El argumento y la sombra
Debo algunas. horas de desasosiego feliz y adolescente a la lectura de La maravillosa historia de Peter SchIemifti, de Adelbert von Chamisso. Se narraba en esta novela la peripecia de un sujeto que entrega su sombra al diablo a cambio de una bolsa m¨¢gica, de la que mana el dinero siempre que su due?o lo desea. El sujeto -Peter Sclilemilil- marcha feliz con su tesoro y comienza a disfrutar de los beneficios que proporciona la riqueza. Sin embargo, la sombra de la desgracia caer¨¢ en seguida ;sobre ¨¦l, precisamente por carecer de aquello que suele sobrarle a la desdicha.En efecto, tal carencia -aparentemente inofensiva lo convierte en una especie de apestado del que huye todo el mundo. Su figura causa terror o desprecio en calles y mercados, sus criados lo abandonan, las mujeres lo rechazan y, as¨ª, acaba por convertirse en un fugitivo de la luz, en una sombra, que s¨®lo encuentra reposo en lo m¨¢s profundo de las cuevas o en el interior de los bosques.
A simple vista, parecer¨ªa f¨¢cil -y m¨¢s si se poseen riquezas- ocultar el triste hecho de carecer de sombra; la lectura del relato de Chamisso se encarga de deshacer cualquier fantas¨ªa del lector en relaci¨®n a tal posibilidad. La vida cotidiana diurna o nocturna est¨¢ llena de situaciones en las que se manifiesta este fen¨®meno oscuro que llamamos sombra. Y si bien es cierto que no prestamos demasiada, atenci¨®n a su presencia, no lo es menos que su ausencia nos provocar¨ªa un esc¨¢ndalo, un desasosiego, una suerte de repugnancia que proyectar¨ªamos sin remedio sobre el sujeto que sufriera una amputaci¨®n de tal calibre.
Recuerdo, por otra parte, que en el libro de Chamisso no se explicaban en ning¨²n momento las razones por las que la gente rechazaba de un modo tan cruel a alguien despose¨ªdo de su sombra, lo que constitu¨ªa un acierto literario, pues el lector acaba por depositar sus propios fantasmas en esa apariencia oscura de las cosas. En cualquier caso, la sombra en este libro (y seguramente en la vida) adquiere una capacidad simb¨®lica poco com¨²n, como si se erigiera en met¨¢fora de una parte esencial de la existencia.
La sombra es la oscuridad que producen los cuerpos y por tanto parece natural pensar que podr¨ªa representar algunas zonas de nuestra complicada estructura interior. Lo cierto es que forma parte de nuestra existencia seg¨²n queda expresado en dichos tales como Andar sin sombra, con el que se quiere significar que se carece de algo muy apetecido o fundamental para la propia vida.
En fin, me he acordado del libro de Chamisso sobre el hombre que perdi¨® su sombra al leer una entrevista con Camilo J.Cela, en la que ¨¦ste afirmaba -respondiendo a la objeci¨®n de que su ¨²ltima novela carec¨ªa de argumento- que tampoco la vida ten¨ªa argumento. Me vino entonces a la memoria una hermosa frase de Robert Musil: "El argumento es la sombra de la novela como el dolor es la sombra de la enfermedad". De manera que la novela de Chamisso, la afirmaci¨®n de Cela y la cita de Musil formaron inmediatamente en mi cabeza una trama cuyos hilos, aunque escasos, estaban dispuestos de tal- manera quedaban lugar a un tejido de regular grosor.
Nada tengo que decir sobre la novela de Cela, ya que por no haberla le¨ªdo todav¨ªa ignoro si carece o no de argumento. S¨ª me disgusta un poco la maniobra de buscar en la vida la justificaci¨®n de un suceso literario. De la afirmaci¨®n de Cela se podr¨ªa desprender la idea de que la literatura es una reproducci¨®n de la realidad, de donde a su vez podr¨ªa deducirse algo a¨²n m¨¢s grave: que la fantas¨ªa es producto de la realidad, cuando las cosas suceden justamente al rev¨¦s: los misiles, las bibliotecas, los ciegos, las leyes, los ordenadores, las ciudades, las guerras, etc¨¦tera, son producto de la fantas¨ªa del hombre. El hambre vive instalado en una fantas¨ªa angustiosa, pero propia. (No discutir¨¦ aqu¨ª si la vida tiene o no tiene argumento, porque eso depende de la percepci¨®n de cada uno, pero tambi¨¦n del estado de ¨¢nimo; para m¨ª, por ejemplo, no hay curriculum, por breve que sea, que no esconda una oscura trama de intereses.)
Hechas estas precisiones inevitables, regreso al tema nuclear del argumento y la sombra. Parece claro que una enfermedad sin dolor relega a la enfermedad a un mero proceso qu¨ªmico: la falta de sombra, pues, le quita grandeza. Un hombre sin sombra ser¨ªa un hombre sin argumento. Seg¨²n este esquema, una novela sin argumento ser¨ªa una novela sin sombra; es decir, ser¨ªa una novela sin grandeza. Como parece ser que el argumento es el que determina la forma, una novela sin argumento a ser tambi¨¦n una novela deforme o minusv¨¢lida.
Todo esto, como ven, es muy misterioso. Recuerdo que, hace ya algunos a?os, en Espa?a no se pod¨ªan escribir novelas con argumento porque el argumento desped¨ªa olores realistas que entonces estaban muy perseguidos. Los lectores hu¨ªan de esta clase de relato porque, como no lo entend¨ªan, se aburr¨ªan un poco. Les pasaba a estas novelas lo mismo que al pobre Sclilemilil: que no ten¨ªan sombra y produc¨ªan por tanto en el lector un rechazo inexplicable, sobre todo porque los cr¨ªticos -que son los m¨¦dicos de la literatura- dec¨ªan p¨²blicamente que esas novelas desargumentadas gozaban de muy buena salud aunque no produjeran dolor. No sin esfuerzo, hemos logrado recuperar a algunos de aquellos lectores. Pero otros no han parado de correr todav¨ªa.
Y bien, estamos de acuerdo con Musil en que una novela sin argumento es algo tan inexplicable como un cuerpo sin sombra. El problema, ahora, ser¨ªa decir qu¨¦ es el argumento, cu¨¢ndo se produce eso que llamamos argumento. O, lo que es lo mismo, seg¨²n Musil: qu¨¦ es la sombra, en qu¨¦ condiciones se produce tal fen¨®meno. En cuanto a la sombra, parece que sucede cuando hay luz y su intensidad es directamente proporcional a la cantidad de luz; sin embargo, es inmaterial o, al menos, no puede cogerse con las manos. O sea, es una cosa sin materia, pero de color negro. Posiblemente, la aparici¨®n del argumento en una novela guarde relaci¨®n tambi¨¦n con alguna clase de luminosidad (tal vez la que producen las ideas). En tal caso, el argumento destacar¨ªa m¨¢s o menos en funci¨®n de lo luminosas que fueran las ideas, como sucede tambi¨¦n con la enfermedad y el dolor. Por otra parte, tambi¨¦n el argumento tiene algo de inmaterial (est¨¢ hecho con palabras) y, desde luego, est¨¢ instalado en la zona m¨¢s oscura del relato, aunque -como la sombra- parece que es muy superficial. Deduzco de, todo ello que la afirmaci¨®n de Musil -"el argumento es la sombra de la novela contiene una carga de profundidad considerable.
De manera que mientras digerimos la riqueza especulativa que puede darse en el hecho de relacionar la, sombra con el argumento, no estar¨ªa de m¨¢s recordar el p¨¢rrafo con el que termina la novela de Chamisso sobre el hombre que perdi¨® su sombra: "Si quieres vivir entre los hombres, aprende a honrar primero a la sombra (al argumento) y luego al dinero. Si quieres vivir contigo y lo mejor de ti mismo, no necesitas consejo ninguno".
Quede constancia finalmente (la vida da muchas vueltas) de que en este breve art¨ªculo no he pretendido tanto defender el argumento como reivindicar la sombra.
En fin.
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