Francia, en estado de monarqu¨ªa constitucional
El resultado de las cuatro elecciones que Francia ha conocido en siete semanas (dos vueltas presidenciales, despu¨¦s dos vueltas legislativas) no es tan malo como se dice. La triunfal victoria de Fran?ois Mitterrand y el semidescalabro de los diputados socialistas no son contradictorios. La Asamblea Nacional no es ingobernable. El presidente no depende ni de los comunistas ni de los centristas. Desde luego, a primera vista, parece ins¨®lito que los ciudadanos hayan reinvestido a ¨¦ste tras un resultado muy elevado (54% de los votos) y que ellos no hayan concedido a su partido la mayor¨ªa parlamentaria que todos los sondeos anunciaban y que hab¨ªa obtenido en 1981 en las mismas circunstancias (disoluci¨®n por el jefe del Estado al d¨ªa siguiente de la victoria).Pero un examen m¨¢s atento nos muestra la l¨®gica profunda que une estos resultados. El total de los sufragios de izquierda es exactamente el mismo en la primera vuelta de las dos elecciones: un poco menos del 50%. En la segunda vuelta de las presidenciales, la popularidad de Fran?ois Mitterrand ha conseguido cerca de cinco puntos m¨¢s, Pero no los ha recuperado en la segunda vuelta de las legislativas porque al reclamar una apertura hacia un centro impreciso y al criticar el Gobierno de un solo partido ha enmara?ado la imagen del suyo y ha arrojado en junio a la abstenci¨®n a una parte de los que le eligieron en mayo.
Con 276 diputados de un total de 577, el partido socialista estar¨ªa en una posici¨®n inc¨®moda en la mayor parte de los Parlamentos europeos. Para hacer votar sus proyectos de ley y para evitar un voto de censura necesitar¨ªa encontrar en la izquierda o en la derecha los 13 votos que le separan de la mayor¨ªa absoluta. Y tendr¨ªa que pagarlos caro. Pero la Constituci¨®n francesa coloca en una posici¨®n mucho m¨¢s confortable a un partido que dispone de una mayor¨ªa relativa frente a una oposici¨®n dividida en dos fracciones extremas. En teor¨ªa, la suma de 276 socialistas y de 271 elegidos de la derecha puede permitir que se eche abajo o que se paralice a un Gobierno. Pero esta conclusi¨®n no puede hacerse en la oscuridad de los votos secretos o en la neblina de las abstenciones y de las ausencias como se practica en otros lugares.
En Francia un Gobierno s¨®lo puede ser derrocado por una moci¨®n de censura propuesta por al menos la d¨¦cima parte de los diputados y votada por la mayor¨ªa absoluta de los miembros de la Asamblea, presentes o ausentes, votantes o abstencionistas. Y "s¨®lo son censados de nuevo los votos favorables a la moci¨®n de censura" (art¨ªculo 49 de la Constituci¨®n), de modo que las ausencias y las abstenciones se contabilizan en favor del Gobierno. Los 289 votos as¨ª requeridos s¨®lo podr¨ªan ser reunidos si los comunistas (demasiado poco numerosos para plantear una moci¨®n de censura) votaran abiertamente una moci¨®n planteada por la derecha. Pero tal comportamiento del partido no ser¨ªa aceptado por sus electores. A menos que se produzca un error excepcional, un Gobierno administrado s¨®lo por los socialistas no es derrocable. Su duraci¨®n est¨¢ tan asegurada que conservar¨¢ la confianza presidencial. La Constituci¨®n le permite tambi¨¦n hacer adoptar sus proyectos de ley mediante el mecanismo del famoso art¨ªculo 49-3. Si deposita la confianza sobre un texto legal, ¨¦ste ser¨¢ considerado como aceptado si no se plantea ninguna moci¨®n de censura en 48 horas o si ninguna moci¨®n de las planteadas obtiene los fat¨ªdicos 289 votos en las condiciones precedentes. De esta forma, el primer ministro Michel Rocard no tiene necesidad ni de los comunistas ni de los centristas para llevar a cabo su programa. Puede aplicarlo esgrimiendo el art¨ªculo 49-3, que tambi¨¦n ha sido profusamente utilizado por la mayor parte de sus predecesores, especialmente por Jacques Chirac y Raymond Barre.
Este procedimiento es aplicable incluso a las leyes que habilitan para tomar ordenanzas, es decir, a aquellos decretos gubernamentales que tengan el poder de modificar las leyes. De esta forma fue utilizado por el primer ministro Pompidou despu¨¦s de las elecciones legislativas de 1967, que s¨®lo hab¨ªan otorgado a los gaullistas una d¨¦bil mayor¨ªa: la seguridad social fue modificada por este mecanismo. Sin embargo, el art¨ªculo 49-3 no es aplicable a la ley de finanzas. Pero el Gobierno dispone para ¨¦sta de un arma todav¨ªa m¨¢s eficaz: si no se vota el proyecto de presupuesto 66 d¨ªas despu¨¦s de su promulgaci¨®n, sus disposiciones pueden entrar en vigor por ordenanza. El Gobierno de Michel Rocard tiene los medios constitucionales para perdurar y decidir a pesar de la debilidad de su mayor¨ªa parlamentaria. No est¨¢ a expensas de los comunistas ni de los centristas. Puede conservar y ejercer el poder sin ellos.
Sin duda, la prudencia pol¨ªtica empuja al presidente de la Rep¨²blica a ampliar la base parlamentaria de sus ministros. Ha sido elegido en base a este aspecto que no ha dejado de replantearse desde su victoria del 8 de mayo. Los sondeos muestran que dos tercios de los franceses desean un Gobierno que se apoye a la vez sobre los socialistas y los centristas. Estos ¨²ltimos acaban de formar un grupo aut¨®nomo en la Asamblea Nacional bajo el influjo de Raymond Barre, que no ha descartado la idea de semejante alianza, ni siquiera la de conducirla como primer ministro. Igualmente se contempla una coalici¨®n mucho m¨¢s amplia, que fue sugerida por Jean Lecanuet, presidente de la UDF (segundo gran partido de la antigua mayor¨ªa de derechas), durante la noche de las elecciones del 12 de junio: la uni¨®n nacional que asocie a todos los partidos (salvo al de Le Pen) para la construcci¨®n de Europa, tarea fundamental y dif¨ªcil que justificar¨ªa un consenso semejante. Los comunistas rechazar¨ªan una proposici¨®n de este tipo, pero, en cualquier caso, ¨¦sta plantear¨ªa un problema al RPR de Jacques Chirac.
De todas formas, se necesita tiempo para que se plantee una coalici¨®n a nivel de Gobierno. Pero, en lo sucesivo, los comun¨ªstas, los centristas y los chiraquianos se han declarado dispuestos a apoyar a machamartillo aquellos proyectos que les parezcan aceptables, incluso aunque queden alejados de sus objetivos particulares. Por tanto, se puede prever un juego de mayor¨ªas alternativas: los socialistas haciendo votar ciertas leyes a la extrema izquierda, otras a los centristas y otras a toda la derecha. Sin contar con las que se adopten mediante el procedimiento del art¨ªculo 49-3. De esta forma, se va a poner en pr¨¢ctica un tercer tipo de V Rep¨²blica: tras la monarqu¨ªa absoluta de 1982-1986 y de la cohabitaci¨®n 1986-1988, he aqu¨ª que se abre la era de la monarqu¨ªa constitucional. Decididamente, las instituciones gaullistas son tan notables por su ductilidad como por su eficacia.
Traducci¨®n: Daniel Sarasola.
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