Espa?a jug¨® con miedo al resbal¨®n e Italia supo sacar buen provecho de ello
ENVIADO ESPECIALLo dijo Ricardo Gallego y nadie lo tuvo presente. El excelente jugador del Real Madrid, que, como la mayor¨ªa de los futbolistas, tiene supersticiones, se acord¨® de que cada vez que Espa?a gana a Dinamarca pierde el siguiente partido [ante Francia, en la final del Campeonato de Europa de Naciones de 1984, y contra B¨¦lgica, en los cuartos de final de la Copa del Mundo de M¨¦xico en 1986]. "Este chico s¨®lo dice tonter¨ªas", pens¨® m¨¢s de uno en la concentraci¨®n de la selecci¨®n espa?ola, en la que acaso se viviese un clima de excesiva euforia. Y Gallego, seguro que a su pesar, tuvo raz¨®n. Espa?a fue incapaz de ganar a Italia y, lo que es peor, ni siquiera tuvo arrestos para conseguir el mal menor del empate. Ahora debe enmendar su inmenso error jug¨¢ndoselo todo a la desesperada ante la Rep¨²blica Federal de Alemania, el pr¨®ximo d¨ªa 17, en M¨²nich, con una moral fr¨¢gil y las fuerzas justas. Butrague?o y compa?¨ªa ya est¨¢n preparando las maletas para el regreso. Y es que El Buitre tambi¨¦n profetiz¨®: "Si se perd¨ªa ante Italia, todos nos vamos a casa".
Espa?a jug¨® con miedo al resbal¨®n. Quiz¨¢, porque en la mente de los jugadores estaba fresca la victoria de la RFA ante Dinamarca y el perfecto partido de contenci¨®n que realiz¨® el conjunto italiano ante los alemanes occidentales en la jornada inaugural de la Eurocopa, en la que incluso se adelant¨® en el marcador gracias a un tanto de Mancini tras una jugada de presi¨®n sobre la cobertura germana.
Completamente agarrotados por los nervios, sin sentido posicional y tremendamente lentos, los pupilos de Miguel Mu?oz fueron un equipo totalmente diferente al que venci¨® a Dinamarca el pasado s¨¢bado. Claro que el rival tambi¨¦n ten¨ªa unas caracter¨ªsticas diametralmente opuestas. De jugar ante unas madres, la selecci¨®n espa?ola pas¨® a enfrentarse a unos chicos traviesos, arropados por dos expertos veteranos como Bares? y Ferri.
Ni Mu?oz ni su colega italiano, Azeglio Vicini, se rompieron la cabeza maquinando alguna t¨¢ctica secreta. Los dos equipos utilizaron id¨¦nticos esquemas a los suyos en los anteriores partidos, pero pronto se vio con claridad meridiana que el centro del campo, ese punto neur¨¢lgico donde se construyen las jugadas de gol, iba a tener claro color azul.
Michel, el te¨®rico cerebro espa?ol, ensalzado un¨¢nimemente por la Prensa italiana, no tuvo su d¨ªa. Escondido en la banda derecha y controlado a la perfecci¨®n por el jovenc¨ªsimo Maldini, el hijo de aquel gran defensa del Mil¨¢n, dej¨® al equipo espa?ol hu¨¦rfano y sin nadie que lo protegiera ante una perfecta m¨¢quina de elaborar f¨²tbol especulativo.
Durante 45 minutos Espa?a aguant¨® los aguijonazos de Italia gracias a que su sistema defensivo estuvo perfecto, especialmente por parte del madridista, Sanchis, que control¨® con acierto al peligroso Vialli, que, a veces, permut¨® de banda con Mancini. La selecci¨®n de Mu?oz quer¨ªa, pero no pod¨ªa. Se la ve¨ªa con las pilas totalmente gastadas en la mayor¨ªa de sus jugadores, a excepci¨®n del casi ex barcelonista V¨ªctor y el que ya lo es Bakero, que se hartaron de corretear por el campo en busca de un objetivo que se antojaba poco menos que imposible.
Mu?oz y los suyos se fueron al vestuario para el preceptivo descanso con la esperanza de mantener el empate. Quiz¨¢ pensaron que Italia no pose¨ªa suficiente fuerza ofensiva al hacer balance del primer tiempo, en el que el tambi¨¦n azulgrana Zubizarreta apenas tuvo que intervenir y la jugada de mayor peligro la origin¨® Donadoni con un pseudocentro que sali¨® lamiendo el larguero.
Se equivocaron. El primer aviso lo recibi¨® el guardameta espa?ol nada m¨¢s iniciarse la segunda parte, cuando salv¨® con su salida la internada de Mancini, que poco m¨¢s tarde volvi¨® a ponerle a prueba en un buen cabezazo.
Michel se fue hacia el centro ara encontrar la imaginaci¨®n perdida acaso entre tantas entrevistas como tuvo que conceder a lo largo de los ¨²ltimos d¨ªas. Pero tampoco la encontr¨® all¨ª. Y Espa?a sigui¨® siendo un equipo soso, inseguro y rampl¨®n que no hizo honor a los calificativos de la Prensa italiana. La furia roja perdi¨® su color despu¨¦s de pasar por la tintorer¨ªa que se ha tra¨ªdo Vicini a esta Eurocopa.
Los movimientos de banquillo que realiz¨® Mu?oz fueron acertados porque el centro del campo necesitaba un aire nuevo, frescura de ideas y m¨¢s fuerza f¨ªsica. Se fueron Michel -antes del partido ya estaba algo tocado- y Gallego y ocuparon sus puestos Mart¨ªn V¨¢zquez y Beguirist¨¢in. Pero nada mejor¨®, sino todo lo contrar¨ªo. Bast¨® que Vialli se escorara hacia su izquierda para apartarse del pegajoso Sanchis. En esa posici¨®n le estaba cubriendo Tom¨¢s, que, cuando quiso darse cuenta del quiebro que le hizo, vio a Zubizarreta que ya estaba recogiendo el bal¨®n del fondo de su porter¨ªa.
Luego lleg¨® lo habitual: las prisas, los nervios, las t¨ªpicas jugadas que se cantan como gol y que acaban siendo fuegos de artificio. Era la oportunidad para que El Buitre volviera a volar, pero no pudo. Ayer llevaba, como en tantos otros d¨ªas, perdigones en sus alas. Y Espa?a lleva ahora la pesada carga de tener que ganar por obligaci¨®n a la RFA el pr¨®ximo d¨ªa 17. El empate s¨®lo ser¨ªa suficiente en el caso remoto de que Dinamarca batiese a Italia. Pero los daneses ya est¨¢n eliminados.
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