Panam¨¢ tiene una soluci¨®n regional
La crisis de Panam¨¢, desatada por la presi¨®n de Washington, puede encontrar una soluci¨®n latinoamericana que mantendr¨ªa el equilibrio, la democracia y la posibilidad de avanzar hacia el desarrollo en Centroam¨¦rica.La decisi¨®n del Sistema Econ¨®mico Latinoamericano (SELA) de reunirse en congreso extraordinario hoy "para promover una respuesta regional solidaria ante las agresiones econ¨®micas de que es v¨ªctima Panam¨¢ por los Estados Unidos", es el ¨²ltimo y m¨¢s importante paso para buscar esa soluci¨®n.
El SELA es un organismo integrado por 26 pa¨ªses de Am¨¦rica Latina y el Caribe, entre ellos Cuba y Chile. Para lograr la convocatoria extraordinaria del Consejo Extraordinario, Panam¨¢ debi¨® recibir al menos el apoyo de 14 de los miembros, seg¨²n sus estatutos.
El uso de la convocatoria a una respuesta solidaria de los latinoamericanos ante un acci¨®n econ¨®mica contra alguno de sus pa¨ªses se fundamenta en la doctrina de la seguridad econ¨®mica regional surgida en el SELA a raiz de la guerra de las Malvinas.
Si esa soluci¨®n latinoamericana se mostrase imposible, la intervenci¨®n norteamericana habr¨ªa logrado algunos objetivos adicionales al principal de mantener el control del canal, ya que lograr¨ªa destruir al Grupo de Contadora y asestar un serio golpe al de los ocho, precursores ¨¦stos de la unidad pol¨ªtica regional.
Es cuando menos curioso que la frustrada destituci¨®n del general Manuel Antonio Noriega por el ex presidente Eric Delvalle haya frustrado, o al menos demorado, una soluci¨®n democr¨¢tica y latinoamericana para Panam¨¢, a la que se hab¨ªa llegado justo dos d¨ªas antes.
Esa soluci¨®n, que hubiera permitido una mayor democratizaci¨®n del pa¨ªs sin renunciar a sus derechos de soberan¨ªa sobre el canalJue negociada por un equipo de hombres buenos con Noriega, Delvalle y representantes de la oposici¨®n.
Plan secreto
El equipo integrado por los ex presidentes Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, de Venezuela; Alfonso L¨®pez Michelsen, de Colombia, y Daniel Oduber, de Costa Rica, se reuni¨® en Panam¨¢ con todos los actores implicados la semana anterior a la fracasada destituci¨®n de Noriega por Delvalle.
Los tres ex mandatarios plasmaron en un documento secreto el acuerdo que deber¨ªa comenzar a regir el 7 de marzo. Seg¨²n declar¨® P¨¦rez en Kuala Lumpur, donde estaba participando en una reuni¨®n de la Comisi¨®n Sur, la crisis precipitada con la destituci¨®n de Noriega "fue desafortunada e itinecesaria", porque el plan preve¨ªa que Delvalle ser¨ªa presidente de un Gobierno interino, cosa que ¨¦ste sab¨ªa.
El acuerdo incluy¨® el compromiso de celebrar elecciones libres en 1989 y de garantizar la pureza del sufragio con una reforma de la ley Electoral y con la designaci¨®n de un tribunal de elecciones de la mayor autoridad moral; ambas medidas, consensuadas entre el Gobierno y la oposici¨®n.
Las elecciones se realizar¨ªan antes del retiro del actual comando de la Guardia Nacional y se designar¨ªa un nuevo comando despu¨¦s, sujeto a la autoridad civil, previa modificaci¨®n de la ley que regula las relaciones entre el Gobierno y las fuerzas armadas.
El documento establec¨ªa adem¨¢s la necesidad de distender las relaciones con Estados Unidos "a trav¨¦s del acatamiento mutuo al principio de no intervenci¨®n y de respetar el compromiso de devoluci¨®n del canal en 1999". P¨¦rez habl¨® por tel¨¦forio con Noriega al d¨ªa siguiente de la frustrada decisi¨®n de Delvalle y recibi¨® del general el compromiso de mantener la vigencia del acuerdo.
Si exist¨ªa una gesti¨®n de ese rango, cabe preguntarse: ?por qu¨¦ Delvalle precipit¨® la crisis, decidida en el despacho del embajador norteamericano en Panian¨¢ y con su apoyo expl¨ªcito?
Es dif¨ªcil de creer la argumentaci¨®n de que a la Casa BIanca le entr¨® una sorpresiva preocupaci¨®n por la calidad moral de Noriega, a quien hasta un a?o antes le agradec¨ªan por escrito sus servicios en la lucha contra el narcotr¨¢fico. Tanto que el cabecilla de la opositora Cruzada Civilista, Gabriel Lewis, desde su cuartel general en Washington, acusa a Noriega de haber estado pagado por la CIA y por la agencia contra la droga de Estados Unidos.
Sin entrar a evaluar los cargos contra Noriega, es tambi¨¦n dif¨ªcil de creer que sea peor que Pinochet, Stroessner o Ferdinand Marcos, sobre todo si se toma en cuenta que en Panam¨¢ no hay desaparecidos ni escuadrones de la muerte. ?C¨®mo se puede argumentar que se le quiere echar por dictador, cuando al mismo tiempo se toleran, amparan y fomentan dictaduras?
Esa argumentaci¨®n no puede ser aceptada por nadie que razone con criterio independiente. La explicaci¨®n est¨¢ en el valor geoestrat¨¦gico de Panam¨¢ y en su car¨¢cter de eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de los grupos de Contadora y de los ocho. El pecado de Noriega ha sido su posici¨®n favorable a que se cumplan los tratados Torrijos-Carter (que establecen la plena devoluci¨®n del canal para 1999) y su negativa a que Panam¨¢ sea utilizada como base para una invasi¨®n contra Nicaragua.
Conciencia nacional
Panam¨¢, un pa¨ªs creado al amparo de la fuerza econ¨®mica y militar de Estados Unidos a principios de este siglo, vivi¨® casi como una factor¨ªa hasta que se fue gestando una conciencia nacional, que tuvo su m¨¢xima expresi¨®n en el movimiento encabezado por el general Omar Torrijos y que culmin¨® con la firma de los tratados Torrijos-Carter en 1979.
Evitar esa restituci¨®n y, sobre todo, mantener sus bases militares en la zona del canal son objetivos de los sectores m¨¢s conservadores de Estados Unidos que se niegan a admitir la marcha hacia un mundo pluralista y multipolar.
La crisis interna de Panam¨¢, en la que nadie niega la abierta intromisi¨®n de una gran potencia, Estados Unidos, afecta tambi¨¦n a dos iniciativas pol¨ªticas trascendentes para Am¨¦rica Latina, que se personifican en dos grupos: el de Contadora y el de los ocho.
Como se?alaron los cancilleres europeos en la reuni¨®n de Hamburgo (San Jos¨¦ IV), Contadora fue un instrumento decisivo y aut¨®nomo para caminar hacia la paz en Centroam¨¦rica. Cuando esa gesti¨®n estaba por comenzar a cristalizar en Guatemala, en agosto de 1987, Ronald Reagan envi¨® un plan de paz propio que estuvo a punto de hundir el de ?scar Arias.
Esa vez predominaron los intereses centroamericanos y nacieron los acuerdos Esquipulas 2. La desestabilizaci¨®n de Panam¨¢ es otro recurso que, de prosperar, significar¨ªa un duro golpe a esa din¨¢mica de paz, al dejar cojo al Grupo de Contadora. Algo similar ocurrir¨ªa con el Grupo de los Ocho, que se convirti¨® temporalmente en grupo de los siete, a la espera de que se clarifique el panorama en Panam¨¢.
Autodeterminaci¨®n
En ese pa¨ªs vital para las comunicaciones mundiales no se vive un simple enfrentan¨²ento entre civiles y militares o dem¨®cratas y dictadores. Por encima de esas divisiones, lo que se est¨¢ dirimiendo es el derecho de un pa¨ªs, o de una regi¨®n como Am¨¦rica Latina, de determinar sus propios destinos y de fijar sus propias normas.
Es cuando menos sonrejante que Estados Unidos se limite a simples reproches ante las matanzas diarias de palestinos en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza y que, en cambio, vuelque todo su poder econ¨®mico, comunicacional, diplom¨¢tico y financiero contra un peque?o pa¨ªs como Panam¨¢, sin descartar la posibilidad de una intervenci¨®n militar directa.
El plan P¨¦rez, por su sensatez y por los apoyos que hab¨ªa recibido, era factible y quiz¨¢ a¨²n pueda renacer. El presidente del cogobernante Partido Revolucionario Democr¨¢tico (PRD), R¨®mulo Escobar Bethancur, pidi¨® el 15 de agosto al Grupo de los Ocho que ejerza sus buenos oficios para que se busque una soluci¨®n con los principios del plan P¨¦rez. Ese plan puede todav¨ªa ser eficaz para buscar una soluci¨®n pac¨ªfica, negociada y latinoamericana a la crisis.
Para ello es necesario que cese el intervencionismo y que Europa aporte esfuerzos en la l¨ªnea de la posici¨®n del Gobierno espa?ol (sin matizaciones raras, como la de hablar del asilo de Noriega sin que ¨¦ste lo haya solicitado), y que se deje a los paname?os resolver ellos n¨²sinos sus problemas. Si todo eso ocurriera, quiz¨¢ se pueda evitar que este conflicto tambi¨¦n se inscriba en la din¨¢mica Este-Oeste. Y, sobre todo, se evitar¨ªa un foco de tensi¨®n mundial y se contribuir¨ªa a que los esfuerzos de paz en Centroam¨¦rica, condensados en los acuerdos Esquipulas 2, no sufran un bajo golpe mortal.
Tito Drago es periodista, director de oficina en Espa?a de la agencia IPS.
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