La soledad de la fuerza a¨¦rea
, Jos¨¦f Brodsky lleg¨® a la conferencia de prensa convocada ayer al lado de su hotel -esa fue una de las condiciones impuestas la medianoche anterior para concederla- precedido de rumores que hablaban de divismo y rareza. Primero que todo le preguntaron si se encontraba c¨®modo, o quiz¨¢ molesto. Aclar¨® de inmediato que se sent¨ªa algo sorprendido por "todo esto" (se refer¨ªa a la expectaci¨®n por su visita), si bien "no molesto".
Varios cronistas han dicho parece mayor que sus 48 a?os y sugieren que ello se debe a largos a?os de privaci¨®n, a su paso por hospitales llamados siqui¨¢tricos y por Siberia, pero ayer parec¨ªa fresco, joven y muy despierto. Sus ojos azul grises, en principio fr¨ªos, pueden transmitir sin equ¨ªvoco la amabilidad y tambi¨¦n la supuesta rudeza de una sinceridad nada frecuente -cuando hablaba de la "asombrosa ignorancia" espa?ola de la literatura rusa actual, por ejemplo-, y transmiten tambi¨¦n, por si sus palabras no lo hicieran, o sus libros, la impresi¨®n de una inteligencia realmente notable.
Hijo de un fot¨®grafo periodista y nieto de un impresor de antes de la Revoluci¨®n de Octubre, Brodsky pertenece a esa variedad de escritores que han optado por llevar una vida al margen de los medios de comunicaci¨®n y de las servidumbres de la vida p¨²blica. Ese microclub al que pertenecen, en diferentes grados, los escritores Salinger, Beckett o Garc¨ªa M¨¢rquez, y cuyo ejemplo m¨¢s extremo es el novelista Thomas Pynchon, que llega a intentar borrar su rastro hasta en los registros de la sociedad civil. "Tras el premio Nobel, tan s¨®lo mi correo ha aumentado enormemente", asegura. "Por lo dem¨¢s, nada ha cambiado mucho".
Algo indica quiz¨¢ que no todo es soledad querida la que, sufre el poeta. Por ejemplo cuando habla de las relaciones con sus estudiantes, "la ¨²nica gente con, la que me comunico", dice, a los que intenta seducir en el amor por la poes¨ªa. No tanto por la prosa. "La prosa es a la poes¨ªa lo que la infanter¨ªa a la fuerza a¨¦rea".
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