Josep Maria Castellet, unos recuerdos privilegiados
El cr¨ªtico y ant¨®logo barcelon¨¦s publica el libro 'Los escenarios de la memoria'
Se llama Josep Maria Castellet i D¨ªaz de Cos¨ªo y naci¨® en Barcelona en 1926, hijo de una familia del barrio de Gr¨¤cia. Ser¨ªa dif¨ªcil escribir hoy la historia de la cultura catalana (y de la espa?ola) de los ¨²ltimos 50 a?os sin citarlo. ?l, sin embargo, reh¨²ye cualquier protagonismo y asegura: "Yo me he hecho con los otros". Este hacerse con los otros le ha llevado a publicar un libro titulado Los escenarios de la memoria, cuya versi¨®n castellana se presentar¨¢ esta semana, y en el que los protagonistas son, precisamente, esos otros. Es como la gran novela de una memoria privilegiada de grandes y peque?os momentos, s¨®lo que escrita por un hombre que, seg¨²n asegura, nunca piensa escribir una.
Castellet ha vivido en la misma casa donde vivi¨® Josep Pla; ha contemplado la puesta de sol en el cabo S¨²nion con Ungaretti; ha cenado en Roma con Pasolini; en Ginebra, con Merc¨¨ Rodoreda; ha viajado a Moc¨² con Rafael Alberti; ha estado en Gredos con Aranguren; en Madrid, con Mary McCarthy; en M¨¦xico y en Sitges dialog¨® con Octavio Paz. Asisti¨® en Madrid, impasible, a la investidura acad¨¦mica de Pere Gimferrer. Son algunos momentos de este libro, en el que hay tambi¨¦n muchos otros del propio Castellet. Por ejemplo, est¨¢ su madre, Lola, a cuya clara memoria ha dedicado lo escrito; su abuelo, de pasado mexicano. Y tambi¨¦n la reciente historia, hecha memorias.Pregunta. Al leer su libro aparece una idea que hoy tiene escaso predicamento al tratar de la cultura, la de seducci¨®n. Parece que para los hombres de su generaci¨®n era algo muy importante, pero ?qu¨¦ era?
Respuesta. Aqu¨¦l era un grupo de gente, me refiero a la gente vinculada a la revista Laye, en el que predominaba de una forma absoluta la idea de seducci¨®n, en un sentido intelectual. Compet¨ªan. A veces de forma abstracta, pero otras de modo concreto: Gabriel Ferrater, que ten¨ªa su estilo; Manuel Sacrist¨¢n, a su manera; tambi¨¦n Jaime Gil de Biedma. Los otros, de una manera m¨¢s opaca. Pero sobre todo Ferrater y Sacrist¨¢n, cuando dieron clase, se vio clar¨ªsimo. Era gente capaz de seducir al oyente. No s¨®lo por su capacidad intelectual; yo creo que hab¨ªa en ellos voluntad de seducir.
P. En el libro hay una se dir¨ªa que deliberada acotaci¨®n temporal, con una ausencia de referencias a su per¨ªodo de formaci¨®n.
R. Un poco se debe a que no son mis memorias y, por tanto, no hablo de seg¨²n que cosas Claro, si hablase de m¨ª, tendr¨ªa que hacerlo de la ¨¦poca de estudiante. Pero al hablar de otras personas, incluso la acotaci¨®n del tiempo es diferente a la m¨ªa. Yo trato del per¨ªodo que va de 1960 a 1980, m¨¢s o menos. Son 20 o 25 a?os todo lo m¨¢s, pero una revisi¨®n general del pasado. Eso exige que no haya personajes de mi generaci¨®n. ?Escribir¨¦ sobre ello? ?No escribir¨¦? No lo s¨¦, pero s¨ª lo hiciera, tendr¨ªa que ser de otro modo, porque entonces mi implicaci¨®n ser¨ªa m¨¢s fuerte que la de esta obra.
Escepticismo y etiquetas
P. Pla le dice que usted es un esc¨¦ptico y un descre¨ªdo, y usted parece encontrarse a gusto con esas etiquetas. ?Ya lo era antes o se ha vuelto despu¨¦s?R. A m¨ª, el momento de ruptura, la crisis religiosa de la adolescencia, se me vino encima de una manera brutal, as¨ª que siempre he detestado las religiones. Lo que ocurre es que luego te haces m¨¢s cultivado, te toca estudiar a Espriu y una serie de cosas, pero mi descreimiento viene desde los 16 o 17 a?os. No s¨¦ lo que me pudo pasar. Y ha seguido. Lo que ocurre es que la gente no me hace demasiado caso porque me ve con un tono..., no s¨¦, din¨¢mico, pero no creo en demasiadas cosas, y tampoco me he dedicado a saber en qu¨¦ creo y en qu¨¦ no. Esto pasa y pasar¨¢, y tenemos que vivir y ya est¨¢. No tiene ninguna importancia. La gente nace, y crece, y jode, y se reproduce, y nadie sabe el por qu¨¦ de todo ello. En eso consiste mi escepticismo. Pla me lo dijo en una frase que recordar¨¦ siempre: "No, yo soy un esc¨¦ptico, pero usted es un dogm¨¢tico del escepticismo".
P. Pero su escepticismo es m¨¢s intelectual que vital. En el cap¨ªtulo dedicado a Aranguren, usted habla de una recogida de firmas contra la dictadura y su actuaci¨®n no es la de un esc¨¦ptico, sino la de un hombre de fuertes convicciones.
R. Es que hab¨ªa que estar all¨ª y salvar lo que se pudiera de la cat¨¢strofe. Y hab¨ªa que sacar una segunda carta en la que fallaron algunos de los que firmaron la primera. Esta segunda era un movimiento contra la jugada hecha por Fraga, que hab¨ªa llamado a una serie de personas para que retiraran su firma de la primera. Seguramente, lo que ocurre es que aguantas por un sentido de la ¨¦tica que es un sentido de la ¨¦tica. Es decir: esto hay que hacerlo y hay que hacerlo. Y ya est¨¢. Te lo creas o no. Me parece que es una de las maneras en que he actuado, en general.
Actuar
P. Reconocer¨¢ usted que es una actitud poco esc¨¦ptica.
R. No, porque act¨²as aunque no creas en lo que est¨¢s haciendo. Los imperativos ¨¦ticos son otra cosa.
P. ?Qu¨¦ son?
R. Yo dir¨ªa que, claro, bajo el franquismo, el imperativo ¨¦tico era el de estar contra el franquismo, por un sentido de verg¨¹enza general..., era una situaci¨®n intolerable. Por eso, al llegar la democracia, a pesar de las ofertas y las tentaciones, no me he apuntado a la pol¨ªtica. Ya me hab¨ªa distanciado de eso. Entonces todo el mundo cre¨ªa que yo era un pol¨ªtico...
Cambiar de lengua
Pregunta. El libro se abre con un autor, Ungaretti, que cambi¨® de lengua, y acaba con otro, Gimferrer, que ha utilizado el catal¨¢n y el castellano, como usted mismo.Respuesta. Es una casualidad... ?No, no! Es que yo no s¨¦ ni c¨®mo empez¨® la obra. Son aquellas cosas que tienes en la memoria y que no se te van. No s¨¦ por qu¨¦ empec¨¦ con Ungaretti. S¨ª, motivado sin duda por esas cosas de la patria y la lengua. Me interes¨®, evidentemente, pero no s¨¦ por qu¨¦ empec¨¦ a escribirle.
P. Y Josep Maria Castellet, ?por qu¨¦ cambi¨® de lengua, por qu¨¦ pas¨® a escribir en catal¨¢n?
R. Hay una reflexi¨®n de Ungaretti, cuando hablamos de patria y de lengua, y dice: "Mi patria es una, pero mi lengua es otra". Y en mi caso est¨¢ la presencia de Catalu?a, de Espa?a, de M¨¦xico, que ha sido una presencia muy peculiar por la historia de mi abuelo. Son cosas que marcan.
P. Pero la pregunta era: ?por qu¨¦ Josep Maria Castellet cambia de lengua?
R. Una respuesta t¨ªpica y t¨®pica: porque, cuando recibo el encargo de hacer la Poesia catalana del segle XX, Max Cahner me pide que reproduzca en catal¨¢n los Veinte a?os de poes¨ªa espa?ola, y le contesto que no me veo capaz, porque no s¨¦ lo suficiente, pero que soy muy amigo de Molas y que lo podemos hacer juntos. Entonces hago una entrada m¨¢s fuerte de lo que hab¨ªa hecho hasta entonces en la poes¨ªa catalana y me doy cuenta de una cosa, y es que escribo con menos dificultades en catal¨¢n que en castellano. Esto lo digo y me lo creo, aunque cuando hago cr¨ªtica literaria creo que no es verdad, que escribo igual en catal¨¢n que en castellano, que en franc¨¦s. Pero la verdad es que me sent¨ª c¨®modo. Y as¨ª empec¨¦ a escribir en catal¨¢n. No todo; a¨²n prepar¨¦ los novisimos y algunas otras cosas. Es en esta obra en la que me he encontrado m¨¢s c¨®modo. El problema se ha producido cuando he visto la versi¨®n castellana. No me reconozco, porque, al fin y al cabo, resulta que yo s¨¦ castellano, y ¨¦se no es el m¨ªo. La versi¨®n castellana no tiene la viveza de la catalana.
Babelia
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