Mitad monjes mitad 'gudaris'
Que Jaungoikoa -el dios de los vascos- sea alabado, pues comienza a atender nuestras s¨²plicas y a iluminar a alguno de los suyos. Las recientes declaraciones de Patxi Zabaleta, el vivo (para no confundirlo con su hom¨®nimo asesinado en Elg¨®ibar), al n¨²mero 36 de El Globo son una gozosa muestra de ello. El hecho de que todo un miembro de la Mesa Nacional de Herri Batasuna se preste a hablar constituye por s¨ª solo una alentadora se?al: se empieza a dar paso al uso p¨²blico de la raz¨®n y cabe ya esperar que nos encontremos al arranque del camino hacia la verdad en Euskal Herria. Ser¨ªa bueno, pues, penetrar en este portillo dial¨¦ctico que ahora se entreabre.Para entrar con buen pie, no regatearemos los parabienes ante las confesiones que rezuman una buena parte de aquellas palabras. El reconocimiento de la dependencia todav¨ªa actual de Herri Batasuna respecto de ETA, o sea, del protagonismo pol¨ªtico, y no s¨®lo castrense, de la organizaci¨®n armada; la admisi¨®n de la "mentalidad guerrillera y militar" de ETA, que forzosamente pugna por absolutizar su estrategia mort¨ªfera y marginar el trabajo pol¨ªtico cotidiano; la firme voluntad de que, desaparecida ETA en un futuro m¨¢s o menos pr¨®ximo, "HB tiene que marcar las cosas" y "la futura organizaci¨®n para hacer pol¨ªtica pase por HB"...: revelaciones son todas ellas que, no por sabidas por muchos, resultan menos esperadas para casi todos. No es momento de preguntarse c¨®mo ha podido el se?or Zabaleta, hasta ayer mismo en franca minor¨ªa dentro de sus filas, soportar el alejamiento de las instituciones propugnado por HB y el jaleamiento entre sus correligionario s de los atentados perpetrados por ETA. Toca m¨¢s bien alegrarse de su ascenso a la c¨²pula de HB, como s¨ªntoma de que tal vez en adelante esta coalici¨®n participe en la tarea institucional y de que tal vez sus portavoces se lamenten en voz alta, no s¨®lo por los muertos de y por ETA, sino simplemente de que ETA siga matando.
Porque tan decisiva como la reconversi¨®n de ETA en HB, y la consiguiente liquidaci¨®n de aquella empresa militar, es la conversi¨®n de la propia HB. No s¨®lo al etarra le ser¨¢ costoso el esfuerzo de abandonar su arma y acomodarse a la l¨®gica civil. Tambi¨¦n muchos militantes de HB pueden experimentar dificultades a la hora de enfrentarse pol¨ªticamente a sus contrarios sin saberlos -o saberse- ya enfilados por las armas de su propio ej¨¦rcito. Lo malo no es que "HB significa una pervivencia de las ideas de ETA"; peor ser¨ªa si entra?ase la continuidad de algunos de sus h¨¢bitos. A este movimiento "heredero de ETA", como aqu¨ª se define a HB, no le basta en el futuro con sacudirse las ¨®rdenes de los generales. Para que HB sea de verdad una ETA civil y civilizada parece preciso, adem¨¢s, mostrarse capaz de desprenderse de ciertos modos de pensamiento y de conducta irracionales, iluminados, arrogantes, imperiosos, intransigentes; de ciertas actitudes, en suma, pre?adas de aquel mismo esp¨ªritu militar del que se confiesan descendientes directos. Y aqu¨ª comienzan a detectarse en aquel texto notorias ambig¨¹edades de las que no queda m¨¢s remedio que marcar distancias.
As¨ª, por ejemplo, se admite que mientras ETA siga matando, la negociaci¨®n que postula se vuelve dif¨ªcil; pero se a?ade de inmediato, y por si acaso, que igualmente lo ser¨¢ mientras tenga muertos y encarcelados. Parece olvidarse que si hoy ETA sufre bajas, se debe ante todo a que se empe?a en matar. Y mata porque no puede alcanzar a trav¨¦s de la voluntad general los fines que persigue. Mejor dicho, y por siniestro que suene, ahora ETA mata para negociar, para hacer un alarde de fuerza antes de que la convoquen a sentarse a la mesa. S¨®lo hay una salida que quiebre esta l¨®gica maldita y a HB le compete aceptarla y proponerla a sus mentores; que esta negociaci¨®n no sea un pacto entre militares, sino entre civiles, y entre civiles -por lo dem¨¢s- que en su inmensa mayor¨ªa no desean una paz mediada exclusivamente por ETA. "Lo que pasa es que se est¨¢ produciendo una descomposici¨®n en la sociedad vasca..., una sociedad dividida en dos.... una guerra civil... ?ste es un riesgo del que debemos responsabilizamos todos", sostiene asimismo este dirigente. Uno se pregunta si esa fractura entre las gentes vascas es la que existe entre espa?olistas y abertzales, que no revela ser tan fat¨ªdica; o, como es de presumir, la l¨ªnea divisoria discurre m¨¢s bien entre ETA y las huestes de HB, por un lado, y todo el resto de la poblaci¨®n por otro. Si fuera esto ¨²ltimo, ya se ve que tal escisi¨®n est¨¢ muy desproporcionada y -por m¨¢s que uno est¨¦ dispuesto a pechar con su parte de culpa en el pecado colectivo- no parece justo que todos carguemos con la misma responsabilidad e id¨¦ntica penitencia. Tal vez a unos, digo yo, les corresponda mayor prop¨®sito de enmienda que a otros.
"Uno de los modos m¨¢s serios de luchar contra la actual confrontaci¨®n civil, porque la violencia est¨¢ en los dos lados de nuestro pueblo, es estar en HB", agrega en otro momento el entrevistado. Si semejante confrontaci¨®n pudiera reducirse a un hipot¨¦tico enfrentamiento entre los partidarios de los polic¨ªas del Nani, de los comisarios organizadores de los GAL, de los torturadores de toda ralea... y los encarnizados adictos a los pistoleros de ETA, es de temer que la opci¨®n quedara en suspenso. Pero si ambos lados de la refriega son los m¨¢s arriba dibujados; si en cada uno de ellos no se da por igual la violencia, y s¨®lo una mente paranoica se atrever¨ªa a hablar de que un lado est¨¢ empe?ado en el "exterminio cultural" del otro...; si todo esto es as¨ª, no se entiende bien c¨®mo alistarse en la facci¨®n m¨¢s belicosa del conflicto podr¨ªa, milagrosamente, acabar con el conflicto mismo. A no ser que, contra lo que se proclama, atizar el fuego de aquella confrontaci¨®n e impedir a todo trance que se apague sea requisito para imposibilitar la extinci¨®n de la vida del movimiento pol¨ªtico propio. Se trata de reflexiones, en definitiva, que no dan la impresi¨®n de estar lo bastante liberadas del influjo de ETA.
Entre los navarros, abertzales o no, resultan bien conocidas la inteligencia y la buena voluntad de Patxi Zabaleta. Sus meditaciones ¨¦ticas, en cambio, aunque fuertes, no parecen ser su fuerte: hay ethe que aterrorizan y de cuyas consecuencias aquel piadoso Jaungoikoa nos deber¨ªa pillar oportunamente confesados. El secuestro del se?or Revilla, pongamos por caso, tiene como objetivo (junto al econ¨®mico) "ejemplificar a otros". Si ejemplarizar equivale a amedrentar, coaccionar, escarmentar en cabeza ajena, mediante la muerte o la extorsi¨®n, no cabe duda de que ETA ha alcanzado cotas de ejemplaridad envidiables. Con ligeras variantes en sus m¨¦todos, el general Franco dej¨®, durante 40 a?os, bien ejemplarizados en este pa¨ªs a comunistas y nacionalistas, masones y curas, obreros y estudiantes. Los asesinatos de Aizpiri y Zabaleta ("que ten¨ªan fama de ser vendedores de droga"...; y aunque la tuvieran de insaciables comedores de ni?os, ?qu¨¦?) s¨®lo representan los ¨²ltimos modos de conjugar aquel virtuoso verbo. Al enfrentarse as¨ª al mundo de la droga, "debo decir que la postura de ETA, manifestando su oposici¨®n con rotundidad, ha sido eficaz. ?sa es la verdad". En las debidas proporciones, la misma verdad suprema, rotundamente pronunciada por el f¨¹hrer al decidir la soluci¨®n final para los jud¨ªos.
Por eso, nada m¨¢s descaminado que suponer de estas tr¨¢gicas cuestiones que "su valoraci¨®n ¨¦tica es dificil de abordar". Ser¨¢ complicado ponderar lo acertado de su coyuntura pol¨ªtica o econ¨®mica; ¨¦ticamente, su valoraci¨®n aparece inapelable: el No matar¨¢s podr¨¢ ocupar el quinto lugar en la ley de Dios, pero, indudablemente, es el primero entre los mandamientos de los hombres. Cuando, pues, HB dice reclamar de ETA que el se?or Revilla sea liberado, interesa saber -para su correcta apreciaci¨®n ¨¦tica- si exige tal cosa con independencia del pago de su rescate. Y, sobre todo, conviene explicitar el argumento en que se apoya esa exigencia: ?porque la raz¨®n pr¨¢ctica proh¨ªbe secuestrar y matar o porque "si Revilla es liberado por Barrionuevo supondr¨ªa una derrota para ETA" de consecuencias imprevisibles? Si "ninguna muerte es justificable ni siquiera en leg¨ªtima defensa", seg¨²n afirma este hombre de leyes, ?cu¨¢nto menos lo ha de ser en manifiesta ofensa ileg¨ªtima?
Entre la moral de la excelencia y la de la eficacia ejemplar, entre la fuerza de la virtus pol¨ªtica y la del tiro limpio, entre la violencia militar y el pacifismo militante..., los mejores de HB parecen atrapados y no se deciden a escoger. ?Resultado quiz¨¢ de ser mitad monjes, mitad gudaris?
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