Esperanzas de paz para Angola y Namibia
La segunda ronda de negociaciones cuatripartitas entre Sur¨¢frica, Angola, Cuba y EE UU para lograr un acuerdo de paz para el sur de Angola y la independencia de Namibia acab¨® el s¨¢bado en El Cairo con el establecimiento de una nueva cita para el pr¨®ximo 11 de julio en EE UU. Las cuatro partes se han manifestado satisfechas por los progresos logrados. Pero la paz depende de un dif¨ªcil juego de equilibrios que en todo momento amenazan con romperse.
Esperanzas de paz para Angola y su vecino Namibia brillaron en la estela de la cumbre de Mosc¨². Pero si observamos la situaci¨®n desde este lugar del mundo debemos hacerlo con grandes precauciones. La desconfianza y la hostilidad son tan profundas, que las buenas intenciones de las grandes potencias pueden verse frustradas. Desde el encuentro de Mosc¨², el empuje militar angole?o-cubano hacia el Sur, hasta cerca de la frontera de Namibia, ha aumentado las tensiones y ¨¦stas se han visto agravadas por la llegada de refuerzos cubanos al puerto angole?o de Namibia. Si no se consigue una paz r¨¢pida, habr¨¢ una escalada de la guerra.Los recientes pasos de paz han sido prolongados y en¨¦rgicos. En mayo hubo contactos importantes entre Sur¨¢frica, Angola y Cuba, y las recientes conversaciones entre Reagan y Gorbachov tuvieron a Angola y Namibia en un lugar preferente de su agenda de conflictos regionales en discusi¨®n. Posteriormente se manifest¨® un optimismo moderado sobre un tratado de paz que podr¨ªa ponerse en marcha para el pr¨®ximo 29 de septiembre, d¨¦cimo aniversario de la resoluci¨®n 435 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que estipula elecciones bajo supervisi¨®n internacional y la independencia de Namibia.
Una guerra impopular
Sin embargo, la resoluci¨®n 435 se aprob¨® hace una d¨¦cada, y la paz se ha mostrado evasiva. Namibia y Angola han llegado a estar tan entrelazadas, que Angola del Sur y Namibia del Norte forman virtualmente una sola zona de guerra. Los surafricanos est¨¢n perdiendo un peque?o aunque no insignificante n¨²mero de hombres y equipo mientras acosan a la UNITA de Jonas Savimbi en el sur de Angola con aviaci¨®n, tanques y ca?ones de largo alcance, y mientras prosiguen una guerra menos convencional contra la organizaci¨®n de la SWAPO en Namibia. Morir en suelo extranjero, en la guerra de otros, no es algo que resulte muy popular entre los surafricanos blancos.
Los rusos est¨¢n evidentemente ansiosos, especialmente despu¨¦s de la retirada de Afganist¨¢n, de evitar un cenagal angole?o que har¨ªa necesaria una fuerza militar y supondr¨ªa una ca¨ªda de prestigio contra los decididos surafricanos, en lo que, despu¨¦s de todo, no es sino un asunto marginal para Rusia. Pero parece que, en algunos aspectos, Cuba est¨¢ actuando independientemente de los rusos, y puede que en lo militar est¨¦n actuando algo m¨¢s duramente de lo que le gustar¨ªa al Kremlin.
Los cubanos en suelo africano son una preocupaci¨®n obvia para los americanos. Especialmente, en el a?o de las elecciones presidenciales existen dividendos pol¨ªticos para la Administraci¨®n republicana si volvieran a La Habana dentro de un acuerdo de paz regional.
En cualquier momento del duro camino hacia la paz negociada, cualquiera de las partes envueltas en el conflicto -Sur¨¢frica, SWAPO, UNITA, el Gobierno angole?o o Cuba- podr¨ªa sabotear el proceso. Un ataque a¨¦reo o terrestre podr¨ªa arrojar por la ventana un plan de paz cuidadosamente negociado. Esta semana, la Prensa progubernamental de Ciudad del Cabo lleg¨® incluso a adelantar un llamamiento general de las fuerzas ciudadanas surafricanas para enfrentarse a los cubanos que han estado avanzando hacia el Sur. Un llamamiento general de este tipo ser¨ªa un hecho psicol¨®gico de la mayor envergadura para los surafricanos.
Mientras tanto, el ministerio surafricano de Asuntos Exteriores, en una estrategia notablemente distinta pero paralela a la postura proguerra de los militares, presiona con sus planes de conversaciones de paz, favoreciendo una capital africana como escenario de las mismas. Los surafricanos se sentir¨ªan m¨¢s c¨®modos si se reunieran con sus adversarios en suelo africano, pues existe una ventaja diplom¨¢tica en ser reconocidos por el continente como una potencia regional que resuelve los problemas de ?frica con los africanos, lejos de la interferencia de las grandes potencias.
Si se pueden tener en cuenta las especulaciones de los c¨ªrculos diplom¨¢ticos de Ciudad del Cabo, existen motivos para creer tambi¨¦n que Sur¨¢frica no tiene intenciones de establecer a Namibia sobre las bases estrictas de la resoluci¨®n 435, sino que preferir¨ªa alg¨²n otro arreglo que fuera aceptado por rusos y americanos (hay que resaltar que Mosc¨² se abstuvo en la votaci¨®n de la 435) y por los Gobiernos africanos clave. Un arreglo que no fuera la 435 conducir¨ªa a un Gobierno mayoritario en Namibia, posible mente con un fuerte componente SWAPO, pero la intenci¨®n de los surafricanos ser¨ªa que ¨¦ste no se hiciera con el poder, como ocurrir¨ªa indudablemente en unas elecciones celebradas con las condiciones de la resoluci¨®n 435 Esto har¨ªa m¨¢s digerible la independencia de Namibia para los surafricanos blancos y frenar¨ªa a la derecha en su descr¨¦dito del Gobierno por haber vendido Namibia al comunismo. C¨®mo se formular¨ªa y llevar¨ªa a cabo este plan fuera de la 435 es algo que est¨¢ por ver.
Los deseos de Pretoria
Se dice que a algunos surafricanos influyentes les gustar¨ªa que el problema angole?o y de Namibia se separara de nuevo una vez que se solucione la retirada de las tropas. En primer lugar, y el m¨¢s importante, la guerra de Angola terminar¨ªa, con los cubanos fuera y el advenimiento de un Gobierno de coalici¨®n que incluyera a Savimbi, en Luanda. La idea ser¨ªa que Savimbi se hiciera con el control efectivo del Sur, lo que debilitar¨ªa al SWAPO considerablemente y reducir¨ªa la influencia de esa organizaci¨®n en unas posteriores elecciones en Namibia. Desde el punto de vista de Pretoria, una coalici¨®n en Luanda ser¨ªa menos estable y, obviamente m¨¢s amistosa que el actual Gobierno de tendencia marxista, as¨ª que aqu¨ª tambi¨¦n habr¨ªa una ganancia. El Congreso Nacional Africano (ANC), adem¨¢s, tendr¨ªa dificultades para utilizar Angola como plataforma para sus actividades contra Sur¨¢frica.
Sin embargo, un tropiezo constante para los movimientos de paz es la influencia de los militares en Sur¨¢frica, especialmente en la cuesti¨®n cr¨ªtica de una retirada progresiva de las tropas cubanas y surafricanas de Angola y, por supuesto, de Namibia. El presidente P. W. Botha cuenta demasiado con sus asesores de defensa para el Gobierno del pa¨ªs y la direcci¨®n de la diplomacia. Los militares no conf¨ªan en la prometida retirada cubana. De hecho, los militares desconf¨ªan de todos los comunistas, y esto hace que sea dificil Regar a un acuerdo.
La reciente incursi¨®n hacia el Sur de las fuerzas angole?as y cubanas confirma las sospechas de los militares surafricanos.
En su momento pareci¨® que ganar m¨¢s suelo negociable y prestigio era una t¨¢ctica negociadora m¨¢s interesante que una amenaza militar seria contra los intereses surafricanos. Sin embargo, una base a¨¦rea cubanoangole?a justo al norte de la frontera de Namibia, que el presidente Fidel Castro ha anunciado que se est¨¢ construyendo, podr¨ªa incrementar mucho las tensiones y postergar el proceso pacificador.
El presidente Botha, que ya es septuagenario y estar¨¢ en el poder durante una d¨¦cada, puede, por supuesto, desechar a los halcones de Defensa, pero tambi¨¦n debe tener en cuenta la situaci¨®n del Partido Nacional en la pol¨ªtica blanca surafricana. Se enfrenta a dif¨ªciles batallas contra el derechista Partido Conservador en las elecciones locales del pr¨®ximo octubre, y ser¨¢ atacado sin piedad si la promarxista SWAPO se ve m¨¢s cerca del poder como parte del acuerdo.
Estos factores podr¨ªan incluso retrasar un acuerdo hasta el pr¨®ximo octubre, y le har¨ªa apostar duro para que ¨¦ste no se hiciera sobre la base de la 435, como hemos indicado m¨¢s arriba. Pero, para obtener el benepl¨¢cito internacional, tal plan tendr¨ªa que ir mucho m¨¢s lejos que la actual idea del Partido Nacional de concertar la independencia con la sola cooperaci¨®n de los partidos pol¨ªticos interiores.
A pesar de todo, el Gobierno surafricano, con la excepci¨®n de sus halcones militares, parece m¨¢s ansioso de llegar a un acuerdo que en cualquier otro momento desde 1978. Esto podr¨ªa encajar felizmente con el otro factor importante: el deseo de los rusos de salir airosos de un Vietnam africano en potencia.
Un triunfo para todos
Como dice una fuente surafricana, todas las partes tienen que ser capaces de razonar que un acuerdo conviene a sus propios interese para que ¨¦ste funcione. Todos deben quedar como vencedores o, por lo menos, no como perdedores. ?Se sentir¨¢n satisfechos los cubanos con una compensaci¨®n de guerra y una retirada honorable? ?Dejar¨¢n los angole?os que el astuto Savimbi forme parte de una coalici¨®n en Luanda? ?Aceptar¨¢ la SWAPO un acuerdo que podr¨ªa ir contra sus intereses? ?Lo har¨ªa el ANC?
La paz es un mandato supremo. Pero, si no est¨¢ bien establecida, habr¨¢ una escalada de la guerra convencional en Angola, continuar¨¢n los bombardeos al otro lado de la frontera por parte de los surafricanos (e incluso peligrosas incursiones de los cubanos en Namibia); habr¨¢ una mayor participaci¨®n del poder militar; no habr¨¢ independencia efectiva para Namibia, sino guerra de guerrillas continuada que agotar¨¢ al pa¨ªs social y econ¨®micamente, y Sur¨¢frica perder¨¢ m¨¢s j¨®venes en una guerra extranjera que no puede ganar. Bajar¨¢ el nivel de vida para todos en esta regi¨®n de ?frica potencialmente muy rica.
es el anterior director del peri¨®dico Cape Times, que obtuvo la Pluma de Oro de la Libertad de la Federaci¨®n Internacional de Editores de Peri¨®dicos en 1986, y ahora trabaja como periodista independiente desde Ciudad del Cabo.
Traducci¨®n: Isabel Cardona.
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