Manuel Zapata Ol¨ªvella
El encuentro de tres mundos en Latinoam¨¦rica
Se r¨ªe con el estruendo de un tambor africano y la dulzura de una flauta india. Manuel Zapata Olivella, nacido en la poblaci¨®n colombiana de Lorica en 1920, escritor, m¨¦dico y antrop¨®logo, tiene una ¨²nica obsesi¨®n: volver a poner en el mapa latinoamericano a las grandes minor¨ªas que se trag¨® la historia del Nuevo Mundo descubierto por Col¨®n. Zapata, que se encuentra estos d¨ªas en Espa?a, insiste en el papel de la negritud en la historia latinoamericana, y se pregunta por qu¨¦ en la promoci¨®n del V centenario se habla del encuentro de las dos culturas?"? Y d¨®nde queda la nuestra??Que cu¨¢ntos negros somos en Latinoam¨¦rica?". Zapata recoge el ce?o -que parece pintado para una danza milenaria-, apaga sus pupilas, baja la cabeza, se frota su afro color ceniza, y sentencia: "No s¨¦. Los negros latinoamericanos somos invisibles. No aparecemos en las listas. No estamos cuantificados en ninguna parte. Nadie nos ve. Nadie nos tiene en cuenta, pese a haber dejado impregnada nuestra historia.
Integrante de una familia de tres hermanos dedicados a la f¨¢bula, la poes¨ªa, la antropolog¨ªa, la danza y hasta la pol¨ªtica, Zapata es producto de la olla sin fondo de la etnia colombiana: su madre era mestiza y su padre mulato. En los a?os cuarenta, cuando cursaba medicina en Bogot¨¢, interrumpi¨® temporalmente sus estudios y decidi¨® ser un vagabundo. Viaj¨® a pie por Centroam¨¦rica, realizando toda clase de oficios, desde recolector de caf¨¦ hasta estibador, boxeador y lustrabotas. Lleg¨® hasta Nueva York, donde no s¨®lo vivi¨® y sufri¨® la discriminaci¨®n racial, sino que se hosped¨® en un hotel donde no se pagaba por d¨ªas, sino por horas. En M¨¦xico trabaj¨® como asistente y auxiliar de m¨¦dico en la cl¨ªnica Ortiz Tirado, cuyos directivos le pidieron en una ocasi¨®n cuidar del pintor Diego Rivera, quien hab¨ªa ca¨ªdo enfermo. Pas¨® tres d¨ªas con ¨¦l, y antes de marcharse el artista le pregunt¨® cu¨¢nto le deb¨ªa. Zapata le respondi¨®: "No se preocupe, maestro, alg¨²n d¨ªa le cobrar¨¦". Y le cobr¨® cuando a?os m¨¢s tarde Rivera pintaba un mural en una pared de la Secretar¨ªa de Gobierno de M¨¦xico, en el que plasmaba im¨¢genes de aquellos que forjaron la historia de su pa¨ªs. "Me acerqu¨¦", cuenta Zapata, "y le dije: maestro, quie ro que me pague pint¨¢ndome" Rivera se mostr¨® sorprendido, pero Zapata se apresur¨® a recor darle algunas verdades hist¨®ricas. "Recuerde que uno de los dirigentes de su revoluci¨®n, Jos¨¦ Mar¨ªa Morelo, era un mulato". Tras una pausa, el c¨¦lebre muralista le pag¨® inmortaliz¨¢ndolo en el mural.
Esta an¨¦cdota ilustra, en opini¨®n de Zapata, Ia tendencia de querer ignorar al negro". "En M¨¦xico se olvidan que Veracruz fue el segundo puerto negrero de Am¨¦rica, despu¨¦s de Cartagena de Indias (Colombia); los argentinos tampoco parecen percatarse de que Buenos Aires fue el tercero. Vocablos suyos, como tango y milonga, son de origen africano", dice el autor de Lev¨¢ntate, mulato y Chang¨®, el gran putas.
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