La consulta chilena
DESPU?S DE muchas dificultades, de incontables discusiones y ex¨¢menes de conciencia, la oposici¨®n chilena ha decidido participar en el "plebiscito presidencial" que debe celebrarse en torno al fin de este a?o con una plataforma un¨¢nime: el no a la continuaci¨®n del r¨¦gimen militar por otros ocho a?os. Es un acuerdo que debe ser considerado hist¨®rico. Al decidirse a participar en el proceso electoral, los opositores chilenos se han inclinado por el menor de dos males: no participar y quedarse fuera del juego o participar y aceptar los resultados de una votaci¨®n que muy bien podr¨ªa resultarles desfavorable. Han demostrado tener arrojo pol¨ªtico. Ahora les queda por comprobar si la apuesta les acaba siendo favorable. Es dificil porque, para ello, van a necesitar que el Gobierno de Pinochet aplique las reglas del juego con un m¨ªnimo de limpieza. La oposici¨®n concurre al plebiscito en situaci¨®n de clara inferioridad, tanto respecto de la campa?a como respecto de la votaci¨®n.Los ¨²ltimos sondeos indican que, en este momento, las intenciones de voto son aproximadamente un 40% negativas y un 30% positivas. El 30% restante est¨¢ indeciso y tiene la llave del resultado final. Su comportamiento est¨¢ en funci¨®n de lo que le alarme la alternativa al poder de Pinochet y de lo que crezca el n¨²mero de votantes censados. La oposici¨®n celebra con j¨²bilo haber sobrepasado la cifra de seis millones de inscritos en un censo cuyo acceso es un camino sembrado de trabas administrativas. Por otra parte, para calmar los temores de un sector indeciso, el Partido Socialista renovado y la Democracia Cristiana piensan en la posibilidad de ofrecer, antes del refer¨¦ndum, un programa de gobierno muy moderado que pudiera ser esgrimido en la eventualidad de una victoria; al mismo tiempo, ya anuncian, para ese supuesto, una negociaci¨®n con el Ej¨¦rcito para demostrar que, si gana el antipinochetismo, el pa¨ªs no tiene por qu¨¦ sumirse en el caos, viejo argumento que utilizan siempre las dictaduras. Razonablemente, socialistas y democristianos preconizan una v¨ªa pac¨ªfica para la transici¨®n. Por su parte, siendo menos acomodaticio, el Partido Comunista, que se sum¨® recientemente a la opci¨®n del no, defiende la necesidad de lanzarse a la calle" en el supuesto de una victoria o de un resultado disputado.
El general Pinochet, que en 1980 se hab¨ªa comprometido a no ser candidato a la presidencia en 1989, va a quebrantar su promesa. Si tan seguro est¨¢ de vencer a una oposici¨®n que, seg¨²n ¨¦l, apenas "representa a ocho manzanas" del centro de Santiago, lo menos que se le puede pedir es que d¨¦ oportunidades al juego democr¨¢tico de que tanto alardea. No puede aceptarse una campa?a electoral en la que Pinochet, su Gobierno y el Ej¨¦rcito disponen de todos los medios de presi¨®n, publicidad y propaganda, al tiempo que la oposici¨®n tiene que actuar en un. pa¨ªs con estado de emergencia, n¨²entras se le niega el acceso igualitario a la televisi¨®n nacional o no puede colocar en las calles una publicidad que arrancar¨¢n por las noches escuadrillas militares o paramilitares.
Es bueno que, en el momento de la celebraci¨®n del refer¨¦ndum, haya en Chile observadores extranjeros. S¨®lo ellos ser¨ªan capaces de garantizar la seriedad del acontecimiento sin que sea necesario acudir al orgullo nacional ofendido para impedirlo. Dicho lo cual, Pinochet puede ganar. Tambi¨¦n puede hacerlo la oposici¨®n ahora unida. Tambi¨¦n pueden reclamar ambos la victoria. La ¨²nica forma de evitar la peligrosa confusi¨®n resultante ser¨ªa la de embarcarse en un proceso que no ofrezca dudas sobre su limpieza.
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