'Cielo sobre Madrid' ('Der Himmel ¨¹ber Madrid')
Cielo sobre Berl¨ªn es una eleg¨ªa. La gran ciudad se despliega una y otra vez ante nosotros en un torbellino de im¨¢genes entre risue?as y dolientes. El filme de Wim Wenders roza con ternura desesperada la realidad, nos muestra las penas, las ilusiones, la magia del amor, y todo ello presidido por unos ¨¢ngeles que ilustran la par¨¢bola de una ciudad dividida por un muro.S¨®lo los ni?os parecen intuir la presencia de los ¨¢ngeles imaginados por Wenders, s¨®lo ellos levantan la cabeza cuando les sobrevuela un ¨¢ngel y s¨®lo ellos son capaces de comprender la otra ciudad, la invisible. Con su canci¨®n cierran m¨¢gicamente la b¨®veda de un mundo que de otra manera permanecer¨ªa peligrosamente abierto. Los ¨¢ngeles de Wenders tienen una curiosa costumbre: reposan en una biblioteca, una especie de catedral de silencio, en la que ellos pueden ejercer, sin ser notados, sus ceremoniales de ayuda a los mortales.
Al salir del cine y pisar el asfalto, lo primero que se me ocurri¨® fue preguntarme por qu¨¦ no era posible un Wenders en Madrid. Sin duda, es la atm¨®sfera desencantada, la ausencia de: l¨ªrica de nuestra ciudad, prisionera de la estepa, la que hace imposibles las par¨¢bolas ang¨¦licas. ?C¨®mo imaginar la inmensa biblioteca de Wenders en Madrid? S¨®lo parece haber aqu¨ª una inmensidad, y es, la del agujero negro de la cultura espa?ola. Sin artistas, ni escritores, ni intelectuales, Madrid es simplemente un mal negocio a escala nacional. No me refiero a esa burocracia que necesita seis meses para cambiar un papel de mesa, o a?o y medio para decir s¨ª o no a lo que ya est¨¢ decisivo. No es eso, aunque en este supermercado de incompetenc?as que es Madrid todo est¨¢ ligado y la lentitud mata m¨¢s y mejor que la negativa. Me refiero a esa soledad de p¨¢ramo que hace que nadie cite a nad?e, que nadie vaya a escuchar a nadie y que convierta las salas de conferencias en una prolongaci¨®n de desiertos m¨¢s o menos africanos. Me refiero a esa man¨ªa de dejar todo para "despu¨¦s de despu¨¦s", "despu¨¦s de vacaciones", "cuando termine el curso", "cuando se confeccione el pr¨®ximo presupuesto". Este "despu¨¦s" es una glorificaci¨®n del vac¨ªo, una tachadura de jornadas del calendario muchas veces escandalosa.
La memoria
Uno de los personajes m¨¢s entra?ables del filme es un viejo escritor que en la f¨¢bula wendersiana parece significar la memoria. ?l es el encargado de escribir el "relato salvador" al que no podr¨¢ morder el olvido. El experto en ¨¢ngeles que fue Alberti, cuando a¨²n conservaba el coraz¨®n de ni?o, s¨ª que ser¨ªa capaz de hacer un poema a ese viejo ¨¢ngel. Mientras tanto, valdr¨ªa m¨¢s no olvidar que quien no respeta la historia est¨¢ condenado a la repetici¨®n. ?Qui¨¦n puede cambiar sin memoria? Los hegem¨®nicos, hoy en el estrado del poder, perdida la memoria, vuelven a la carroza de siempre, veh¨ªculo que hoy se llama ya de otra manera, y est¨¢n prestos a desempolvar libreas autoritarias propias de quien casi ni los dej¨® nacer.
Madrid, sin pasi¨®n ni pecado conocidos, merece ir al limbo de las ciudades, y es que, aunque la ciudad es cada vez m¨¢s cara, es m¨¢s y m¨¢s inocente. Todo lo que toca lo momifica, lo mismo una exposici¨®n que una experiencia teatral. Cualquier d¨ªa ponen unos minicines en Alcorc¨®n y entonces va a ser dif¨ªcil encontrar la diferencia.
Por ahora, el ¨²nico lugar de la ciudad en que puede ser posible adivinar un ¨¢ngel ser¨¢ la zona de Azca, zona vertical y de posible escapada, entre banqueros astutos y banqueros aprendices de brujo, en comidas r¨¢pidas, ascensores, luces de ne¨®n y guardas privados. All¨ª donde, seg¨²n se dice, lo ¨²nico humano es la poluci¨®n. Cualquier lunes nos veremos all¨ª las caras, y entonces, ese lunes, lunes, no el lunes de despu¨¦s, la ausencia de ¨¢ngeles habr¨¢ terminado y habremos, si no es so?ar, reinventado a Wenders. Antes ser¨ªa preciso mitigar tanta ausencia.
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