llamamos, en relaci¨®n a la Constituci¨®n formal, la constituci¨®n material contin¨²a haciendo m¨¢s dif¨ªcil a las mujeres el acceso a la pol¨ªtica. ?Por qu¨¦?
La primera respuesta es que est¨¢n menos instruidas y est¨¢n menos presentes en la sociedad. Pero en Italia desde 1963 la ense?anza general b¨¢sica de ocho a?os es igual para todos y, primero por la expansi¨®n y despu¨¦s por la contracci¨®n de los empleos, ha arrojado a la mujer hacia la ense?anza superior de la misma manera que a los hombres (en el sur, parad¨®jicamente, donde la posibilidad de empleo es menor, hay m¨¢s mujeres que hombres en la Universidad). Se va a una unificaci¨®n de la preparaci¨®n profesional, al menos en las generaciones de los a?os ochenta que entran en el trabajo. Por otra parte, la presencia de las mujeres en la cifra total del empleo (el 28%, m¨¢s de siete millones) es ahora ya mucho m¨¢s alta que su presencia pol¨ªtica. Por consiguiente no s¨®lo tiene derechos formales iguales sino que tiene una instrucci¨®n an¨¢loga, y aunque ha aumentado el n¨²mero de las mujeres que tienen un trabajo, la esfera de la pol¨ªtica permanece cerrada para ellas. Las causas no son dif¨ªciles de encontrar, sigue estando a cargo de las mujeres todo el trabajo de la reproducci¨®n social. El destino biol¨®gico asigna a la mujer, el embarazo, el parto y la crianza. Pero la custodia y la educaci¨®n de los ni?os es ya algo que pertenece al terreno de las convenciones sociales. De hecho, a una cierta edad son arrebatados los hijos a la madre y pasan a la escuela, o de hecho a la figura paterna. Por el hecho de que la mujer haya dado a luz a los hijos no se deduce que deba lavar las camisas, la ropa interior y los calzoncillos del marido. Ser¨ªa quiz¨¢ m¨¢s justo que se hiciese al contrario, si se tiene en cuenta el peso de la reproducci¨®n de la especie que ella lleva sobre s¨ª. Por el contrario, parece obvio a todos que la mujer tenga que hacer de la casa, sin ser retribuida por ello, un lugar de reposo, de restauraci¨®n de la fuerza de trabajo del hombre, que se ha reservado para s¨ª la
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historia y busca en lo dom¨¦stico la necesidad de la infancia, el retomo al vientre materno.Los partidos y sindicatos tienen dos caminos posibles para reaccionar frente a esta desigualdad indiscutible de los tiempos y del trabajo social de los dos sexos. El primero -que nadie utiliza- es resolver de una vez por todas la monosexualidad femenina de los trabajos de servicio, atribuy¨¦ndolos a los dos sexos y a los servicios p¨²blicos (?ay, qu¨¦ caros ser¨ªan entonces!), haciendo as¨ª m¨¢s f¨¢cil la maternidad y el cuidado de los hijos. La segunda v¨ªa -si no se acepta emprender esta revoluci¨®n en las costumbres y en la organizaci¨®n del trabajo social-, tambi¨¦n psicol¨®gicamente extraordinaria para el hombre de izquierdas, ser¨ªa asegurar un trato preferencial para las mujeres pol¨ªticas por medio de una cuota m¨ªnima de presencia asegurada en las instancias dirigentes de los partidos y de los sindicatos y en las instituciones p¨²blicas. He o¨ªdo que en Espa?a alguien ha suscitado respecto a ello una objeci¨®n de inconstitucionalidad, como si asignar una cuota a las mujeres en las listas electorales de los partidos supusiese una discriminaci¨®n de trato basada en el sexo. ?Qu¨¦ hipocres¨ªa tan sutil! ?Qu¨¦ prodigioso machismo el del derecho y qu¨¦ manera tan pintoresca de enmascarar la desigualdad real!
La implantaci¨®n de la cuota ha suscitado en Italia discusiones ardientes. Incluso entre las mujeres. ?stas advierten dos l¨ªmites en esta opci¨®n: 1) que la garant¨ªa de la cuota viene a suplantar el cambio necesario de la organizaci¨®n del trabajo social en fiinci¨®n de las discriminaciones sexuales, que liberar¨ªa su tiempo y sus posibilidades de realizaci¨®n, tambi¨¦n fuera de la casa, y 2) que esta participaci¨®n en las instituciones p¨²blicas y en los partidos tal y como est¨¢n, tendiendo a hacer de la pol¨ªtica una t¨¦cnica, es decir, una profesi¨®n de dedicaci¨®n completa, es un elemento de la crisis de la pol¨ªtica y por tanto de la funci¨®n de representaci¨®n que obliga al pol¨ªtico a escindir lo civil y lo estatal. En esta separaci¨®n, los movimientos de mujeres ven con raz¨®n tambi¨¦n el signo de una miop¨ªa del quehacer pol¨ªtico, un horizonte siempre restringido y cada vez m¨¢s especializado, la imposibilidad de interpretar los signos de una sociedad que cambia y de la cual los pol¨ªticos se encuentran cada vez m¨¢s divorciados. A las compa?eras se les ofrece por medio de la cuota s¨®lo la posibilidad de ser como ellos, y muchas no consideran que el actual papel del pol¨ªtico sea un modelo a seguir.
Una vez afirmado lo anterior, que supone un alto grado de problernatizaci¨®n de la pol¨ªtica y que no s¨®lo explica la ausencia sino tambi¨¦n el rechazo hacia ella de algunas mujeres absolutamente emancipadas y socialmente fuertes, queda el hecho de que la cuota, modesto reconocimiento de que los sexos deber¨ªan ser dos tambi¨¦n, cuando quienes eligen son todos los ciudadanos, se convierte en la pr¨¢ctica en una opci¨®n deflagrante. Parece incre¨ªble, pero en Italia (y en Francia) ha sido as¨ª. El partido socialista ha decidido fijar en el 15% (una cuota muy baja) la representaci¨®n femenina tanto en su interior como entre sus candidatos. No lo ha alcanzado en ninguna de estas dos situaciones. Ni siquiera en los municipios. El partido comunista ha votado en su ¨²ltimo congreso por el 25%. No lo ha cumplido en su interior, aunque ha aumentado el n¨²mero de mujeres en las instancias de base y en las centrales (hasta el ingreso fatal, sin precedentes, de una mujer en una secretar¨ªa). Casi la ha alcanzado en las elecciones legislativas de 1987. Las mujeres elegidas en el Partido Comunista Italiano y en la izquierda independiente son actualmente 67. Se a?aden a ¨¦stas unas pocas socialistas, algunas democristianas, una republicana y algunas verdes. En la izquierda, por tanto, constituyen casi una tercera parte de los elegidos.
Pero eso ha sido despu¨¦s de sangrientas batallas no carentes de trampas. De hecho no se trataba de elegir al 25% de las mujeres, sino de hacer que no se eligiese o reeligiese al 25% de los hombres... Catastr¨®fico. Todos los hombres se revelaban indispensables, m¨¢s preparados, m¨¢s adaptados, m¨¢s expertos. Y esto a pesar de que las mujeres elegidas eran magistradas, abogadas, arquitectas, economistas, profesoras de universidad, etc¨¦tera. En todas las federaciones se ha debido atacar o contraatacar en medio de fuertes lamentos de los excluidos. Una sola federaci¨®n, vigorosa, fuerte e ilustrada quiso establecer una proporci¨®n del 50% con la tesis de que "al menos vosotras, mujeres, nos har¨¦is subir". Pero en diversas federaciones y en toda una regi¨®n esto no ha sido posible, y se tuvo que alcanzar la cuota eligiendo mujeres de otros lugares.
El eslogan "Mujer, vota por las mujeres" ha funcionado por doquier. Los electores -aunque fuesen varones- han demostrado ser m¨¢s abiertos que los funcionarios del partido. Las mujeres pasaron, si bien algunas federaciones dijeron astutamente: "Mujeres, s¨ª; pero las que queramos nosotros, no las que otras mujeres hayan decidido". Con este sistema las mujeres avanzadas, es decir, las m¨¢s comprometidas en la lucha a favor de sus hermanas de sexo y, por tanto, las m¨¢s dif¨ªciles de manipular, fueron excluidas a menudo de las listas. Esto es lo que tengo que decir a las amigas espa?olas: los hombres no han nacido ayer, conocen las artes de la pol¨ªtica y se baten por su sexo con tenacidad.
?Es f¨¢cil la vida de las mujeres una vez conseguida la cuota, en los partidos y en las instituciones? No. Las reglas, los m¨¦todos y las prioridades de las C¨¢maras y de los consejos las fuerzan a un m¨¢ximo de trabajo (la diputada es diligente) y presentan una fuerte falta de elasticidad respecto a la tentativa de modificar tiempos, modos y contenidos. La mujer elegida es, por otra parte, representante de "todo el pueblo", pero tiende m¨¢s a asumir trabajos minuciosos que a elaborar leyes o procedimientos que podr¨ªan cambiar la condici¨®n femenina. En tiempos de restricci¨®n de los gastos sociales, solicitar m¨¢s servicios es ir contra corriente, y es evidente que la familia, es decir, la mujer, debe suplir a lo que el Estado o el municipio no quiere hacer. As¨ª, el pabell¨®n de las 67 diputadas de izquierda, m¨¢s algunas socialistas, elegidas en Italia ha chocado contra la ley de Presupuestos sin obtener m¨¢s que alguna enmienda. Mientras, el Gobierno no ha instituido, a diferencia de otros pa¨ªses, un ministerio para la mujer; s¨®lo ha creado uno para los Asuntos Sociales, que se ha revelado, en manos de la honorable Rosa Russo Jervolino, un ministerio espec¨ªfico para la defensa de la familia. Una comisi¨®n para la igualdad de oportunidades, dentro de la Presidencia del Consejo de Ministros, ha sido atribuida a la socialista Elena Marinucci y -como dice su nombre- trata de anular alguna de las disparidades que hacen que el trabajo de la mujer est¨¦ peor pagado, que est¨¦ menos abierta la posibilidad de reciclaje cultural, que le sea m¨¢s favorable el derecho de familia. Es previsible que un d¨ªa u otro estas 70 mujeres parlamentarias, en conjunto m¨¢s numerosas que la mayor parte de los grupos de partido, abran una controversia contra el mesianismo legiferante que se ha producido y act¨²a en terrenos prevalentemente masculinos. Lo mismo sucede en los partidos y sindicatos, que hacen prodigiosas promesas en las fases congresuales y son poco proclives a mantenerlas despu¨¦s. El Partido Comunista Italiano ha aceptado a rega?adientes una Carta de las Mujeres que prefigura -dicen los bur¨®cratas- la existencia de una verdadera y aut¨¦ntica fracci¨®n femenina con relativa plataforma. Mas las mujeres no desisten. Su experiencia de lo poco que les favorece la igualdad formal de derechos se ha generalizado. Una mujer puede ser elegida por otras mujeres y dar cuenta de su trabajo, pero lo que es representar de verdad a las mujeres, eso es ya otra historia. Ya hace siglos que las mujeres -como se ha dicho- son invisibles en la esfera social. Realmente los mecanismos de la pol¨ªtica no las ven: el hombre piensa defender mejor los intereses femeninos, y ellas realmente interiorizan m¨¢s de una vez el papel de segundas: transcurrir¨¢n muchos a?os, acaso una generaci¨®n, para que la introducci¨®n de la cuota en los ¨®rganos dirigentes del partido e instituciones del Estado nos haga sonre¨ªr porque sea una cuesti¨®n superada. El d¨ªa en que los hombres y mujeres sean iguales en derechos sustanciales y posibilidades llegar¨¢ cuando el ¨ªntegro mecanismo del poder se vea obligado a cambiar hasta aceptar y lograr la diversidad femenina, que hasta ahora no ha reconocido.
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