El cisma de Lefebvre
CON su decisi¨®n de ordenar a cuatro obispos fieles a sus propias convicciones integristas el pr¨®ximo d¨ªa 30, el arzobispo Marcel Lefebvre consuma su ruptura con el Vaticano. La prevista excomuni¨®n contra el tozudo eclesi¨¢stico s¨®lo servir¨¢ para levantar acta oficial de una separaci¨®n anunciada. No se trata ya de una cuesti¨®n puramente doctrinal sino de un desaf¨ªo al poder del obispo de Roma que una organizaci¨®n tan fuertemente jerarquizada como la Iglesia cat¨®lica no puede tolerar. Hasta que no se ha producido este claro reto al poder romano, el Vaticano ha sido pacientemente cerriprensivo, y aun condescendiente, con la disidencia tradicionalista de Lefebvre, en ciaro contraste con el trato inflexible e Inquisitorial dado a los te¨®logos; y, obispos progresistas. Roma no arroja de su seno al obispo integrista. Es ¨¦l quien se marcha por su propio pie.La actitud de rebeld¨ªa de Lefebvre traspasa la frontera de la simple desobediencia al jefe de la Iglesia cat¨®lica porque pone en cuesti¨®n expresamente el dogma de la infalibilidad papal y la legitimidad de los ¨²ltimos papas como sucesores de Pedro. En la Iglesia de Roma, cisma es el rechazo de la obediencia al Papa o de la comuni¨®n con los obispos y fieles sometidos a ¨¦l. Despu¨¦s del Vaticano I (1870), algunos obispos centroeuropeos se negaron a aceptar el dogma de la infalibilidad papal y ordenaron obispos. El cisma de los veterocat¨®ficos apenas es hoy conocido. El integrismo lefebvriano es la cara opuesta de la moneda: defiende el monarquismo absoluto y el gobierno personal del Papa. De ah¨ª tambi¨¦n su entusiasmo por las dictaduras pol¨ªticas y su amistad con Pinochet. Su defensa del origen divino de la autoridad le lleva a sacralizar el poder pol¨ªtico a rechazar la democracia como irreconciliable con la doctrina del Evangelio. En nombre de esa tradici¨®n absolutista se organiza su lucha contra lo que ¨¦l considera contagio del liberalismo ateo introducido en el mismo Vaticano.
Los episcopados suizo y franc¨¦s, que han sido los m¨¢s afectados por el cisma lefebvriano, no pod¨ªan admitir ya las ¨²ltimas concesiones prometidas por Roma. El principio expuesto por el presidente de los obispos suizos de que es preferible la excomuni¨®n a la confusi¨®n ha pesado en las mentes curiales del Vaticano para negar la verila a los candidatos a obispos que propon¨ªa el arzobispo rebelde.
La Fraternidad de San P¨ªo X, nombre de la orden de Lefebvre, se extendi¨® en 1975 desde el primitivo n¨²cleo original de Ec¨®ne y Friburgo (Suiza) a Newbury en el Reino Unido; Armada, en Estados Unidos; Albano, en Italia, y Suresnes, en Francia. Desde 1977 los lefebvristas ocupan por la fuerza la parroquia de San Nicholas-de-Chardonett, en el mismo centro de Par¨ªs. Los cuatro obispos que se dispone a ordenar Marcel Lefebvre configurar¨¢n la organizacion territorial, al margen de la jerarqu¨ªa cat¨®lica, en Europa y Am¨¦rica. El lefebvrismo visible no parecc tener un gran futuro. Pero la forma de concebir la tradici¨®n en la Iglesia por no pocos eclesi¨¢sticos y movimientos integristas suscita una lectura conservadora de los textos conciliares que puede seguir dividiendo profundamente a los cat¨®licos. La sacralizaci¨®n de determinados modelos de familia, el confesionalismo pol¨ªtico y el autoritarismo eclesi¨¢stico que hoy se hacen visibles no dejan de reforzar los frentes de intolerancia que siguen padeciendo las sociedades democr¨¢ticas de Occidente. El Vaticano II desautoriz¨® la canonizaci¨®n de las culturas de los per¨ªodos hist¨®ricos y de los reg¨ªmenes pol¨ªticos. Pero el criptolefebvrismo sigue vivo en la Iglesia cat¨®lica. Y puede dar al traste con las esperanzas suscitadas en su d¨ªa por el ¨²ltimo concilio.
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