Locos por el bingo
Adictos al juego crean en C¨®rdoba la primera asociaci¨®n espa?ola para su rehabilitaci¨®n
Un grupo de personas, todas ellas desesperadas por su adicci¨®n al juego del bingo y a las m¨¢quinas tragaperras, ha creado en C¨®rdoba la primera asociaci¨®n espa?ola dedicada a la rehabilitaci¨®n de adictos al juego. Esta asociaci¨®n cordobesa de jugadores de azar en rehabilitaci¨®n (Acojer) ha nacido en el seno de la asociaci¨®n de alcoh¨®licos rehabilitados (Acali) porque, seg¨²n los especialistas, ambas dependencias tienen una relaci¨®n.
Entre la adicci¨®n al alcohol y al juego hay mayor paralelismo del que podr¨ªa imaginarse. Seg¨²n Rom¨¢n Fern¨¢ndez, m¨¦dico que atiende a los enfermos afectados de ludopat¨ªa, "muchos de los alcoh¨®licos se refugian en el juego para salir de su dependencia, y viceversa".Esta asociaci¨®n cuenta con 45 miembros, que asisten con bastante frecuencia a sesiones de terapia de grupo para tratar de atajar un problema que les coarta su libertad. Son hombres y mujeres valientes que han decidido poner fin a su depedencia del juego. La mayor¨ªa se han arruinado, casi todos perdieron su trabajo, a otros les cost¨® la separaci¨®n matrimonial y, en el caso de Luciano G¨®mez Delgado, le condujo a intentar suicidarse ingiriendo 42 pastillas mezcladas con co?¨¢, despu¨¦s de estar nueve horas pegado a una m¨¢quina tragaperras dej¨¢ndose el dinero que ten¨ªa que haber ingresado en nombre de la empresa en que trabajaba.
Algunos de los enfermos de ludopat¨ªa -enfermedad mental que crea la depedencia del juego- relatan sus casos espeluznantes. No tienen el menor reparo en salir fotografiados en los peri¨®dicos y ni la menor verg¨¹enza tampoco para dar su nombre. Lo ¨²nico que les importa ahora es recuperar su dignidad perdida entre combinaciones de m¨¢quinas o junto a cartones de bingo. Despu¨¦s vendr¨¢ el intentar volver con sus antiguos amigos, a quienes tantas veces enga?aron para pedirles dinero prestado con toda clase de triqui?uelas, para perderlo luego en el juego.
Los miembros de esta asociaci¨®n animan a los adictos al juego a integrarse en grupos terap¨¦uticos para salir de la crisis, y tratan por todos los medios de que los familiares de los lud¨®patas "entiendan que junto a ellos tienen a un enfermo".
Deudas
A Antonio ?lvarez, que no quiere ser fotografiado "para que no me localicen ahora las personas a las que debo dinero, deudas que quiero saldar r¨¢pidamente", su afici¨®n al juego le cost¨® la c¨¢rcel y el divorcio de su mujer alicantina, que en innumerables ocasiones le pag¨® deudas adquiridas. Despu¨¦s de haber pasado por una posici¨®n econ¨®mica desahogada, Antonio ?lvarez est¨¢ en la ruina, vive con sus padres y no cuenta con ning¨²n ingreso. Su ¨²nico deseo ahora es vivir y recuperar a su mujer e hijo, a los que ha escrito para informales de esta decisi¨®n de curarse que ha tomado. Lleva mes y medio sin arrimarse a una m¨¢quina tragaperras. Ahora debe 400.000 pesetas a sus amigos y cuenta con antecedentes penales, al haber hecho un desfalco en la empresa en que trabajaba, dinero que emple¨® en el juego.Rafael Blanco Gonz¨¢lez, 37 a?os, sucumbi¨® en el alcohol y el juego. Lo primero le llev¨® a lo segundo. Perdi¨® su novia, que ahora ha vuelto a recuperar tras decidir no volver a jugar m¨¢s. Cobra el subsidio de desempleo despu¨¦s de haber gozado de un buen trabajo en una f¨¢brica de muebles, propiedad de su hermano. Su paga mensual la gastaba, antes de cobrarla, en las m¨¢quinas tragaperras. "Sacaba el premio y segu¨ªa jugando, siempre acompa?ado de un cubo de cerveza". Ha cogido dinero que no era suyo para jugar, y ment¨ªa a su familia dici¨¦ndole que hab¨ªa dejado el vicio cuando no era verdad. Hoy d¨ªa, Rafael Blasco parece un hombre feliz. Sonr¨ªe y ve la vida de otro color, y se ha metido de lleno en la lectura, su novia y sus amigos.
El caso de Agust¨ªn Santos Serrano, de 55 a?os, comenz¨® por problemas familiares. Pas¨® directamente al alcohol y las m¨¢quinas tragaperras. Al principio el juego le supuso una distracci¨®n, pero con el paso de los d¨ªas se convirti¨® en una obsesi¨®n. Trataba de recuperar lo que hab¨ªa perdido, mientras su mujer pagaba las deudas que hab¨ªa contra¨ªdo su marido. Sumido en una gran depresi¨®n, pens¨® quitarse la vida. El m¨¦todo que eligi¨® fue tirarse con el coche por un barranco, pero su mujer e hijos se lo impidieron. "Todav¨ªa se me pone la carne de gallina cuando me acuerdo", dice Santos.
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