La URSS ahog¨® a Italia en el centro del campo
J. M. SIRVENT ENVIADO ESPECIAL
Calcio e amore, gritaban los seguidores italianos. So?aban con una noche de pasi¨®n desbordante y acabaron frustrado y casi humillados. Un f¨²tbol de laboratorio, carente de la picard¨ªa latina, pero tremendamente efectivo y pr¨¢ctico, les cerr¨® las puertas de la final. El pr¨®ximo s¨¢bado, en el estadio Ol¨ªmpico de M¨²nich, se volver¨¢n a enfrentar Holanda y la URSS.
Italianos y sovi¨¦ticos disputaron un partido de los denominados de pizarra, que tanto gustan a determinados t¨¦cnicos. Valeri Lobanovski, el entrenador de la URSS, se puso ante la mesa de disecci¨®n desde el instante mismo en que conoci¨® el nombre del rival. Estudi¨® todos sus movimientos y decidi¨® que la ¨²nica forma de desconcertar a Italia era ahog¨¢ndola en su mejor l¨ªnea. Y la verdad es que lo consigui¨®.
Lobanovski, al que se le conoce por La Esfinge debido a la actitud hier¨¢tica que adopta en el banquillo, encomend¨® a tan s¨®lo tres jugadores misiones defensivas, acumul¨® hasta seis en el centro del campo y dej¨® solo ante el peligro a Protasov, uno de los m¨¢s destacados de la Eurocopa y que ayer no pudo tener la ayuda de Belanov, que ni siquiera se sent¨® en el banquillo por culpa de una lesi¨®n.
Italia, que maneja el bal¨®n como los ¨¢ngeles en la zona ancha, se sinti¨® inc¨®moda ante el despliegue sovi¨¦tico y apenas pudo elaborar su juego habitual. Al ver lo que se le ven¨ªa encima, se escondi¨® en su concha con la esperanza de aprovechar un contraataque y sentenciar el encuentro. Parad¨®jicamente, dispuso de dos claras ocasiones, que desperdiciaron Vialli y Giannini, aunque este ¨²ltimo remat¨® perfectamente. Pero all¨ª estaba Dasaev para evitar lo que, indudablemente, no merec¨ªa el conjunto italiano.
Durante el descanso ya se hac¨ªan apuestas sobre la posibilidad de una pr¨®rroga. La mayor¨ªa de los comentarios giraban en tomo a la falta de inspiraci¨®n de los sovi¨¦ticos en los metros finales. Pero, al igual que en su encuentro frente a Holanda, la URSS resolvi¨® la situaci¨®n en dos r¨¢pidos contraataques que dejaron helados a los miles de tifosi empapados de agua desde hac¨ªa tiempo.
Con la precisi¨®n de una m¨¢quina de relojer¨ªa, la URSS, amparada en su poder¨ªo fisico, dio un aut¨¦ntico ba?o al equipo italiano, que se rompi¨® en mil pedazos porque est¨¢ construido para jugar a la contra y no para llevar la iniciativa.
De nada sirvi¨® la presencia del veterano Altobelli ni tampoco el cambio estrat¨¦gico de De Agostini, un centrocampista, por Mancini. La URSS control¨® el partido a la perfecci¨®n y levant¨® aplausos en los grader¨ªos. No era para menos. La apisonadora sovi¨¦tica planch¨® por completo al joven conjunto italiano.
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