El hombre inclinado sobre su pena
"El melanc¨®lico est¨¢ preso de ese pasado que ha dejado atr¨¢s", dice Jean Starobinski
Cuando est¨¢ de moda hablar de m¨¦todos cr¨ªticos y subjetivismo de los cr¨ªticos, conviene orientar la mirada hacia ese hermen¨¦utico suizo que dijo: "Interpretar equivale a imaginar". Jean Starobinski, pese a lo que se piensa com¨²nmente, nunca ha ejercido de psicoanalista. Eso s¨ª, lo ecl¨¦ctico de su formaci¨®n le ha abierto nuevas v¨ªas para la cr¨ªtica literaria y la teor¨ªa de la interpretaci¨®n. Se le ha considerado, junto con Poulet y Richard, un representante de la cr¨ªtica tem¨¢tica. Profesor en la universidad de Ginebra, entre sus m¨¢s destacados ensayos se encuentra el que consagr¨® a Rousseau, la transparencia y el obst¨¢culo. Actualmente est¨¢ impartiendo un curso sobre la melancol¨ªa en el Coll¨¦ge de France.
Pregunta. En el libro cuatro de las Confesiones, Rousseau evoca ese lago en el que se inscriben sus sue?os de dolor. El escultor Rodin nos muestra su Pensador. El tema de la melancol¨ªa no es nuevo para usted, ya lo abord¨® en La posesi¨®n demoniaca (Taurus, 1975) con el personaje Ajax de S¨®focles. Respuesta. Estudi¨¦ letras, despu¨¦s medicina. En el momen to de hacer mi tesis de medicina se me ocurri¨® tratar la historia del tratamiento de la melancol¨ªa. He seguido haciendo hincapi¨¦ en ese tema.
P. Incluso desde una hermen¨¦utica iconogr¨¢fica.
R. Est¨¢ claro que la imagen del hombre inclinado sobre su pena es algo tem¨¢tico, para m¨ª no se trata de evaluar las motivaciones del artista, sino de ver a qu¨¦ problemas alude la imagen. Algunas veces la imagen es convencional; otras, menos. Por otra parte, el juego con la etimolog¨ªa del Pensador inclinado nos viene legado por el lat¨ªn. ?Podr¨ªamos asociar esa postura y el pensamiento en alem¨¢n o en ingl¨¦s? No lo creo. Se han hecho recientemente estudios sobre la melancol¨ªa por ingleses y americanos. Por lo visto, las tendencias depresivas inscritas en la estructura gen¨¦tica del individuo no se traducen igual en las sociedades sometidas a otro tipo de intelectualizaci¨®n, no tenemos ese pensamiento oscuro que vuelve sobre s¨ª mismo, la culpabilidad, el arrepentimiento, etc¨¦tera; hay, por el contrario, percepci¨®n de un mundo hostil.
Tiranos cautivos
P. La manifestaci¨®n de la me lancol¨ªa se hace perceptible en la literatura, en Hoffman, Val¨¦ry, Shakespeare. En Ricardo II de Shakespeare nos encontramos con la paradoja del tirano melanc¨®lico que es tambi¨¦n cautivo.
R. Tenemos en muchos tex tos a un personaje cautivo de su imagen, est¨¢ despose¨ªdo de la apertura al mundo. Le est¨¢ veta da la capacidad de acci¨®n, de transformaci¨®n del mundo, o de su propia vida. El melanc¨®lico e aquel que, adem¨¢s de proyectar se en el reflejo, est¨¢ preso de ese pasado que ha dejado atr¨¢s. Vuelve a resucitar la falta, el error, la elecci¨®n desacertada, la frustraci¨®n... Se ha dicho que la poes¨ªa de la melancol¨ªa ha sido plasmada en la poes¨ªa burguesa En la Alemania del siglo XIX se ha interpretado el exilio interior como el confort de las almas nobles que reh¨²yen mezclarse con los asuntos del mundo. No creo que una lectura sociol¨®gica de ese tipo sea suficiente. Habr¨¢ que recordar los documentos literarios que se reclaman de las figuras m¨ªticas de Her¨¢clito. Los sat¨ªricos latinos eran v¨ªctimas de la bile noire, derramaban pena. En Juvenal y Boileau la s¨¢tira se concreta en la palabra del melanc¨®lico. Lo mismo ocurre con la s¨¢tira inglesa del siglo XVIII o con Quevedo. Hay otra fase que corresponde a la s¨¢tira: el melanc¨®lico era el objeto de la s¨¢tira del autor. Recuerde Don Quijote: el melanc¨®lico es tomado como objeto de burla por el escritor. En El mis¨¢ntropo, de Moli¨¦re, se trata de una personalidad autor¨ªtaria, tir¨¢nica. La figura del tirano melanc¨®lico la hallamos muy presente en la literatura. Por otra parte, el Felipe II de Schiller y de Verdi acaba siendo un personaje tir¨¢nico y desconsolado; sin embargo, se mueve en un mundo l¨²d¨ªco. Ahora bien, esos consuelos del melanc¨®lico est¨¢n destinados tambi¨¦n al cautivo que es v¨ªctima del tirano.
P. En la mayor¨ªa de las iconograf¨ªas tenemos, por una parte, las figuras femeninas acongojadas, desesperadas, etc¨¦tera, es una melancol¨ªa end¨®gena. Mientras que para los hombres interviene la p¨¦rdida del objeto femenino; es m¨¢s reaccional.
R. La melancol¨ªa es un sustantivo femenino; aleg¨®ricamente la suele representar una musa. De modo que el lenguaje dicta al pintor la decisi¨®n de su personaje. Dicho esto, es posible que existan otros motivos que induzcan a feminizar el personaje, ya sea en el desconsuelo, ya sea en la contemplaci¨®n. Las mujeres son entidades revestidas de carne, no son autorretratos del autor. En otros casos son figuras de pecadoras arrepentidas. Es muy frecuente hallar en la pintura emblemas de la melancol¨ªa junto con calaveras que anuncian la fragilidad de la condici¨®n humana. Han sido los psiquiatras los que han captado el fen¨®meno de la psicosis maniaco-depresiva que vemos integrada en el s¨ªndrome de la melancol¨ªa. Podemos detectarlo en el diario de Virginia Woolf, o en su novela Mrs. Dalloway, con el enigma del supuesto suicidio de la hero¨ªna. Otro aspecto es la descripci¨®n.de los d¨ªas, las horas peligrosas: a mediod¨ªa y a medianoche.
Interpretar es imaginar
A inicios de los setenta, Starobinski public¨® La relaci¨®n critica (Taurus, 1974). Se pronunciaba contra la cr¨ªtica normativa, se desentend¨ªa de la aproximaci¨®n estructuralista, apuntaba a ur. nuevo ideal de cr¨ªtica que tuviera en cuenta los registros de la estil¨ªstica, de la psicolog¨ªa y de la sociolog¨ªa...Pregunta. ?Se equivocaban los que le tachaban de psicoanalizante?
Respuesta. La tarea que incumbe al cr¨ªtico es tanto interna como externa; puede implicar el estilo, la estructura, pero tambi¨¦n la recepci¨®n, el contexto sociocultural. Es curioso observar hasta qu¨¦ punto una obra literana puede reflejar un fen¨®meno cultural, convertirse en su eco. En este caso, el estudio interno debe ser sustituido por la b¨²squeda de las correlaciones exteriores. No creo que existan m¨¦todos cient¨ªficos para la cr¨ªtica literaria. Hay escuchas diferentes, aproximaciones distintas, y sobre todo un modo determinado de plantear los problemas. Sigo pensando lo que dec¨ªa en La relaci¨®n cr¨ªtica: somos responsables en todo momento, ya sea en la elecci¨®n del objeto que queremos interpretar, ya sea en la elecci¨®n de los instrumentos por utilizar. Tambi¨¦n hay que ser conscientes del hecho de que toda interpretaci¨®n nos interpreta a su vez, nos define. Si no fuera as¨ª, la interpretaci¨®n carecer¨ªa de inter¨¦s.
El valor de las palabras
P. Ha dicho que interpretar era imaginar.
R. S¨ª, pero con la apoyatura de disciplinas de control. No hay que infravalorar la psicolog¨ªa; tampoco hay que eludir los contrasent¨ªdos. Para comprender el primer sentido hay que conocer el valor de las palabras.
P. Tambi¨¦n ha hecho usted hincapi¨¦ en la historia sem¨¢ntica.
R. Me interesa ver de qu¨¦ manera se ha formado un concepto, por ejemplo, en un momento dado nostalgia ha sido forjado para definir la a?oranza del pa¨ªs de los soldados suizos, ha pasado a convertirse en una palabra con detino europeo. El concepto de civilizaci¨®n ha irrumpido en el siglo XVIII, y ha sido tratado de diversas maneras hasta llegar a hoy. El trat¨¢miento, el uso de las palabras, su evoluci¨®n: eso me interesa. Pienso trabajar muy pronto sobre la noci¨®n de acci¨®n / reacci¨®n; el t¨¦rmino ha sido creado en la Edad Media, ha sido recuperado por los f¨ªsicos, ha sido aplicado metaf¨®ricamente a los acontecimientos hist¨®ricos. En el momento en que hizo su aparici¨®n la idea de progreso, la palabra reacci¨®n se ha cargado de un sentido negativo de retrogradaci¨®n.
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