El juego de la silla
Las ¨²ltimas horas del "hist¨®rico acuerdo" de Sapo¨¢, como lo bautiz¨® el ministro de Defensa nicarag¨¹ense, Humberto Ortega, reflejaron un caos total, en donde los varios centenares de enviados especiales trataban de matar el rato divirti¨¦ndose con gritos y abucheos tan pronto aparec¨ªa la figura del portavoz de la contra, Bosco Matamoros, a quien se le responsabilizaba de todos los males: desde el retraso prolongado del anuncio del acuerdo hasta la ca¨ªda de una silla, la rotura de un vaso o la presencia a lo lejos de tres cerdos negros. Matamoros, que reside en Washington, tuvo un violento enfrentamiento verbal con un periodista nicarag¨¹ense que le record¨® estar vinculado a la dictadura somocista por lazos familiares.Una hilarante ceremonia de la confusi¨®n se desarroll¨® durante m¨¢s de tres horas con un juego de la silla entre el servicio de protocolo de las dos delegaciones. Fue como una secuencia de pel¨ªcula chaplinesca. Primero se colocaron en el estrado ocho sillas detr¨¢s de cuatro mesas. Un locutor radiof¨®nico explicaba al pueblo nicarag¨¹ense, con seguridad, que obviamente" en ellas se, sentar¨ªan tres representantes de una y otra delegaci¨®n m¨¢s los observadores, el cardenal Obando y el secretario general de la OEA, Joao Clemente Baena Soares.
Minutos despu¨¦s, el cuadro esc¨¦nico se modificaba: una sola silla y cuatro mesas, y abajo, y abajo del estrado, en semic¨ªrculo, otras 25 m¨¢s. "Por una paz digna, patria libre o morir", gritaba, nervioso, a todas las emisoras conectadas en cadena para transmitir el acontecimiento el locutor, muy sorprendido por el cambio no explicado.
El caos, debido a algo m¨¢s que a simples problemas protocolarios, continu¨® durante m¨¢s tiempo. De una silla en el estrado e pas¨¦ a dos y se retiraron otras dos veces. Mientras, abajo, se agregaban otros 25 asientos, que inexplicablemente, no ser¨ªan llenados. El colof¨®n de la calida velada no estuvo exento precisamente de comicidad. Debido la presencia de Daniel Ortega, se subi¨® hasta la tarima el podio residencial, pero la contra protest¨®. Un empleado, turbado ante tanto cambio de decoraci¨®n, lo retirar¨ªa minutos antes de las once de la noche. Poco despu¨¦s la procesi¨®n de participantes se iniciaba con la llegada de Obando y Beena Soares.
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