Las columnas de Rosa Montero
Me gustan las columnas que escribe los s¨¢bados Rosa Montero. Aparte de admiraci¨®n por su estilo, breve y conciso, ir¨®nico y expresivo (arma fundamental con que arremete contra f¨®rmulas y modos de conducta cargados de violencia y de prejuicios machistas), despierta en m¨ª tambi¨¦n indignaci¨®n compartida ante el espect¨¢culo que los humanos nos ofrecemos unos a otros, incluso en las situaciones m¨¢s insospechadas y te¨®ricamente menos proclives a la violencia y la discriminaci¨®n, como la convivencia en el trabajo, por poner un ejemplo. Sin duda, Rosa nos ofrece s¨¢bado a s¨¢bado materia prima de enorme carga para reflexionar, contribuyendo con su desparpajo y sencillez a derribar puntos de vista cargados de prejuicios sexistas o de cualquier ¨ªndole.Bien, pues he aqu¨ª que reflexionando movido por la lectura de una de sus columnas se me ocurre una peque?a idea que me gustar¨ªa compartir a trav¨¦s de las p¨¢ginas de su peri¨®dico. Mi idea consiste en que a los argumentos habituales que se esgrimen a f¨¢vor de la igualdad entre los sexos se les; a?ada otro argumento que es a la vez una estrategia que creo ¨²til para deseniriascarar la falsedad e hipocres¨ªa de una situaci¨®n como la que -vivimos. El argurnento consiste en mostrar de qu¨¦ manera tambi¨¦n los hoinbres somos v¨ªctimas del machismo,se?alando que, aunque en el reparto de papeles sociales y familiares que nos corresponden nos llevemos la parte del le¨®n y que en una situaci¨®n de violenc?a searnos los que damos las tortas y no los que las recibimos, es la situaci¨®n general le, que debe cambiar, porque es la situaci¨®n general la que es negativa, y no s¨®lo una de sus partes. Es decir, es rriala la violencia, denigrante tambi¨¦n para quien la ejerce, deshumanizadora y eselavizante, pero tambi¨¦n para quien la lleva a cabo, aunque mucho peor sea sufrirla como v¨ªctima. Y esto es as¨ª porque, en general, es posibledemostrar que ser¨ªamos m¨¢s felices todos (al menos estar¨ªamos m¨¢s relajados y vivir¨ªamos con m¨¢s calma nuestras relaciones) si nos movi¨¦semos en un entorno de igualdad, comprensi¨®n y libertad. Desgraciadamente, estanaos educados para comportarnos corno si lo mejor de la vida fuera estas por encima de los dem¨¢s en lo posible y explotar mediante la viollencia tanto a las mujeres como a aquellos a quienes consideramos, en consecuencia, inferiores. Educaci¨®n cuyos moldes nos impulsan a pensar que en realidad el machismo es, al fin y al cabo, una expresi¨®n ideol¨®gica y sociocultural de la supremac¨ªa del m¨¢s fuerte, en un contexto en el que la lucha entre sexos es, pues, la ¨²nica forma de imaginar la realidad. Contra este estado de cosas, imaginaci¨®n. No se trata de que los hombres renunciemos a algo muy buen que tenemos (el dominio sobre las mujeres), sino de que accedamos a una situaci¨®n de no-lucha y de igualdad, en la que, con toda seguridad, nuestras potencialidades para el disfrute de la vida (y del sexo, entre otras cosas) aumentar¨¢n, desarroll¨¢ndose mejor en un entorno no violento a trav¨¦s de una educaci¨®n libre de prejuicios. ?La igualdad entre sexos nos interesa a todos!-
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