Corazonadas de AP
LA ELECCI?N de Hern¨¢ndez Mancha como sucesor de Fraga, hace un a?o, tuvo mucho de apuesta. Era tal el desconcierto en la derecha por la repetida victoria socialista de 1986 que los aliancistas se dejaron ganar por un entusiasmo precipitado. Al dar su confianza a Hern¨¢ndez Mancha obedecieron a una especie de corazonada. Tal vez las cosas ir¨ªan con ese chico. Transcurridos 12 meses, en los que han ocurrido episodios como el rid¨ªculo de la moci¨®n de censura -que se pretendi¨® plataforma de lanzamiento y result¨® tobog¨¢n hacia las aguas heladas de la frustraci¨®n-, no parece que la estatura pol¨ªtica del sucesor haya aumentado. No, al menos, desde el punto de vista de su credibilidad como candidato a hacer sombra a Felipe Gonz¨¢lez. La ascensi¨®n de Su¨¢rez en las encuestas ha aumentado el desconcierto. Y con ¨¦l, la tentaci¨®n de sucumbir a nuevas corazonadas.Es en ese paisaje donde cabe encuadrar los movimientos de sectores de la derecha orientados a buscarle un sucesor a Hern¨¢ndez Mancha. El presidente de Castilla y Le¨®n, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, parece el favorito de esos sectores en las ¨²ltimas semanas. Aznar, por su parte, no dice ni que s¨ª ni que no, pero se deja halagar. De la generaci¨®n de j¨®venes cachorros de la derecha aparecida a comienzos de los ochenta, ¨¦l es uno de los m¨¢s brillantes, y cuenta con el aval de Miguel Herrero y Rodr¨ªguez de Mifi¨®n, una figura que guarda todav¨ªa relieves intelectuales en el marasmo del conservadurismo. Las capacidades de Aznar, grandes o peque?as, se distinguen de las eventuales aptitudes de otros aspirantes por el hecho de haber tenido ocasi¨®n de contrastarse electoralmente y en la gesti¨®n p¨²blica. Obtuvo unos buenos resultados -aunque no excepcionales: AP perdi¨® siete esca?os respecto a 1983- en las elecciones auton¨®micas de junio pasado, y su acci¨®n de gobierno en el Ejecutivo regional ha sido apreciable.
De ah¨ª la relativa expectaci¨®n despertada por su intervenci¨®n del lunes en el Club Siglo XXI de Madrid. Por una parte, constat¨® que todo sigue m¨¢s o menos igual, en cuanto a expectativas de su partido, a?o y medio despu¨¦s de la dimisi¨®n de Fraga. Por otra, propuso la celebraci¨®n de un congreso extraordinario que estimule la reflexi¨®n de AP en los terrenos ideol¨®gico, estrat¨¦gico y organizativo. Sin embargo, a la hora de avanzar pistas sobre el proyecto que podr¨ªa dar sentido a esa reflexi¨®n, apenas fue m¨¢s all¨¢ -excepto en lo organizativo- de lo que dicen cada d¨ªa todos los dirigentes de su partido, manchistas o no: que hay que buscar la identidad por el lado de la ideolog¨ªa liberal; que AP debe dirigir una alternativa del conjunto del centro-derecha, aproxim¨¢ndose a los regionalistas y a otras corrientes opuestas al socialismo gobernante; que hay que recuperar para el partido a Herrero y dem¨¢s derrotados del ¨²ltimo congreso.
Tampoco descubri¨® ning¨²n mediterr¨¢neo alencarecer la necesidad de "ceder poder a la sociedad civil" -inevitable ep¨ªtome de todo discurso de un tiempo a esta parte y cuya conversi¨®n en t¨®pico amenaza con vaciarlo de todo contenido- o al denunciar los peligros que para la fortaleza del sistema democr¨¢tico puedan deducirse de la aton¨ªa parlamentaria, el descr¨¦dito del poder judicial o la falta de credibilidad de la televisi¨®n p¨²blica. Pensar que el nominalismo de evocar la ideolog¨ªa (o el talante) liberal -otra cl¨¢usula de estilo inevitable- basta para conjurar esos peligros resulta ingenuo y constituye, en todo caso, escaso bagaje,para poder hablar de proyecto diferente al en carnado, mal que bien, por Hern¨¢ndez Mancha.
?ste se ha apresurado a aceptar la hip¨®tesis de un congreso antes de que finalice el a?o, asegurando que ¨¦l mismo lo hab¨ªa propuesto antes que nadie. La cuesti¨®n est¨¢ en si ese congreso ser¨¢ de revancha para los derrotados del anterior o de reafirmaci¨®n de la apuesta entonces realizada. Un previsible nuevo fracaso de AIP en las'elecciones catalanas favorecer¨ªa lo primero. Especialmente si es convocado en los meses inmediatos. De ah¨ª la prisa que se han dado los de Herrero en poner la cuesti¨®n sobre la mesa.
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