Europa, vertebrada
El eje Bonn-Par¨ªs-Madrid est¨¢ ya en marcha, y con ¨¦l, una nueva teor¨ªa sobre la construcci¨®n pol¨ªtica europea. Quiz¨¢ podr¨ªa resumirse as¨ª la lecci¨®n fundamental de lo sucedido en la cumbre de Bruselas de jefes de Estado y de Gobierno de los pa¨ªses de la OTAN, reuni¨®n en la que, por vez primera, Felipe Gonz¨¢lez asumi¨® sin reparos la doctrina de la disuasi¨®n nuclear que predica la Alianza.Para los espa?oles, poco habituados todav¨ªa a las concepciones que sobre seguridad y defensa imperan en el continente, las pol¨¦micas sobre el futuro de los cohetes nucleares resultan suficientemente abstrusas. Tendemos a enfocarlas desde un punto de vista exclusivamente moral -y la inmoralidad de un arma capaz de destruir a la humanidad, como es la at¨®mica, parece obvia-, pero se nos escapan con frecuencia los aspectos pol¨ªticos de la cuesti¨®n. En realidad, sucumbimos al espejismo de creer que esos misiles son militarmente efectivos, cuando resultan las primeras armas que el hombre ha inventado con el inconfesado destino de no ser utilizadas jam¨¢s. Pasa a la p¨¢gina 11
Europa, vertebrada
Viene de la primera p¨¢ginaAhora, las discusiones sobre el desarme est¨¢n enmarcadas por una realidad planetaria que todav¨ªa no ha digerido suficientemente el mundo: el cambio en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y su ¨¢rea de influencia, anuncia alg¨²n tipo de democratizaci¨®n de sus estructuras pol¨ªticas y econ¨®micas. Hay mucha discusi¨®n sobre la fiabilidad del proyecto de Gorbachov, pero muy poca sobre los efectos inmediatos en la cultura pol¨ªtica occidental de un eventual triunfo de la perestroika. Por decirlo de alguna manera, a la pregunta de si queremos los occidentales que Gorbachov triunfe, supere las contradicciones y obst¨¢culos internos que se le enfrentan y promueva un cambio de las dimensiones que prometa, la respuesta m¨¢s frecuente es la afasia. Porque toda la pol¨ªtica, la econom¨ªa, la defensa, la geoestrategia, el reparto del mundo y la pasi¨®n intelectual de esta segunda mitad de siglo han venido marcados en Occidente por la convicci¨®n inamovible de que Rusia es el enemigo.
En torno a esta definici¨®n se ha construido trabajosamente, a lo largo de d¨¦cadas, una doctrina de seguridad que justifica el gasto de cientos de miles de millones de pesetas en la construcci¨®n de armas costos¨ªsimas, terriblemente mort¨ªferas y absolutamente in¨²tiles desde el punto de vista militar. Esta doctrina -denominada de mutua destrucci¨®n asegurada- se encuentra en la base de la llamada respuesta flexible de la OTAN, que oculta, bajo eufemismo tan particular, la decisi¨®n de responder con un ataque nuclear a toda agresi¨®n sovi¨¦tica en Centroeuropa, aunque esta sea hecha mediante armamento convencional. Los detractores de dicha pol¨ªtica olvidan con frecuencia que, a decir verdad, Europa conoce el m¨¢s largo per¨ªodo de paz de su historia en gran parte gracias a ella; y es plausible suponer que el fantasma de la guerra nuclear ha alejado otras amenazas ominosas, como la del empleo masivo de armas qu¨ªmicas o bacteriol¨®gicas. Pero quienes apoyan la disuasi¨®n nuclear no reparan en el car¨¢cter perverso de una pol¨ªtica que s¨®lo garantiza la supervivencia a base de prometer el holocausto general, y que ha mantenido, en efecto, la paz en Europa a costa de condenar a m¨¢s de la mitad de ¨¦sta a una existencia privada de libertad y sometida a los dictados absolutos de la potencia sovi¨¦tica.
Ha sido Gorbachov el que ha venido a romper las reglas de un juego lleno de naipes, marcados y que hab¨ªa servido durante d¨¦cadas para que las burocracias de los imperios, y las complejos militar-industriales que las animan, organizaran la partida en tomo a esas dos cuestiones hasta ahora indubitables: Europa seguir¨ªa dividida en dos bloques y la garant¨ªa nuclear de su seguridad ser¨ªa tambi¨¦n, de paso, la consolidaci¨®n de esa divisi¨®n. Pero despu¨¦s de los acuerdos de Washington sobre eliminaci¨®n de cohetes de alcance intermedio, Europa no podr¨¢ seguir aceptando el juego como hasta ahora. La concentraci¨®n en la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA) de tina gran cantidad de armas nucleares de corto alcance ha llevado a gran parte de la opini¨®n p¨²blica a solicitar la desaparici¨®n tambi¨¦n de esos cohetes, temerosos muchos de que un conflicto b¨¦lico en Centroeuropa pueda quedar ahora reducido al teatro germ¨¢nico. Las tensiones neutralistas y antinucleares en la RFA han subido de tono, y tambi¨¦n la importancia del papel del Este. En el espacio de pocos meses, no s¨®lo Honecker ha viajado a Bonn, sino que el m¨¢s furibundo anticomunista que pueda imaginarse, el l¨ªder b¨¢varo Franz Josef Strauss, se traslad¨® a Mosc¨² en un acto sin precedentes. Los temores de que Estados Unidos hubiera comenzado una estrategia de abandono de la defensa militar europea, y el convencimiento de que los cambios en los pa¨ªses socialistas -de los que lo sucedido en Praga puede ser un primer ejemplo- facilitar¨¢n quiz¨¢ una nueva concepci¨®n de Europa, se encuentran detr¨¢s de todos estos movimientos. En el horizonte lejano, pero vecino a los sentimientos de millones de alemanes, permanece el problema de la reunificaci¨®n del pa¨ªs.
En semejantes circunstancias, la integraci¨®n de Espa?a en las Comunidades Europeas y en el sistema militar de la Alianza ha supuesto una novedad m¨¢s trascendente de lo que nuestra propia opini¨®n p¨²blica percibe. Acostumbrados a las monsergas franquistas sobre la voluntad de imperio y presas de un secular complejo de inferioridad ante lo extranjero, los espa?oles aceptamos con dificultad el reconocer que, efectivamente, hoy nuestro pa¨ªs se est¨¢ convirtiendo en una potencia europea. Espa?a ofrece, en lo econ¨®mico, unas perspectivas de crecimiento relativamente superiores a las del resto de los pa¨ªses de la CE, y en lo estrat¨¦gico, una profundidad geogr¨¢fica que hasta ahora no ten¨ªa la OTAN. Por demograf¨ªa, por territorio, por capacidad de desarrollo y por estabilidad pol¨ªtica, nuestro pa¨ªs cuenta, y mucho, en Europa. Por si fuera poco, Felipe Gonz¨¢lez es el ¨²nico ejemplo de un gobemante europeo socialista s¨®lidamente asentado -lo que en la internacional de ese apellido le vale apoyos multiplicados-, y su pol¨ªtica exterior relativamente aut¨®noma de Washington, am¨¦n de las relaciones privilegiadas con Am¨¦rica Latina, no hacen sino sumar puntos con vistas a los colegas de la Comunidad y la Alianza. En el tema del desarme nuclear, Gonz¨¢lez ha apoyado con ¨¦nfasis las posiciones alemanas occidentales, muy reticentes a la modernizaci¨®n (eufemismo que encubr¨ªa la potenciaci¨®n) del armamento de corto alcance en la RFA, y enfrentadas hasta hace poco con las francesas y brit¨¢nicas. Ha sido Mitterrand quien ha roto el equilibrio, sum¨¢ndose tambi¨¦n ¨¦l a las opiniones de Bonn. Pero no se trata de una actitud inocente del viejo estadista franc¨¦s, que se apresta a correr la campa?a por su segundo mandato presidencial. Los asesores del El¨ªseo se hallan preocupados con los escarceos que Bonn se permite con el Este y se esfuerzan por atraer a la RFA hacia posiciones occidentales n¨ªtidas en el compromiso de la construcci¨®n europea. Mitterrand ha insistido con frecuencia en que todo este proceso comenz¨® con ta reconciliaci¨®n franco-alemana occidental, y es preciso proft¨ªndizar en ella si se quiere continuar adelante. Las recientes celebraciones de esa reconciliaci¨®n han sido principalmente instrumentadas por la diplomacia gala, ante las reticencias oficiales germanas. El El¨ªseo se esfuerza por arrimar m¨¢s y m¨¢s a Bonn a la orilla atl¨¢ntica, y necesita un aliado que no despierte sospechas y que al tiempo no sea s¨®lo un convidado de piedra. ?Qui¨¦n mejor que este todav¨ªa joven socialista gobemante de Espa?a, capaz de echar a los norteamericanos de Torrej¨®n, hacer permanecer a su pa¨ªs en la OTAN mediante un ref¨¦r¨¦ndum, se?or de un territorio oficialmente desnuclearizado y dirigente de un pa¨ªs que ha mantenido siempre buenas relaciones con la RFA? Los italianos son buenos para extender su dominio econ¨®mico por el continente, pero la debilidad de su estructura pol¨ªtica -sin ning¨²n liderazgo evidente- les hace subsidiarios de Washington en materia de defensa. Los brit¨¢nicos siguen siendo privilegiados embajadores de la pol¨ªtica norteamericana. La especial relaci¨®n de Madrid con la Alianza le es tambi¨¦n ¨²til a Par¨ªs a la hora de justificar sus propios peros. Y Gonz¨¢lez sabr¨¢ pagar, adem¨¢s, como es debido la cooperaci¨®n francesa prestada en la lucha contra ETA. Por otra parte, se mantienen los proyectos del misil t¨¢ctico franco-brit¨¢nico y se progresa en la construcci¨®n del t¨²nel ba o el canal de la Mancha, mientras que Madrid aceptar¨¢ sin dificultades la hegemon¨ªa gala en el norte de Africa. Nadie le va a discutir a Mitterrand, en semejante situaci¨®n, su. car¨¢cter de l¨ªder en la construcci¨®n de una Europa todav¨ªa absorta ante los nuevos desarrollos en Mosc¨² y Washington.
A estas alturas, no existe ya ninguna duda sobre el hecho de que Felipe Gonz¨¢lez ha aceptado plenamente su parte de responsabilidad en el juego. Su proximidad a las tesis alemanas occidentales en torno a los cohetes de corto alcance le hab¨ªa valido ya merecer la atenci¨®n de Mosc¨² como un interlocutor nuevo y diferente, y eso se puso de manifiesto en la reciente visita del ministro de Exteriores sovi¨¦tico, precisamente a la RFA y a Espa?a. La novedad del caso es el conocimiento de que Espa?a cuenta como voz aut¨®noma en un proyecto de construcci¨®n de Europa. El propio Gonz¨¢lez tendr¨¢ oportunidad de expresar sus capacidades al respecto cuando desempe?e la presidencia de las Comunidades, en el primer semestre del a?o que viene. Y frente a ese proyecto, que podr¨ªa adem¨¢s acelerar la inclusi¨®n de nuestro pa¨ªs en el sistema monetario del continente, la oposici¨®n no exhibe ninguna alternativa que no sean las declaraciones en Italia de Jordi Pujol, alimentadas por una benevolencia ideol¨®gica hacia el papel de la OTAN, pero hu¨¦rfanas de informaci¨®n sobre lo que est¨¢ sucediendo en los pasillos del cuartel general.
El escenario internacional ha cambiado de drama desde que Gorbachov ocupa el Kremlin. Y en la nueva tramoya, el eje Bonn-Par¨ªs-Madrid pretende ser una espina vertebral de Europa. ?Ay, si Felipe Gonz¨¢lez tuviera. las cosas igual de claras, a la hora de saber lo que necesita este pa¨ªs para arreglar sus contenciosos internos!
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