Fernando Calvet Prats, un hombre de ciencia cl¨¢sico
El ilustre autor que firma este art¨ªculo evoca en su texto la figura del prestigioso profesor Fernando Calvet Prats, catedr¨¢tico de Bioqu¨ªmica de la universidad de Barcelona, fallecido recientemente, quien supo combinar la actividad investigadora con la docencia a lo largo de su dilatada vida.
El 16 de junio, a los 85 a?os, ha fallecido en Barcelona el que fue ilustre catedr¨¢tico de qu¨ªmica org¨¢nica y de bioqu¨ªmica desde sus 29 a?os, en que obtuvo por oposici¨®n la c¨¢tedra de qu¨ªmica org¨¢nica de la universidad de Santiago, hasta su jubilaci¨®n, a los 70, como catedr¨¢tico de bioqu¨ªmica de Barcelona, sin m¨¢s interrupci¨®n en su actividad universitaria que la de 11 a?os motivada por la guerra civil.Trabajo
Ahora bien, desde que a los 20 a?os se licenci¨® en la universidad de Barcelona hasta meses antes de su muerte no ha dejado de trabajar honrada, inteligente y esforzadamente en dos actividades en ¨¦l naturalmente complementarias, la investigaci¨®n experimental y la docencia. Cumplir estos dos ejercicios con constante veracidad y entrega personal hace del profesor Calvet (de quien me honro de haber recibido sus ense?anzas durante cuatro a?os de ¨ªntima relaci¨®n, para m¨ª decisivos) el paradigma de hombre de ciencia cl¨¢sico, tan dif¨ªcil ya de encontrar, en quien se fecundan mutuamente la actividad del estudioso perplejo ante un misterio natural con la del profesor que comunica no una ciencia fr¨ªa, aparentemente hecha, sino lo que realmente ella no puede dejar de ser, un proceso de acumulaci¨®n de experiencia social que avanza pero lleno de una inseguridad que solicita atenci¨®n y cr¨ªtica continuas. Me parece que este modo de vivir inmerso en el misterio natural y en contacto con el esfuerzo solidario por irlo paso a paso desentra?ando en provecho p¨²blico ha modelado uno de los modos de ser m¨¢s noble conocidos, el del cient¨ªfico experimental cl¨¢sico. De este tipo, en todo momento, en cada manifestaci¨®n de su vida, don Fernando Calvet daba el sonido m¨¢s inequ¨ªvoco, m¨¢s puro. En la celebraci¨®n de su octog¨¦simo aniversario se habl¨® por extenso de su labor concreta tan por encima de su reconocimiento acad¨¦mico y p¨²blico (*). Aqu¨ª deseo dar noticia de las cualidades de su personalidad que m¨¢s emocionadamente destacan en mi recuerdo.
Su sencillez y sinceridad con sus colaboradores, ante los que sin ninguna reserva mostraba los l¨ªmites de su conocimiento, su perplejidad. Eso y s¨®lo eso educa en la colaboraci¨®n sin reservas que es exigida por el trabajo cient¨ªfico creador, desmitifica la ciencia y la ofrece como una tarea asequible a una aplicada atenci¨®n. Sin ser ¨¦l consciente de ello, esa ingenua humildad constitu¨ªa la mejor base de su magisterio de investigador experimental; percib¨ªamos c¨®mo, apoyado en una muy organizada experiencia y guiado por su l¨²cida capacidad de orientaci¨®n, descubr¨ªa pronto un norte practicable. Su instinto de cient¨ªfico le hac¨ªa detenerse ante cuestiones de inter¨¦s real pero siempre eran, para ¨¦l, potencialmente resolubles.
Pensamiento y realidad
As¨ª, como segunda ense?anza, ve¨ªamos surgir el valor y, por as¨ª decirlo, el contenido concreto de una buena preparaci¨®n y el modo correcto de aplicarla en cada investigaci¨®n concreta. Le pod¨ªamos ver c¨®mo lenta, cautamente, distend¨ªa fuerzas entrenadas, recordaba conocimientos coordinables, buscaba expertamente en la literatura cient¨ªfica datos pertinentes y, en fin, consegu¨ªa plantear la cuesti¨®n tan confusamente entrevista en un experimento concreto capaz de resolver la dificultad.
Del pensamiento abstracto se hab¨ªa pasado a enfrentarse con la realidad concreta; y c¨®mo hacerlo con el apoyo de la experiencia social constitu¨ªa otra lecci¨®n inolvidable. Es un ejemplo su reflexi¨®n atenta del modo m¨¢s sencillo de proceder para, con la menor experimentaci¨®n, deducir conclusiones firmes, y su disfrute de idear aparatos conforme a fin, con esa belleza que imprime lo racional. Ese proceder "conforme al arte" que, extra?amente, es trascendible de unos problemas naturales a otros, y que exige, ante todo, educar la capacidad de observaci¨®n (me recuerdo imit¨¢ndolo en su actitud de contemplaci¨®n de un ma?ana antes de ser todav¨ªa yo capaz de observar por m¨ª nada).
Y, por ¨²ltimo, nos ense?aba c¨®mo devolver el pensamiento abstracto, ganado en unos meses de lucha con los fen¨®menos concretos, a entramarse en ese pensamiento social que nos hab¨ªa ayudado a adquirirlo.
Modelo de vida
Es dif¨ªcil que una nota necrol¨®gica d¨¦ una idea de un car¨¢cter tan verdadero y enterizo. A mi deuda profesional con el doctor Calvet iguala mi aprecio de su conducta moral, que lo constituye en un modelo de vida que urge recuperar. Me es inimaginable de joven buscando un maestro con ning¨²n otro motivo que el de contribuir a su formaci¨®n real. Ni nunca trabajando sino por el objetivo cient¨ªfico mismo. Ni conducir su equipo sino constituy¨¦ndolo en foco de orden en el que todos est¨¢bamos satisfechos produciendo en la medida de nuestra capacidad y ¨¦l. en conflicto con la irracionalidad dominante.
Escribo apesadumbrado por la p¨¦rdida irremplazable para m¨ª de su esp¨ªritu abiertamente acogedor y cr¨ªtico y recordando a su unida familia, a la que tanto aprecio y con la que viv¨ª a?os de esperanzada juventud.
Las intervenciones en este acto y datos de la biograf¨ªa y bibliograf¨ªa cient¨ªficas de don Fernando Calvet se recogen muy puntualmente en el n? 35/1984, dedicado a ¨¦l, del Bolet¨ªn de Informaci¨®n y Documentaci¨®n de Anthropos.
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