?Se acaban los curas?
?ltimamente se est¨¢n multiplicando, sobre todo en nuestra Prensa semanal, encuestas sobre la situaci¨®n del clero cat¨®lico en Espa?a. Y es que una naci¨®n como la nuestra, que durante tanto tiempo se ha permitido el lujo de exportar curas a todas las partes del mundo, ahora va careciendo del personal m¨¢s elemental para cubrir las urgencias m¨¢s perentorias en su propio suelo. Y as¨ª acabamos de ver que en Asturias ha fallecido recientemente, a los 107 a?os, un cura que todav¨ªa estaba en activo. Quiz¨¢ sea ¨¦ste el sector del pa¨ªs en donde no hay la menor posibilidad de paro a ojos vista.Muchas razones se est¨¢n dando de esta carencia, pero la principal, sin duda, es el inevitable cambio de modelo. Hasta hace muy poco ha tenido vigencia el modelo de iglesia-cristiandad, que se distingu¨ªa por su perfecta adecuaci¨®n entre poder civil y religioso. El poder civil recib¨ªa su legitimaci¨®n de la Iglesia, la cual ve¨ªa compensadas sus bendiciones con la emergencia de la figura sociol¨®gica de un cura-funcionario que llenaba un hueco esperado en la sociedad. Pero la iglesia-cristiandad entr¨® en crisis hace ya mucho tiempo; yo dir¨ªa que desde el tiempo de la Ilustraci¨®n, aunque en Espa?a, por su negativa a incorporarse a la modernidad, no se not¨® gran cosa y pudo ir tirando el viejo modelo, no sin algunos quebrantos notables. Pero el triunfo de los sublevados en 1936 le volvi¨® a dar una inyecci¨®n de vida que dur¨® hasta pr¨¢cticamente el cese del r¨¦gimen anterior.
Ya en los a?os del tardofranquismo, cuando en realidad se iniciaba la transici¨®n en Espa?a, se produjo en el ¨¢mbito de la Iglesia cat¨®lica una inesperada revoluci¨®n: el Concilio Vaticano II. All¨ª se arrumb¨® el modelo de iglesia-cristiandad y se le sustituy¨® por el de iglesia-pueblo de Dios. Seg¨²n este nuevo modelo (que no era nuevo, sino retomado de los propios or¨ªgenes del cristianismo), la Iglesia se pon¨ªa al nivel de la sociedad, y no del Estado; su misi¨®n era la de ser una voz prof¨¦tica en un mundo libre. S¨®lo ped¨ªa libertad de expresi¨®n y de ejercicio para s¨ª misma, como para todas las dem¨¢s voces humanas. A trav¨¦s del gran documento La Iglesia en el mundo (Gaudium et spes), la Iglesia tiraba por la borda siglos de connivencia con los poderes de este mundo y se aten¨ªa solamente a la fuerza del Esp¨ªritu.
L¨®gicamente, en este nuevo modelo, la figura cl¨¢sica del cura recib¨ªa un fuerte golpe. Ya no pod¨ªa actuar como el funcionario ¨¦tico de la sociedad civil. Se ten¨ªa que poner en la cola de la vida, como los dem¨¢s ciudadanos. Esto produjo un baj¨®n en las filas del clero cat¨®lico, que en un alto porcentaje opt¨® por la secularizaci¨®n o reducci¨®n al estado laical. Y no se trataba solamente del celibato, ya que, seg¨²n buenas encuestas, la mayor¨ªa de los curas que se han ido lo han hecho por no encontrarse a gusto en su ministerio, y solamente despu¨¦s se han planteado el problema del matrimonio. Y es que en una sociedad ilustrada no encaja la figura del viejo modelo de cura. Sin embargo, en la zona del mundo donde la Iglesia cat¨®lica es mayoritaria -a saber, en Am¨¦rica Latina- es donde existe una mayor demanda de un deseado nuevo tipo de clero, que por ahora es sustituido por miles de agentes de pastoral, o sea, laicos que realizan casi todas las funciones. antes reservadas a los curas. Lo ¨²nico que se les veda es presidir la eucarist¨ªa y administrar el sacramento de la penitencia. Los cat¨®licos latinoamericanos est¨¢n pidiendo a voces que a estos excelentes l¨ªderes locales de sus comunidades eclesiales les sean impuestas las manos episcopales de una vez, y que as¨ª se conviertan en el nuevo modelo de curas a la medida de la irreversible tipolog¨ªa de la Iglesia salida del Concilio Vaticano II y reafirmada en Medell¨ªn (Colombia) y Puebla (M¨¦xico) por las propias jerarqu¨ªas cat¨®licas del subcontinente latinoamericano.
Por el contrario, en el Viejo Mundo todav¨ªa se intenta una operaci¨®n expresamente condenada en el evangelio: echar un remiendo de pa?o nuevo a una tela vieja. No se ataca el problema de frente, y se aprovecha la situaci¨®n de timidez y de desilusi¨®n de parte de la juventud para volverle a infundir el sue?o de la reconstrucci¨®n de una nueva cristiandad. No siempre se presenta el problema tan agudamente como en el caso del obispo franc¨¦s Marcel Lefebvre, el cual, cuando estuvo en Barcelona en 1984, declar¨® a la revista El Ciervo su opini¨®n clara y tajante sobre el Concilio Vaticano II: "Es el mayor esc¨¢ndalo que ha existido jam¨¢s en la historia de la Iglesia. Nosotros rechazamos entrar en esta empresa de demolici¨®n. La historia juzgar¨¢ al concilio como el acontecimiento m¨¢s doloroso y m¨¢s siniestro de la historia de la Iglesia. Sat¨¢n puede alegrarse: su triunfo no fue jam¨¢s completo. Los insensatos han dominado; de ah¨ª la inmensa cat¨¢strofe que representa este concilio. Si los castigos son a la medida de estos adulterios, podemos pensar que ser¨¢n crueles". Para los lefebvrianos, el Vaticano II est¨¢ impregnado de protestantismo, de modernismo y de marxismo, negando la doctrina tradicional de la Iglesia.
Por eso, si ahora, seg¨²n parece, hay una reconciliaci¨®n entre el Vaticano y Lefebvre, no podemos evitar que entre los cat¨®licos se produzca una enorme confusi¨®n: ?se obligar¨¢ a Lefebvre a retractarse plenamente de su rechazo a todo un concilio ecum¨¦nico? ?O se le permitir¨¢ seguir siendo el fustigador interno de la mayor revoluci¨®n del cristianismo en tiempos modernos? En Espa?a misma vemos que ciertos nombramientos de altos cargos eclesi¨¢sticos se aproximan en el fondo a la tesis de Lefebvre. Con esto parece que se pretende indicar que la escasez de curas se va a remediar con el procedimiento del remiendo de lo nuevo en lo viejo. Y a fe que en parte de nuestra juventud desencantada no va a caer en el vac¨ªo la ilusi¨®n de vestir un uniforme eclesi¨¢stico y de ser considerado el padre de un grupo de fieles incondicionales. Pero el pueblo y la sociedad estar¨¢n cada vez m¨¢s lejos de poder recibir los aires frescos del evangelio.
La ¨²nica esperanza es que, en un viaje de vuelta (quiz¨¢ con motivo del V Centenario), los latinoamericanos vengan a la tierra de sus descubridores a proclamar ese evangelio de los pobres que con tanta profundidad y tanto ¨¦xito popular extienden por aquellas inmensas tierras de la otra orilla del Atl¨¢ntico.
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