Liderazgo y dinero
La aceleraci¨®n hist¨®rica en Espa?a es tan notable que est¨¢ desapareciendo con rapidez una parte de las coartadas ideol¨®gicas que serv¨ªan para suscribir las grandes operaciones de nuestro tiempo. Apenas existe el ritmo necesario para digerir lo que sucede en cada momento, pues inmediatamente una novedad sustituye a lo que nos ha dejado pasmados, aparentemente para un largo per¨ªodo.El paradigma de todo esto es la din¨¢mica avasalladora en el sector financiero. Todav¨ªa est¨¢bamos boquiabiertos ante la fusi¨®n del siglo -la de los bancos vascos-, cuando algo ins¨®lito ha vuelto a ocurrir: contra todo pron¨®stico (?hay alguien que se atreva a defender que ya predijo que esto pod¨ªa pasar?), las dos grandes entidades privadas de nuestro pa¨ªs, el Banco Central y el Espa?ol de Cr¨¦dito, han iniciado un complicad¨ªsimo proceso de concentraci¨®n, que dar¨¢ como resultado un nuevo n¨²mero uno en el ranking de las finanzas espa?olas.
La gran diferencia entre uno y otro caso es que n¨²entras en el primero la justificaci¨®n se estableci¨® en el campo de la eficacia -dos grandes bancos un¨ªan sus econom¨ªas de escala para competir en un ¨²nico mercado europeo a partir de 1992-, la integraci¨®n de Central y Banesto se est¨¢ planteando, de forma predominante, en t¨¦rminos de poder y de liderazgo. El presidente de Banesto, Mario Conde, ese hombre vehemente que cada vez que explica su concepci¨®n de la nueva cultura empresarial parece un jacobino de la Revoluci¨®n Francesa, lo ha dicho con claridad meridiana: si se llegan a fusionar otros, su entidad se hubiera quedado en el tramo mediano, y entonces, apaga y v¨¢monos para sus aspiraciones: ser el n¨²mero uno del uno. Desde el inicio se est¨¢n viendo las enormes dificultades que empedrar¨¢n la uni¨®n de dos mastodontes aquejados de falta de rentabilidad.
El otro presidente, Alfonso Esc¨¢mez, ha sido consecuente con la norma nodular que un d¨ªa adopt¨® para siempre: que ¨¦l se ir¨ªa cuando le pareciese oportuno, sin aceptar las presiones de nadie, y que controlar¨ªa las aspiraciones de los accionistas no deseados. Es decir, que a la fuerza s¨®lo le sacar¨¢n de su despacho con los pies por delante. Un Esc¨¢mez tosco pero resistente, que ha dejado de lado lo de lo peque?o es hermoso y lo de m¨¢s vale solo que mal acompa?ado, que siempre defendi¨®. ?Cabe menor disfraz ni coartada m¨¢s m¨ªnima que las del poder y la gloria? Es la realidad en toda su pureza.
En todo este envite se est¨¢n apostando muchas cosas, algunas de ellas pegadas como una lapa al suelo de las pesetas. Los acontecimientos financieros, ?son movimientos de baile en las superestructuras o se trasladan de inmediato al terreno de la econom¨ªa real? Cuando De Benedetti intenta adquirir el control absoluto de la Sociedad General de B¨¦lgica, ?est¨¢ luchando por participar, por ejemplo, en las decisiones sobre los tipos de inter¨¦s belgas o por configurar el. futuro industrial europeo? El crash de octubre de 1987, ?afecta al nivel de demanda de las familias estadounidenses o es cosa, ¨²nicamente, de tiburones o grandes inversores? Las fusiones bancarias en Espa?a, ?no son, adem¨¢s de una guerra por la hegemon¨ªa empresarial, un gran combate financiero por los activos reales de este pa¨ªs?
Pero adem¨¢s, la fusi¨®n de Central y Banesto, tal y como se est¨¢ desvelando, dar¨¢ carta de naturaleza a unas reglas del juego, algunas de las cuales ya se ensayaron en el momento de la fallida OPA hostil del Bilbao sobre Banesto o en el de la concentraci¨®n vasca. En primer lugar, el rol del Gobierno en esta nueva etapa de reconversi¨®n bancaria; desde la neutralidad activa del Ejecutivo en la operaci¨®n de S¨¢nchez Asia¨ªn sobre L¨®pez de Letona y Mario Conde, hasta su intervenci¨®n permanente en el caso que nos ocupa. Sorprend¨ªa la pasividad inicial del Banco de Espa?a, tan atento en el pasado a cuanto pod¨ªa tener de espuria la din¨¢mica bancaria; en los ¨²ltimos d¨ªas, el gobernador, Mariano Rubio, ha desplegado su mayor influencia para limar asperezas en la fusi¨®n, quiz¨¢ estimulado por su nueva legitimidad -otorgada por Felipe Gonz¨¢lez- para seguir al frente de la instituci¨®n gendarme de la ortodoxia financiera durante cuatro a?os m¨¢s.
Otra norma impl¨ªcita a aclarar es la de si se pueden o no tomar decisiones significativas al margen de lo que opina la propiedad de las entidades. Cuando el Banco de Bilbao oper¨® sobre el Espa?ol de Cr¨¦dito, Mario Conde se elev¨® como el ave F¨¦nix sobre las cabezas de los Garnica, Oriol, Arg¨¹elles, Herrera, G¨®mez Acebo, etc¨¦tera, y reclam¨® sus derechos pol¨ªticos de primer accionista. Es decir, reivindic¨® el aut¨¦ntico esp¨ªritu del capitalismo. Los bancos vascos no tuvieron este problema, porque no existe en ellos un propietario perceptible y destacado sobre los dem¨¢s. Ahora se ha pretendido la gran antinomia, al intentar dejar de lado en la fusi¨®n a otro d¨²o novedoso, el formado por los Albertos (otro grupo en s¨ª mismo) y por KIO, que poseen nada menos que el 1351. del Central y una cantidad indeterminada de acciones del Banesto, en cualquier caso mayor que las que detentan otros consejeros hist¨®ricos. Albertos y KIO tambi¨¦n reclaman a codazos su cuota en el mercado de los poderosos.
M¨¢s a¨²n. En el protocolo de fusi¨®n de los dos primeros bancos del sistema financiero espa?ol se hace un especial hincapi¨¦ en la espa?olidad de la entidad resultante. Sorprendente filosof¨ªa para la Espa?a de nuestros d¨ªas, en la que todo est¨¢ en venta y en la que un comprador privilegiado ha sido el propio KIO; empezando por las acciones que, limpiamente, ofreci¨® el propio Esc¨¢mez al Estado kuwait¨ª, quiz¨¢ como parte de otra maniobra anterior para resistir al frente del Central, en momentos de acoso a su persona. Sorprendente tambi¨¦n para Mario Conde y Juan Abell¨®, que hicieron una gran parte de las plusval¨ªas, que luego utilizaron en quedarse con el banco, con la venta de uno de los pocos laboratorios espa?oles -Antibi¨®ticos, SA- a la multinacional italiana Montedison. A lo mejor es que un gran banco es pieza estrat¨¦gica, mientras que uno m¨¢s peque?o o un laboratorio farmac¨¦utico, no.
Todav¨ªa es pronto para vislumbrar el paisaje despu¨¦s de la batalla. El Banco Central Espa?ol de Cr¨¦dito, fruto de la uni¨®n, a¨²n no tiene cara ni cuerpo; es m¨¢s bien un deseo. Pero ya se han producido novedades dignas de resaltar; una de ellas, casi anecd¨®tica, pero cierta como la vida misma, se puede mencionar en clave de humor: el protagonista individual de las finanzas tiende a ser suplantado, al menos coyunturalmente, por el d¨²o. Van pasando los tiempos del gran banquero ¨²nico en su personalidad, y en su lugar florecen los conjuntos: los Conde-Abell¨®, los Albertos (Alberto Cortina y Alberto Alcocer), los S¨¢nchez Asia¨ªn-Toledo, los Conde-Esc¨¢mez, los Albertos-KIO, etc¨¦tera.
Lo m¨¢s significativo es, sin embargo, la dificultad para que una nueva clase empresarial se consolide como grupo. Con la meta del mercado ¨²nico europeo ha emergido a la superficie un conjunto de hombres de empresa, la mayor parte de ellos con muchos a?os de oficio, que tiende a sustituir a aquellos que fueron dominantes durante el franquismo y la transici¨®n pol¨ªtica. Adem¨¢s de ocupar un lugar equivalente en el proceso de producci¨®n, la caracter¨ªstica m¨¢s notable de todos ellos es que son propietarios de sus sociedades, no meros gestores de las mismas, como en el pasado. Esta clase est¨¢ padeciendo sus contradicciones -a veces de forma violenta- y tiende a recomponerse permanentemente, como una c¨¦lula, hasta que encuentre su configuraci¨®n definitiva, su organizaci¨®n y sus l¨ªderes indiscutibles. Desde este punto de vista, la contienda por el control del primer banco est¨¢ siendo una lucha fratricida, que enfrenta financiera y humanamente a quienes hasta ahora han sido aliados en la modernizaci¨®n emprendida por los empresarios en Espa?a; es una contienda por la hegemon¨ªa del grupo.
Los siete grandes de la banca, que Regaron a controlar cerca del 90% del sistema financiero y un porcentaje casi tan alto de la gran industria de este pa¨ªs, han experimentado tal convulsi¨®n, que han quedado irreconocibles como lobby. Queda por saber si la guerra de posiciones ha finalizado o si, en los pr¨®ximos meses, su poder se habr¨¢ concentrado m¨¢s y en manos de qui¨¦n. Qui¨¦n es el flautista de Hamelin: esto es lo que est¨¢ en juego.
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