Al sur del Sur
De Despe?aperros abajo la m¨²sica es, sobre todo, coraz¨®n. M¨¢s lejos, tras la cordillera del Atlas, se convierte en elemento vital de unos pueblos que han nacido en un universo r¨ªtmico. El sur del Sur tambi¨¦n existe, y la m¨²sica africana, olvidada y desconocida durante siglos, ha emergido con pujanza. De la marginaci¨®n casi absoluta puede pasar, en pocos meses, a convertirse en moda. Las actuaciones de m¨²sicos africanos en Espa?a han sido escasas, y conciertos como el ofrecido en Madrid por Johnny Clegg and Savuka pueden impulsar el desarrollo de esta m¨²sica en un mercado tan cerril para lo extraordinario como el espa?ol.El cantante de origen brit¨¢nico y alma surafricana ofreci¨® una actuaci¨®n inolvidable. Sus composiciones toman elementos b¨¢sicos de la m¨²sica africana, fundamentalmente del five zul¨², que mezcla con estructuras occidentales en una fusi¨®n lograda y que constituye uno de los objetivos fundamentalesque Johnny Clegg se plantea. Africanos son los ritmos binarios y repetitivos, las guitarras, las danzas y los coros. La influencia occidental llega a trav¨¦s de la estructura de las canciones y los instrumentos utilizados.Esta fusi¨®n no significa que Johnny Clegg haya renegado del primitivismo original que caracteriza a la m¨²sica africana, y esta fidelidad a lo elemental potencia el atractivo de sus planteamientos. Es una m¨²sica para el cuerpo, que elimina inhibiciones y hace aflorar la sensualidad. Es la alegr¨ªa como sost¨¦n y motor de unas canciones que a veces tratan temas dram¨¢ticos, como el apartheid, la situaci¨®n de Nelson Mandela o el asesinato de Stephen Biko.
Johnny Clegg and Sayuka
Johnny Clegg (voz, guitarra, concertina y danza), Dudu Zulu (percusi¨®n, danza y coros), Steve Mabuso (teclados y coros), Keith Hutchinson (teclados, saxo tenor, flauta y coros), Derek de Beer (bater¨ªa y coros), Solly Letwaba (bajo y coros), Mandisa Dlanga (coros). Sala J¨¢cara. Madrid, 28 de abril.
Lo elemental en Johnny Clegg y su inseparable banda Savuka se transmite con la energ¨ªa como principal veh¨ªculo. Su concierto fue mod¨¦lico en este aspecto porque el despliegue fisico fue sorprendente. La m¨²sica con ra¨ªces, terrena y directa, sin pretensiones pero (le innegable profundidad, la comunica por derecho y con la seguridad de quien la ha vivido plena y conscientemente. Clegg alterna canciones con danzas zul¨²es, y cuando se muestra como un consumado bailar¨ªn, junto a su hermano y compa?ero Dudu Zulu, el concierto alcanza momentos de belleza, tensi¨®n y comunicaci¨®n incomparables. Cuando la actuaci¨®n se desarrolla dentro de los c¨¢nones ortodoxos, la competencia profesional de las personas que intervienen en el espect¨¢culo tambi¨¦n raya a gran altura. Unos instrumentistas inseparablemente unidos a la m¨²sica que elaboran e inmersos en el planteamiento ideol¨®gico inseparable a Johnny Clegg. La utilizaci¨®n tecnol¨®gica de los instrumentos no espec¨ªficamente africanos se realiza con una adecuaci¨®n que se adapta sin servidumbres, y la magn¨ªfica conjunci¨®n vocal de los m¨²sicos enriquece el espectro sonoro, proporcionando esa africanidad que a veces se diluye en canciones estructuradas seg¨²n los par¨¢metros del rock. Clegg y Savuka representan una idea musical en auge, y su actuaci¨®n en Madrid representa una escala entre la gira europea y el salto a Estados Unidos, donde compartir¨¢n cartel con Steve Winwood. Este rodaje de la banda se hace patente en un directo ¨¢gil, sin fallos, con un magn¨ªfico sonido y de una cal?dad dif¨ªcil de igualar.
La reuni¨®n de elementos que por separado pueden mantenerse dignamente hizo del concierto uno de los espect¨¢culos m¨¢s completos que han pasado por Madrid en los ¨²ltimos tiempos, significando una bocanada de aire nuevo y fresco y posibilitando el acercamiento a m¨²sicas y culturas desconocidas por la rigidez de esquemas en que se mueve la m¨²sica occidental.
En definitiva, lo que Johnny Clegg ofreci¨® fue la posibilidad de un primer acercamiento a, una m¨²sica que pide paso con humillado, consciente de su fuerza y sin introducirse en el terreno de nadie ni desbancar otros estilos. No es la salvaci¨®n de nada, sino una puerta abierta para quien la quiera utilizar. Posee valor por s¨ª misma y no necesita puntos de referencia para desarrollarse, porque ha demostrado- sus posibilidades para subsistir en solitario al margen de etiquetas.
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