El festival de los 'grandes'
No todo es solemne en las reuniones de los l¨ªderes de los pa¨ªses m¨¢s ricos
Los sherpas de los siete grandes, que se pasan el a?o volando de capital en capital, ya han preparado la declaraci¨®n final de la cumbre. Aqu¨ª de lo que realmente se trata es de vender Toronto, "la ciudad m¨¢s vivible de Am¨¦rica del Norte", seg¨²n el lema oficial, como sede de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1996 despu¨¦s de los de 1992 en Barcelona. Esta ciudad, de dos millones de habitantes, que sorprende por lo limpia, compite con Atenas. "Creo que podremos demostrar nuestra capacidad de albergar un acontecimiento internacional", dicen sus autoridades.
Catorce a?os despu¨¦s de que el aristocr¨¢tico presidente de Francia Valery Giscard d'Estaing se inventara estas cumbres, reuniendo a los siete l¨ªderes de los pa¨ªses m¨¢s industrializados M mundo en Rambouillet, estas reuniones se han convertido en un circo de los media, un carnaval. La excusa de coordinar la marcha de las econom¨ªas m¨¢s poderosas y mantener el crecimiento mundial, en tres d¨ªas de reuniones formales y ¨¢gapes informales de los l¨ªderes de Occidente, es s¨®lo la pantalla. La realidad es que el pa¨ªs anfitri¨®n aprovecha la ocasi¨®n para vender su imagen a nivel mundial. Italia, con ocasi¨®n de la cumbre de Venecia el pasado a?o, se present¨® internacionalmente como el nuevo "milagro eco n¨®mico", la quinta naci¨®n m¨¢s rica por su PNB, por encima del Reino Unido.
La publicidad gratuita est¨¢ servida y esto hace m¨¢s f¨¢cil al Gobierno de Brian Mulroney, el primer ministro canadiense, justificar ante los contribuyentes que la cumbre de Toronto les va a costar seis millones de d¨®lares.
3.000 periodistas
Miles de periodistas -aqu¨ª 3.000 est¨¢n acreditados- son tratados a pan y manteles gratuitos. A¨²n se recuerda la grand bouffe de Bonn, en la cumbre de 1978, cuan do los diferentes landers alemanes compitieron en una org¨ªa gastron¨®mica. En tres semanas los ca nadienses han convertido un pol voriento aparcamiento en una plaza de la Cumbre, de tres hect¨¢reas, cubierta con toldos, estanques artificiales, 80 abedules y pinos tra¨ªdos del norte del pa¨ªs, que servir¨¢ de centro de comunicac¨ªo nes y de alimentaci¨®n a la horda period¨ªstica.
Y esto sin que le cueste un c¨¦ntimo a los ciudadanos, ya que 38 empresas privadas, que a su vez exhibir¨¢n aqu¨ª sus productos -desde la moda hasta tel¨¦fonos-, han recaudado dos millones de d¨®lares para pagar esta hip¨¦rbole.
El presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico de Toronto, Paul Henderson, ofrece a los periodistas y a los 1.500 delegados de los siete l¨ªderes (Reagan viene con 400 y la modesta Thatcher s¨®lo con 50), paseos sobre la ciudad en dirigible que paga la cerveza canadiense O'Keefe. Este juego de la promoci¨®n, de lo p¨²blico y lo privado, en Espa?a s¨®lo lo entender¨ªan bien los catalanes.
Todo es una gran celebraci¨®n de lo que Reagan llama "la revoluci¨®n m¨¢gica" de la iniciativa privada, objetivo real de la reuni¨®n de Toronto, traca final de la era Reagan y de sus contradicciones. El pasado 19 de octubre se desplomaba la Bolsa de Nueva York, m¨¢s incluso que el lunes negro de 1929, y hoy los siete celebran aqu¨ª una bonanza sin precedentes de las econom¨ªas occidentales.
Los l¨ªderes del pa¨ªs que organiza la cumbre -un deporte exclusivo de naciones ricas- utilizan tam bi¨¦n estas reuniones para mejorar sus posibilidades electorales y presentarse como estadistas mundiales ante sus votantes. Este a?o esto es muy claro con Mulroney, que, con una cota muy baja de popularidad, quiz¨¢ tenga que enfrentarse a elecciones anticipadas a finales de a?o. Los otros invitados tienen tambi¨¦n un ojo puesto en sus audiencias dom¨¦sticas.
Los comunicados finales suelen ser un monumento al lenguaje farragoso e incomprensible, excepto para los sherpas, ayudantes de los ministros de finanzas de los siete, que viven de prepararlo durante 12 meses. El a?o pasado, en Venecia -donde el mercantilismo de esta antigua rep¨²blica de mercaderes alcanz¨® cotas insospechadas-, los grandes se inventaron un clarinazo de atenci¨®n en la lucha contra el SIDA que constituy¨® la gran novedad de la declaraci¨®n final. Sin embargo, esto no impidi¨® que el primer ministro japon¨¦s, Yasuhiro Nakasone, y Reagan se durmieran en la lectura del mismo, televisada en directo a un mundo menos que expectante.
Este a?o Reagan quiere que la cumbre lance una ofensiva contra el lavado del dinero negro procedente de la droga. Pretende poner el ejemplo de Noriega, que se le ha enquistado a la Casa Blanca. Incluso puede salir de aqu¨ª un compromiso de defender los Juegos Ol¨ªmpicos de Se¨²l de eventuales ataques terroristas promovidos por Corea del Norte. Pero aun as¨ª, dentro de dos semanas nadie se acordar¨¢ de lo que dec¨ªa el comunicado final.
Foto 'de familia'
Estas cumbres -cuya imagen t¨®pica es la foto de familia de los siete, en realidad los ocho porque el presidente de la Comunidad Europea, Jacques Delors, es el octavo invitado aunque siempre le cortan de la foto y act¨²a como de prestado- son s¨®lo econ¨®micas sobre el papel.
Estados Unidos aprovech¨® Venecia para intentar, sin ¨¦xito, que los aliados enviaran sus armadas al golfo P¨¦rsico. La respuesta o ayuda que debe prestar o no Occidente a la revoluci¨®n de Gorbachov ser¨¢ objeto de debate en Toronto.
Estas reuniones, que Mitterrand describi¨® tras su primera experiencia en 1981 como una absoluta p¨¦rdida de tiempo (en Venecia se levant¨® de una cena de trabajo de los siete para irse a pasear por la ciudad), sirven tambi¨¦n para una puesta al d¨ªa de los servicios policiales de los diferentes pa¨ªses. Bajo la coordinaci¨®n de la legendaria Polic¨ªa Montada del Canad¨¢, 3.000 miembros de las fuerzas del orden han sido movilizados. El tr¨¢fico a¨¦reo sobre la ciudad, que patrullan desde el aire helic¨®pteros, ha sido prohibido y el centro de Toronto -con tiradores de elite en ios tejados de los rascacielos- es un bunker para Reagan y compa?¨ªa y una pesadilla de tr¨¢fico.
Todo ha sido minuciosamente tenido en cuenta y la polic¨ªa canadiense est¨¢ controlando, desde hace semanas, los apellidos que suenen a iran¨ªes, irlandeses y japoneses, en las reservas de las agencias de alquileres de coches. Los objetivos de un presunto ataque terrorista -hasta ahora no se ha recibido ninguna amenaza seria- son Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Irlandeses, por el IRA; iran¨ªes, por principio, y japoneses, por sus n¨²cleos terroristas radicales, que consiguieron lanzar cinco granadas caseras en la cumbre de Tokio, son sospechosos.
Protestas
Tambi¨¦n, como en cumbres anteriores, est¨¢n preparadas las protestas. Los pacifistas de todo tipo que denuncian este dispendio, los ecologistas, los cr¨ªticos de la pol¨ªtica de Reagan en Nicaragua, los que protestan porque Jap¨®n caza ballenas o por las matanzas industriales de focas en Canad¨¢, los jud¨ªos quedenuncian el Gulag sovi¨¦tico. Todos estos colectivos inundan la Prensa con sus comunicados y preparan -a veces con ingenio- teatros callejeros para llamar la atenci¨®n de las c¨¢rnaras de televisi¨®n.
Todo este festival ha hecho que Giscard d'Estaing haya pedido que las cumbres retornen a su prop¨®sito original: reuniones de los l¨ªderes fuera del acoso de la prensa, sin agenda previa, que permitan una discusi¨®n libre sin tener que alimentar las expectativas de miles de reporteros. Pero esto es imposible en la era de la televisi¨®n. El pasado a?o, las grandes cadenas norteamericanas convirtieron Venecia en un gran plat¨® viviente.
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