Placer, tabaco, educaci¨®n
La libertad quiz¨¢ sea el primer placer de la vida; el placer, una de sus primeras sensaciones. Las suaves caricias con los dedos, el contacto con los, labios, los juegos con la lengua, los sabores nuevos nos hacen a?orar la ni?ez, tambi¨¦n la juventud y la vejez y, por qu¨¦ no, las galopadas por las verdes praderas del lejano Oeste a lomos de un pura sangre que nos acerca a. otros placeres escondidos: el cigarrillo y la compa?¨ªa de la pensona que nos ama.Hay en la vida buenos momentos para disfrutar del placer del tabaco: al despertarse perezosamente, despu¨¦s del desayuno, al pasear por la. c¨¢de, en el despacho particular (si lo tienes), en el descanso del trabajo, en la tertulia de despu¨¦s de comer, en el parque, en casa leyendo o viendo la televisi¨®n, en la cama...
Me sorprende la furia de algunos guerrilleros del tabaco que parece que s¨®lo pretenden fastidiar a los dem¨¢s diciendo que fumar en los ascensores, los autobuses p¨²blicos, las escuelas, los hospitales, las oficinas abiertas al p¨²blico y cerradas de ventilaci¨®n es una transgresi¨®n revolucionar¨ªa contra el Estado.
Seg¨²n esta teor¨ªa habr¨ªa que educar a los ni?os en que su placer est¨¢ por encima de los dem¨¢s; que la oportunidad de eructar, tirarse pedos, sacarse bolitas de la nariz, etc¨¦tera, es posible en el ascensor, el autob¨²s, la escuela, la oficina, etc¨¦tera, aunque moleste a otros.
Quiz¨¢ cada placer tenga sus peque?os ¨¢mbitos donde poder disfrutar de sus sensaciones sin molestar a los dem¨¢s.
Disfrutemos, pues, de los placeres de la vida y del tabaco, dejando para los burdos transgresores que se obsesionen con el decreto, el insomnio y las peleas.-
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