Invitaci¨®n a un plebiscito
?Qu¨¦ puede hacerse desde el extranjero para ayudar al pueblo chileno a resistir la dictadura del general Augusto Pinochet y quiz¨¢ terminar con ella?Es una pregunta que me vienen haciendo insistentemente desde hace 15 a?os; a m¨ª y a todos los que hemos v¨ªvido exiliados de Chile. Y durante estos a?os interminables, la respuesta no ha sido insignificante: numerosas cartas de protesta han salvado vidas, se ha ejercido presi¨®n para cortarle el financiamiento internacional a un Gobierno que exporta el terrorismo, y se les ha mandado ayuda monetaria a las organizaciones de derechos humanos, a las revistas disidentes, a los sindicatos semilegales.
Ha llegado el momento, sin embargo, para una participaci¨®n diferente, acaso m¨¢s decisiva de parte de quienes desde lejos han sentido rabia y dolor y no poca impotencia ante las vesanias del Gobierno chileno. Porque por primera vez desde que los militares asaltaron el poder, en septiembre de 1973, el pueblo chileno tiene una verdadera oportunidad para modificar su destino pol¨ªtico. Dentro de los pr¨®ximos seis meses -de acuerdo con las estipulaciones de la ileg¨ªtima Constituci¨®n que Pinochet mismo hizo aprobar en 1980 para asegurar su perpetuaci¨®n- se ha de convocar un plebiscito en que los ciudadanos tendr¨ªan que aceptar o rechazar el candidato para presidente propuesto por la Junta Militar. Se presume que el candidato ser¨ªa el propio general Pinochet, que se ha autoproclamado inagotablemente en todos los rincones de la Rep¨²blica, inaugurando y reinaugurando obras de todo tipo. Si gana, enfrentaremos las delicias de otros ocho a?os de autoritarismo desenfrenado y delirante.
?Y si pierde ... ?
Ah¨ª est¨¢ el dilema para el r¨¦gimen chileno. Todas las encuestas de opini¨®n p¨²blica serias e independientes (no hablo de aquellas confeccionadas a solicitud del Gobierno para efectos propagand¨ªsticos) se?alan invariablemente que el general no sube del 20% de preferencias entre el electorado. Lo que a todas luces significa que, ,para triunfar, a Pinochet no le queda otra alternativa que el fraude. Despu¨¦s de todo, no son exactamente infinitos los casos en la historia mundial en que un d¨¦spota haya permitido que la pac¨ªfica voluntad de la mayor¨ªa se manifieste libremente, despoj¨¢ndolo de su mandato.
Robar esta elecci¨®n, sin embargo, no le ser¨¢ tan f¨¢cil a Pinochet. A pesar del miedo, de la apat¨ªa y de la miseria engendrados entre los chilenos por a?os de represi¨®n y desesperanza, mis compatriotas han estado organiz¨¢ndose creativamente en una campa?a por el no. M¨¢s a¨²n: acaba de ocurrir un cambio que casi podr¨ªa denominarse milagroso. Es legendario el fraccionamiento de la oposici¨®n chilena: con la casa quem¨¢ndose, nuestros partidos democr¨¢ticos se han dedicado a discutir si convendr¨ªa apagar el incendio con agua rosada o agua de color azul. Ahora se han dado cuenta de que todas las aguas son buenas ante el fuego devorador y que lo que importa es que se conviertan en un diluvio; en otras palabras, se comienza a dibujar una cierta unidad, aunque d¨¦bil, y precaria, de vastos sectores del centro, de la izquierda y hasta de la derecha democr¨¢tica, para enfrentar la actual coyuntura. Esto, a su vez, ha repercutido entre la poblaci¨®n, que se ha puesto a trabajar masivamente contra el fraude a lo largo de Chile, avisando al Gobierno que no s¨®lo una gran pluralidad de ciudadanos votar¨¢ contra el general Pinochet, sino que detr¨¢s de cada voto hay un par de ojos vigilando para que el proceso electoral sea limpio.
Nosotros necesitamos que los ojos del mundo vigilen a nuestro lado. No estoy pidiendo ojos metaf¨®ricos. Necesitamos ojos reales que miren desde caras reales, ojos y caras y personas que atraviesen los miles de kil¨®metros que los separan de Chile y sean testigos de la extraordinaria haza?a que se est¨¢ llevando a cabo.
Que vengan todos, pol¨ªticos, artistas, periodistas, escritores, luchadores por los derechos humanos. Su presencia constante y multitudinaria, particularmente si se trata de personas populares en Chile mismo, como son muchos actores, actrices y cantantes, inspirar¨ªa y animar¨ªa a quienes luchan sin armas contra un dictador tan feroz. Y ese mismo dictador quedar¨ªa advertido, por cierto, de que cualquier intento suyo por desconocer o torcer la voz de la mayor¨ªa provocar¨ªa una protesta de veras universal.
Tampoco estoy proponiendo una mera visita el d¨ªa del plebiscito para asegurar que no sean falseados los datos ni los votantes sean intimidados o sometidos a presi¨®n. En estos mismos momentos se est¨¢ perpetrando un fraude m¨¢s profundo, m¨¢s estructural, m¨¢s perverso, y hay que observarlo y denunciarlo ahora mismo.
?Puede llamarse libre una elecci¨®n cuando el Gobierno renueva el estado de emergencia interior y sigue aterrorizando a la ciudadan¨ªa con torturas y desapariciones, cuando la polic¨ªa detiene y golpea a los muchachos que hacen campa?a por el no? ?Puede llamarse honesta una elecci¨®n cuando la oposici¨®n pr¨¢cticamente no tiene acceso a la televisi¨®n ni un puesto en el tribunal que va a supervisar el plebiscito? ?Puede llamarse justa una elecci¨®n en la que Pinochet utiliza los inmensos recursos del Estado -que se financian, despu¨¦s de todo, con los impuestos de todos los chilenos- para gastar gigantescas cantidades en convencer a sus conciudadanos de que viven en el para¨ªso y de que cualquier otra soluci¨®n significa el caos y el desorden? ?Puede llamarse equitativa una elecci¨®n en que se ha hecho todo lo posible para que los sectores m¨¢s pobres no puedan votar, exigi¨¦ndoles una carn¨¦ de identidad costoso y dif¨ªcil de conseguir? ?Puede llamarse imparcial cuando autoridades del Gobierno y comandantes del Ej¨¦rcito han amenazado abiertamente a quienes voten no con una ejecuci¨®n sumaria y cuando decenas de periodistas opositores est¨¢n presos o procesados por la justicia militar? ?Puede llamarse recta cuando un Gobierno que sistem¨¢ticamente ha hambreado y dejado sin empleo a millones de chilenos utiliza ahora los pr¨¦stamos internacionales para sobornar y chantajear a esa gente desesperada con casas baratas y promesas de caridad si resulta victorioso el s¨ª?
No estoy sugiriendo que la asistencia de eminentes y conspicuos extranjeros eliminar¨ªa todas estas vicisitudes fraudulentas, pero contribuir¨ªa, sin duda, a limitar su efecto y hacerlas aparecer m¨¢s escandalosas. Tampoco quisiera que mis palabras se interpretaran como una incitaci¨®n a que extra?os intervengan en los asuntos internos de m¨ª pa¨ªs. A los chilenos les toca deshacerse, con enorme sacrificio y considerable riesgo, de la pesadilla que desde una d¨¦cada y media los sofoca. Pero esa lucha es peligrosa, y esa lucha tambi¨¦n suele ser solitaria.
Es para derrotar esa soledad y disminuir ese peligro para lo que invitamos al mundo entero a que visite Chile. Como siempre, cuando los que gobiernan poseen todas las armas y nosotros s¨®lo disponemos de nuestros cuerpos y nuestra imaginaci¨®n y nuestra dignidad, no es ni segura ni probable la victoria. Pero es ahora que estamos a punto de determinar el destino de nuestro pa¨ªs, es ahora m¨¢s que nunca, cuando requerimos que nuestros aut¨¦nticos amigos derroten las distancias y vengan a hacernos una cercana compa?¨ªa.
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