El juego de las expectativas
Sin aclarar de? todo el panorama, las primarias de New Hampshire han despejado considerablemente el camino electoral norteamericano. A ello han contribuido dos particularidades interesantes del sistema pol¨ªtico de EE UU, ambas intangibles y ambas de importancia capital: por una parte, el juego de las expectativas, y, por otra, la inexplicable trascendencia de las dos primeras escaramuzas de lowa y New Hampshire.Un candidato a la presidencia norteamericana tiene que ser capaz de predecir ante la opini¨®n p¨²blica exactamente c¨®mo va a quedar y cu¨¢l va a ser el porcentaje del voto que obtenga en una primaria o en un caucus. Puede no ganar, pero tiene que haber explicado previamente que que dar¨¢ segundo o tercero y por cu¨¢nto. Adem¨¢s, tiene que impedir que se espere demasiado de ¨¦l o que irrazonablemente se pretenda que gane donde no puede hacerlo. ?sa es su expectativa de comportamiento electoral. Si acierta, su credibilidad se multiplica y sus afirmaciones posteriores relativas a subsiguientes confrontaciones electorales influyen en la opini¨®n p¨²blica y refuerzan la avalancha de su ¨¦xito. Si, por el contrario, yerra, el efecto multiplicador opera en sentido negativo: los media y los sondeos se cebar¨¢n en las malas perspectivas de su futuro pol¨ªtico.
'Supermartes' desmitificador
Es de preverque este juego de expectativas influir¨¢ especialmente en el supermartes, cuando est¨¦n en juego simult¨¢neo los votos de 20 Estados.
Pero este mismo supermartes, que se celebra por primera vez en la historia constitucional de EE UU el pr¨®ximo 8 de marzo, debe tener un efecto desmitificador sobre la trascendencia del caucus de lowa y de la primaria de New Hampshire. Ambas confrontaciones, la una en un peque?o Estado agr¨ªcola y la otra en un peque?o Estado tan conservador que dif?cilmente representa gran cosa en el panorama pol¨ªtico, han sido siempre unas pruebas de fuego algo paranoicas: todos dicen que son absurdas, que no deber¨ªan influir en absoluto, y, sm embargo, tradicionalmente, hacen y deshacen candidatos.
La decisi¨®n de establecer el supermarles responde precisamente al deseo de limitar los efectos de Iowa y de New Hampshire, sobre la base de que 20 pueden m¨¢s que dos y de que un tercio de compromisarios elegidos el 8 de marzo pesa m¨¢s que el 2% escaso designado en los dos Estados del Norte. Ser¨ªa saludable que los votos de los sure?os contribuyeran a reducir el efecto exagerado y ciertamente estereotipado de las dos peque?as comunidades del Medio Oeste septentrional, y, aunque es imposible predecir ahora lo que ocurrir¨¢ dentro de tres semanas escasas, el supermartes podr¨ªa revolucionar el sistema electoral americano.
Los dem¨®cratas
Sea como fuere, se dir¨ªa que, tras la primaria de New Hampshire, los candidatos dem¨®cratas empiezan a decantarse. Y, como consecuencia de ello, contrariamente a lo que se ha venido sugiriendo, podr¨ªa ocurrir que no se llegara en julio a la convenci¨®n de Atlanta con una situaci¨®n fragmentada, es decir, con muchos aspirantes a¨²n en liza (lo que hubiera favorecido la designaci¨®n como candidato dem¨®crata de un personaje pol¨ªtico no involucrado directamente en la campa?a; los gobernadores Bradley o Cuomo, por ejemplo).
El dem¨®crata que al principio era el m¨¢s llamativo, Gary Hart, parece haber perdido toda oportunidad y su campa?a se ha hundido en un marasmo financiero y moral del que no va a poder salir. Hart ha dicho cosas refrescantes, pero su originalidad como yuppie ha dejado de ser atractiva: ha ofendido demasiado el sentido conservador de lo correcto que tiene el norteamericano medio. Y, adem¨¢s, se ha quedado sin dinero.
Jesse Jackson, tras arrastrar a la mayor¨ªa del voto de color (cosa que no le ocurri¨® en las anteriores elecciones presidenciales), ve crecer su popularidad en el electorado blanco. Estados Unidos no est¨¢ preparado para tener, o siquiera plantearse tener, a un presidente negro. Por ello, Jackson, en la convenci¨®n de Atlanta, ser¨¢ solamente, pero nada menos que, el detentador de un formidable bloque de votos por cuyo endoso luchar¨¢n los dem¨¢s candidatos.
Se dir¨ªa que Babbitt y Gore han ca¨ªdo v¨ªctimas de New Hampshire, uno, por falta de fondos, y el otro, porque sus modestos resultados nb le permitir¨¢n aprovechar el 8 de marzo los apoyos de que dispone en el Sur.
Los verdaderos triunfadores ,n New Hampshire son el gobernador Michael Dukakis y Gephardt, y posiblemente Simon. Pero su futuro se decide en el supermartes.
Los republicanos
George Bush, que, con su hum¨ªHante tercer puesto en Iowa, hab¨ªa defraudado sus expectativas de quedar segundo, ha vuelto a encarrilar su campa?a al derro.tar a Dole por el esperado margen del 10%. La lucha por la nominaci¨®n republicana parece ceflirse a estos dos hombres, una vez que la popularidad algo marginal y pasional del ex predicador Robertson ha quedado circunscrita a l¨ªmites m¨¢s racionales.
En estas circunstancias, sin embargo, el supermartes, que debe favorecer al vicepresidente (Bush cuenta en el Sur con m¨¢s dinero y mejor organizaci¨®n que Dole), no decidir¨¢ la carrera republicana. Quedar¨¢n por votar muchos Estados en los que Dole tiene fuerza. La inc¨®gnita que despejar es la de por cu¨¢l de los dos candidatos se decidir¨¢ finalmente el presidente Reagan; su endoso ser¨¢ fundamental en los tramos finales de la carrera hacia la Casa Blanca, en una elecci¨®n en la que los protagonistas son m¨¢s las personalidades que los grandes temas candentes. ?
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