El borbollismo ilustrado
Siempre ocurre lo mismo. En los tiempos de crisis, la clase pol¨ªtica adopta un papel ilustrado y, como disc¨ªpulos de S¨®crates y Ortega, se pone a presumir de sus dudas, de su humildad y su regusto por el arte y, la reflexi¨®n intelectual. La huella de Aza?a hace estragos en los peores momentos. ?Pero he hablado de crisis? ?Crisis en un pa¨ªs pr¨®spero y en alza donde el paro no es. m¨¢s que un producto del oc?o mal entendido? No. El Mahler de Guerra y el Kundera de Gonz¨¢lez han pasado a la historia. Ahora result a que tenemos entre las filas auton¨®micas a un fil¨®sofo, humanista, pensador melanc¨®lico que, como S¨¦neca -su paisano-, est¨¢ dispuesto a abrirse las mu?ecas en un ba?o caliente, al tiempo que pregona: "El que manda est¨¢ siempre solo". O sea, De la Borbolla.Apariencias
Las apariencias enga?an, y quiz¨¢ nos precipitamos al juzgar aeste hombre por sus mofletes de la dehesa, por su tendenci,a al "cantimpalo" y por su incondicional adhesi¨®n a Roc¨ªo Jurado y al ritmo por sevillanas. Ahora que su final se aventura en los presupuestos pol¨ªticos -aunque no hay que fiarse-,nos sale con la m¨¢xirna humanista que deja corto a Montesquieu. La filosofia espa?ola casi siempre ha sido una tierra de nadie en donde se han parapetado el periodista y el pol¨ªtico que no han llegado a alcanzar sus objetivos de poder. La experiencia de la vida p¨²blica la han sabido verter en los discursos morales para su autocomplacencia y para convencer a los dem¨¢s de su raz¨®n truncada. As¨ª marcha nuestro pensa miento. Mientras Schopenhauer, Jul¨ª¨¢n Mar¨ªas. Y ahora De la Borbolla.
De la Borbolla -acostumbr¨¦monos a partir de hoy a no llamarle Pepote, pues dif¨ªcil ser¨ªa que con ese nombre entrase en los anales del pensamiento- quiere intentar la independencia. Quiere seguir gobernando sin mandar, o sea, sin ser el capitoste del partido. Quiere demostrar su carisma ante el pueblo a costa de su soledad. Proyecto arduo y dificil a estas alturas, cuando ya se le ha calado por todos los frentes. El ¨²nico que le queda es el de la queja, la huida hacia delante y la di¨¢spora de la elucubraci¨®n verborreica. Ha destituido al ¨²ltimo guerrista qu¨¦ le quedaba en el Gobierno. ?l sabr¨¢ lo que hace, pero ni el poder absoluto ni la ciudadan¨ªa se lo explican muy bien. Andaluc¨ªa est¨¢ un poco quemada de tanto senequismo de pasillo. Se sospecha que detr¨¢s de ese falso honor se oculta un buen despacho de abogados, como el de su antecesor, o un farolazo sobre el m¨¢rmol de la mesa de su taberna.
Poder¨ªo
La verdad es que De la Borbolla se ha mantenido en lanza contra uno de los grupos pol¨ªticos m¨¢s fuertes del poder¨ªo. Fiel a la her¨¢ldica auton¨®mica, se- manifiesta como un le¨®n -o los dos juntosazuzando al herc¨²leo Alfonso Guerra. Pero tambi¨¦n ha gobernado de espaldas a la reivindicaci¨®n m¨¢s apremiante de su pueblo:- la reforma social y la cultura. Para nada se ha notado su filosof¨ªa. Su empaque antropol¨®gico ha estado m¨¢s cerca del "yupismo" sevillano -chaqueta azul y corbatilla burdeos- que de la tradici¨®n ar¨¢bigo-romana de sus gentes. Y el andaluz lo sabe y siente su tierra por encima de las rencillas miniestatales. Su chovinismo -que lo tiene- le pasa por alto las batallitas partidistas y la soledad de Borbolla.
Como fil¨®sofo, perdone que le diga, presidente, "ful de Estambul". M¨¦tase a poeta, que en su tierra -la m¨ªa- hay 200.000 y as¨ª disimula
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