La amenaza Le Pen
CASI TODOS los sondeos previos a la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas se?alaban como un inquietante factor a tener en cuenta el previsible ascenso de votos de Jean-Marie Le Pen y su parafascista Frente Nacional. La inquietud se ha convertido en alarma al conocerse el alcance real de esa progresi¨®n. Con el 14% de los votos, el l¨ªder ultranacionalista se ha situado a escasos cinco puntos del mism¨ªsimo primer ministro, Jacques Chirac, y a s¨®lo dos de Raymond Barre. Si el avance ha sido m¨¢s acusado en algunas ciudades -como Marsella-, el an¨¢lisis de los resultados globales indica que estamos ante un fen¨®meno que abarca al conjunto de Francia. No es la respuesta a la agudizaci¨®n de situaciones social¨¦s en algunos lugares determinados, sino una corriente que tiene presencia en el conjunto del pa¨ªs. Ello obliga a reflexionar sobre las causas del ¨¦xito de una campa?a cuyos lemas casi exclusivos son la xenofobia, el racismo y el ultranacionalismo.En muchas de las barriadas pebres que rodean a las grandes ciudades, la crisis econ¨®mica engendra situaciones de paro, miseria, desesperaci¨®n. Si en otras ¨¦pocas la protesta en esos guetos -los famosos cinturones rojos- se expres¨® en votos par a los comunistas, ahora esa protesta ha tomado, en no escasa medida, otra coloraci¨®n. En vez de un capitalismo abstracto como causante del paro, y de otros males, ha prendido la respuesta mucho m¨¢s simplista dada por Le Pen: el culpable es esa masa de obreros extranjeros, que viven en las mismas barriadas que los franceses pobres, y cuya presencia disminuye las posibilidades de empleo de los franceses aut¨¦nticos. La pol¨ªtica irresponsable de sucesivos Gobiernos franceses ha creado terribles bolsas de miseria, en las que la precariedad misma de las condiciones de vida facilita reacciones pasionales e irracionales que ahora se han traducido, en gran medida, en votos para Le Pen.
Entre las capas medias y los trabajadores, a las angustias directamente econ¨®micas se agrega el impacto de la inseguridad ciudadana para abonar el terreno a la demagogia anti¨¢rabe. Ante fen¨®menos tan graves como el terrorismo, la droga, el SIDA, los robos, la inmoralidad, resulta mucho m¨¢s c¨®modo -en vez de buscar las causas reales y los remedios posibles- achacarlo todo a los extranjeros. Adem¨¢s, Le Pen da satisfacci¨®n con esa respuesta a un fondo chovinista particularmente fuerte entre los franceses: son los otros quienes ensucian a Francia.
Las urnas indican que el voto de Le Pen ha cobrado entre los agricultores una extensi¨®n que jam¨¢s hab¨ªa tenido. Aqu¨ª, m¨¢s que la demagogia contra el extranjero, ha funcionado la explotaci¨®n de los resentimientos y odios que suscitan entre el poderoso y conservador agricultor franc¨¦s los tecn¨®cratas de Bruselas. Le Pen toma el relevo de lo que hab¨ªa de antieurope¨ªsmo en la tradici¨®n gaullista. Aun en las elecciones de 1986, el partido Asamblea por la Rep¨²blica (el RPR, que capitanea Jacques Chirac) defendi¨® posiciones contrarias a la Comunidad Europea y se pronunci¨® contra el ingreso de Espa?a. Le Pen ha ido ocupando el terreno dejado libre por la posici¨®n m¨¢s europe¨ªsta adoptada desde entonces por Chirac.
El resultado obtenido por el l¨ªder del Frente Nacional representa un peligro para la democracia francesa, no porque su peso electoral le pemita llegar al Gobierno, sino porque es poco compatible, por su misma naturaleza, con el funcionamiento normal de la democracia. Postula la superioridad a priori del franc¨¦s sobre el no franc¨¦s y a la vez considera a los que no comparten su ideolog¨ªa como traidores, o poco franceses. Con soberbia nacionalista, identifica su opci¨®n pol¨ªtica con la verdadera Francia. Actitud que no encaja con una confrontaci¨®n pac¨ªfica, civil, democr¨¢tica, y genera actitudes de violencia, primero contra el extranjero, y luego, contra el franc¨¦s que no lo es de verdad, que no comparte las ideas de Le Pen.
Ante la segunda vuelta de las elecciones, el 8 de mayo, Chirac tiene dos opciones para intentar disminuir la enorme distancia que le separa de Mitterrand. Si escucha lo que ha dicho Barre -al pedir a sus electores que voten por Chirac- rechazar¨¢ todo compromiso con Le Pen y har¨¢ una campa?a orientada hacia el centro. Aunque ello no le d¨¦ la victoria, le ayudar¨¢ a preservar su futuro al frente de una oposici¨®n de derecha democr¨¢tica, netamente separada del neofascismo. Si, en cambio, enfoca su campa?a para atraer a los electores animados por la xenofobia, har¨¢ de Mitterrand la ¨²nica opci¨®n democr¨¢tica. Sin posibilidades de ¨¦xito, comprometer¨ªa, adem¨¢s, su futuro pol¨ªtico.
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