Delirio y devoci¨®n en la aldea
Con la procesi¨®n de la Virgen del Roc¨ªo, de madrugada, concluy¨® la romer¨ªa m¨¢s famosa
Los almonte?os resistieron s¨®lo hasta las dos de la madrugada del lunes. Al calor de la multitud que rodeaba la ermita, los de Almonte ensayaron el tradicional salto de la reja cuando las hermandades regresaban de un populoso rosario recitado al sereno. Minutos despu¨¦s la Virgen del Roc¨ªo sal¨ªa en volandas por las puertas del templo, el trono escor¨¢ndose a un lado y a otro, avanzando o reculando bajo la fuerza de cientos de brazos que pugnaban por rozar siquiera un varal plateado. Con este delirio, que continuaba a las claras del d¨ªa, culminaba ayer la romer¨ªa m¨¢s famosa de Espa?a.
Se hab¨ªa levantado la niebla esa noche en la aldea de El Roc¨ªo. Sin embargo, al romero le costaba establecer si se trataba de humo de bengalas o de una lengua de polvo levantada por los caminantes. El polvo, en la romer¨ªa, se masca con resignaci¨®n y var¨ªa de sabor seg¨²n la ruta. A medianoche del domingo, los romeros, de dos en fondo, desfilaron vela en mano cantando estrofas piadosas hasta la gran tarima levantada en una plaza c¨¦ntrica. Los orantes llevan la ojera c¨¢rdena, el caminar cansino, un punto de ardor en el est¨®mago y la boca transida de emoci¨®n.Sobre la tarima, los Simpecados de cada una de las 78 hermandades fueron colocados en bater¨ªa. El sacerdote impart¨ªa consejos para ordenar el tr¨¢fico de cuerpos: "Apretaos los unos contra los otros para ir calentando nuestros corazones". Tambi¨¦n ten¨ªa un recuerdo para con los ausentes: "Mientras llegan todas las hermandades recordar al hijo que est¨¢ en la mili". Luego comenz¨® el rosario. Algunos romeros mascullaban la letan¨ªa, extenuados, desde el suelo.
Los almonte?os tienen el privilegio de sacar a la Blanca Paloma a la calla cuando disponen sus almas. Durante el d¨ªa se cruzan apuestas para establecer ese momento improbable en que la emoci¨®n rinde a los peregrinos, les tapona la raz¨®n y levitan arrastrados unos contra otros. Desde la calle la multitud escruta las azoteas y analiza con minucia las siluetas que se perfilan junto a los tejados. "Aquel es Mario Conde", aventura una mujer se?alando un bulto que se acoda a una barandilla.
Famosos en la aldea
Mario Conde -?vendr¨¢ o no vendr¨¢?- ha sido este a?o en El Roc¨ªo como el esp¨ªritu de la golosina: un algo inaprehensible que exhala un dulce sabor. Cada cual daba p¨¢bulo a opiniones sin due?o patente sobre el lugar en que se personificaba el popular banquero, asistente a El Roc¨ªo desde hace 15 a?os. El famoso, en la aldea, es como una visi¨®n mir¨ªfica que aparece a la vuelta de una esquina o se entrev¨¦ entre un remolino de tierra.Regresaban las hermandades de sus rezos nocturnos, cuando las campanas de la espada?a de la ermita se volvieron locas anunciando que los almonte?os hab¨ªan escalado la reja del templo y tomaban la imagen para sacarla en procesi¨®n. Fue el inicio de un delirio colectivo, de un apretujamiento extremo en el que hay que hacer esfuerzos tit¨¢nicos para meterse en el pulm¨®n la raci¨®n de aire que se exige para seguir vivo. El trono gana unos metros, los pierde al instante, se inclina a babor, se recupera y gira como en una contradanza. As¨ª, hasta que ya entrada la ma?ana regresa al camer¨ªn.
El romero ha expurgado ya los excesos del camino. Con todo, durante la ruta, algunas hermandades, como la de Triana, ha dado 250 comuniones diarias y ha montado un servicio ambulante de confesi¨®n: el director espiritual, a pie, hac¨ªa como si platicara con los contritos de coraz¨®n y luego les absolv¨ªa. Otras, menos met¨®dicas, se dieron a la jarana junto al Simpecado -el pend¨®n de la Inmaculada Sin Pecado Concebida- hasta que el sue?o los venc¨ªa. A las carretas y charr¨¦s se unieron en el camino los automovilistas, como en la hermandad de Hinojos (Huelva), la de m¨¢s corto recorrido. Con ella march¨® la pintoresca Asociaci¨®n Piadosa de Boticarios Rocieros, que agrupa a un centenar de farmac¨¦uticos de varios puntos del pa¨ªs, seguidores de esta ecl¨¦ctica manifestaci¨®n donde no faltan devoci¨®n ni pasiones m¨¢s terrenales.
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