Despu¨¦s de Sapo¨¢
Los recientes acuerdos de Sapo¨¢ alcanzados por la contra y el Gobierno sandinista de Nicaragua dibujan una nueva situaci¨®n en Centroam¨¦rica y, seg¨²n el autor, ofrecen lecciones para todas las partes. Una de esas partes, obviamente, es Estados Unidos, que queda as¨ª en fuera de juego.
M¨¢s all¨¢ de los resultados inmediatos y de los detalles conflictivos que sin duda postergar¨¢n la consecuci¨®n de la paz en Nicaragua, los acuerdos de Sapo¨¢, firmados por el Gobierno sandinista y la contra apoyada por Estados Unidos, encierran dos lecciones importantes para el r¨¦gimen de Managua. La primera tiene que ver con el dictum mao¨ªsta relativo a la importancia de poner la pol¨ªtica en el puesto de mando; la segunda se refiere a la tesis, posiblemente leninista, seg¨²n la cual en la guerra como en la paz la correlaci¨®n de fuerzas real termina tarde o temprano por imponer su ley.Sin duda, los comandantes de Managua carecieron durante mucho tiempo de alternativas viables, pero el hecho es que mientras libraron su lucha contra la oposici¨®n armada por Estados Unidos ¨²nicamente en el plano militar contribu¨ªan, parad¨®jicamente, a fortalecer a la contra. En primer t¨¦rmino la unificaban, siendo que en realidad la contra siempre fue -y sigue siendo- una mezcolanza desharrapada de ex guardias somocistas, de antiguos empresarios que pasaron del antisomocismo moderado al antisandinismo rabioso y de bur¨®cratas, t¨¦cnicos, intelectuales, e incluso de la revoluci¨®n.
Al ser la lucha enteramente militar, las contradicciones reales que imperaban entre estas diversas facciones no llegaban a florecer. Al no abrir un frente pol¨ªtico los sandinistas, en particular mediante el emplazamiento de la contra a un di¨¢logo pol¨ªtico, la l¨®gica implacable de la unidad de mando militar y la fuerza de la que dispon¨ªa Estados Unidos gracias a su car¨¢cter de ¨²nico benefactor de la contra salvaba los muebles de la unidad. Las fisuras reales se resolv¨ªan mediante el retiro o la eliminaci¨®n de la disidencia; la oposici¨®n b¨¦lica al sandinismo aseguraba que ninguna divergencia interna pudiera llegar a ser operativa.
Por contra, a partir del momento en que los sandinistas decidieron hablar con la contra y abrir un frente pol¨ªtico que acompa?e al esfuerzo militar sin sustituirle a ¨¦l, y una vez que Estados Unidos ve desvanecerse su influencia al ser eliminado por el propio Congreso de Washington como fuente de financiaci¨®n, las divisiones en el seno de las filas contrarrevolucionarias comenzaron a aflorar.
Pleitos
Surgieron pleitos entre los que quer¨ªan seguir el combate hasta el final, cualquiera que ¨¦ste fuera y cualquiera que fuera su coste, y aquellos que prefer¨ªan un acuerdo ahora, antes de que la agon¨ªa del r¨¦gimen de Ronald Reagan diera al traste con las ¨²ltimas reservas de municiones y de esperanza de la tropa antisandinista. Es f¨¢cil prever que cuantos m¨¢s negociaciones y acuerdos se produzcan entre el Gobierno de Nicaragua y su oposici¨®n mayores ser¨¢n estas divisiones, que bien pueden acabar por hundir a la contra.
La segunda manera en que el inevitable militarismo de los sandinistas fortaleci¨® por un tiempo a sus adversarios fue al eliminar toda posibilidad de distanciamiento entre la contra y Estados Unidos. Creada y organizada por la CIA, la contra, sin embargo, no llevar¨ªa para siempre el sello de su origen. Al pasar los a?os, y sobre todo al acercarse el final de la era de Ronald Reagan en la presidencia norteamericana, los intereses objetivos de algunas facciones de la contra comenzaron a diferenciarse de los intereses de sus padrinos en la extrema derecha estadounidense.
Ciertamente, la contradicci¨®n era menor, y el conflicto de intereses dif¨ªcilmente rebasar¨ªa los l¨ªmites impuestos por la financiaci¨®n norteamericana. Pero el ¨¦nfasis sandinista en la guerra hac¨ªa que cualquier margen de autonom¨ªa que hubiera podido existir de la contra frente a Estados Unidos se ve¨ªa reducido a la nada por la din¨¢mica misma de la guerra.
El inicio del proceso negociador entre los bandos autom¨¢ticamente coloc¨® en fuera de lugar al Gobierno de Estados Unidos. Para Ronald Reagan, el objetivo siempre fue derrocar al sandinismo, no reformarlo, mejorarlo o moderarlo. Pero no hay negociaci¨®n sin legitimidad de las partes, y el punto de partida de los acuerdos de Sapo¨¢ fue justamente el reconocimiento por parte de la contra de que el Gobierno sandinista era el Gobierno constitucional de Nicaragua -exactamente lo que Reagan quiso evitar durante los siete largos a?os de su aventura centroamericana-. El obvio malestar y el creciente descontento que ha causado en Washington el entendimiento entre la contra y el Gobierno nicarag¨¹ense es fruto ante todo de la politizaci¨®n de la guerra por parte de los revolucionarios de Managua.
La otra gran lecci¨®n del proceso actual de pacificaci¨®n tiene que ver con la dictadura de las correlaciones de fuerzas. Toda revoluci¨®n es un acto de autoridad, y no hay revoluci¨®n que en todo momento sea el reflejo fiel y preciso de una correlaci¨®n de fuerzas abrumadoramente favorable. Pero lo que aconteci¨® en 1979, al asumir el poder el frente sandinista, y lo que ha sucedido desde entonces, al consolidarse este ¨²ltimo al frente de Nicaragua, deja abierta muchas interrogantes sobre la correspondencia entre el monopolio sandinista del poder a partir del 19 de julio y la correlaci¨®n de fuerzas pol¨ªticas y sociales en aquel peque?o pa¨ªs.
No es absurdo pensar que el triunfo total, inesperado y esperanzador de los muchachos sandinistas hace ocho a?os fue m¨¢s el resultado de su gran habilidad t¨¢ctica, de una correlaci¨®n de fuerzas internacional excepcionalmente favorable y de la necesidad de Anastasio Somoza que de una superioridad pol¨ªtica y militar de las fuerzas revolucionarias como tales. Somoza hubiera ca¨ªdo de todos modos, el sandinismo hubiera desempe?ado un papel central en cualquier desenlace y reconstrucci¨®n ulterior, pero de all¨ª a conquistar todo el poder pol¨ªtico y militar en pocos d¨ªas existe un abismo. Ese abismo ha tardado casi nueve a?os en ser colmado, pero comienza a serlo, justamente en Sapo¨¢.
Concesiones
Todo indica que el Gobierno de Nicaragua apenas ha empezado a recorrer el camino de las concesiones. Podr¨¢ conservar mucho poder, quiz¨¢ el poder, pero no en su totalidad. En realidad, es posible que ahora el frente sandinista se vea obligado a permitir la expresi¨®n de una correlaci¨®n de fuerzas que nunca dej¨® de existir, que no se tradujo en f¨®rmula de Gobierno debido a la ausencia de las tradiciones institucionales que as¨ª lo permiten en otras latitudes, pero que no por ello abandon¨® su trabajo roedor.
Y si es cierto que la revoluci¨®n sandinista revisti¨® las peculiares formas de triunfo que fueron las suyas en gran medida por una coyuntura internacional extraordinaria, es s¨®lo justicia que la transformaci¨®n de esa coyuntura sea tambi¨¦n la que a la larga haya impuesto la negociaci¨®n y el acuerdo interno en Nicaragua que no se dio en 1979.
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