Cielos limpios
DE AQUI a finales de siglo los pa¨ªses de la CE se han comprometido a rebajar sustancialmente los ¨ªndices de contaminaci¨®n atmosf¨¦rica mediante mejoras en los motores de los veh¨ªculos de menos de 1.400 cent¨ªmetros c¨²bicos de cilindrada y con la erradicaci¨®n de las lluvias ¨¢cidas provocadas por las centrales t¨¦rmicas. El acuerdo comunitario representa un importante paso adelante en el camino emprendido hace a?os para acabar con los efectos nocivos que sobre el medio ambiente producen los complejos industriales. La pol¨ªtica medioambiental de la CE tiene una s¨®lida base jur¨ªdica en el Acta ¨²nica y se ha concretado hasta ahora en numerosas directivas y en programas de acci¨®n obligatorios para los pa¨ªses miembros. El ¨²ltimo de ellos, dentro del cual se inscribe el reciente acuerdo, exige un requisito novedoso, y sin duda chocante, para los modos hasta no hace mucho al uso en la actividad econ¨®mica e industrial: la integraci¨®n de los aspectos medioambientales en las pol¨ªticas econ¨®micas, industriales, agr¨ªcolas y sociales desarrolladas tanto en la Comunidad como en sus pa¨ªses miembros.Ya nadie duda de que las medidas industriales de protecci¨®n del medio ambiente son un factor nada desde?able de crecimiento econ¨®mico y de generaci¨®n de empleo, pero sus costes a corto plazo son cuantiosos. No es de extra?ar por ello que cada pa¨ªs comunitario ajuste al l¨ªmite su contribuci¨®n al esfuerzo com¨²n, seg¨²n sea su implicaci¨®n en el problema y su capacidad econ¨®mica, t¨¦cnica y social para resolverlo. En el acuerdo que acaban de adoptar en Bruselas los ministros de Medio Ambiente de los doce, Espa?a ha hecho ver justamente sus diferencias en relaci¨®n con el objetivo igualatorio propuesto. Una de ellas es su escasa contribuci¨®n a los flujos transfronterizos de contaminantes tanto por su perif¨¦rica situaci¨®n geogr¨¢fica como por su meteorolog¨ªa. Por otra parte, el consumo el¨¦ctrico de Espa?a es un 30% inferior al consumo medio en Europa, por lo que la demanda en los pr¨®ximos a?os seguir¨¢ siendo importante, lo que exigir¨¢ la creaci¨®n de nuevas instalaciones. Finalmente, Espa?a no pod¨ªa pasar por alto que la continuidad de las centrales t¨¦rmicas de carb¨®n es, hoy por hoy, insustituible para garantizar el empleo y unas condiciones m¨ªnimas de desarrollo econ¨®n?co en determinadas zonas deprimidas del pa¨ªs.
Los socios europeos de Espa?a han tenido en cuenta estos elementos, y as¨ª nuestro pa¨ªs ha consegu¨ªdo plazos m¨¢s amplios y porcentajes menores en la reducci¨®n de los gases contaminantes. Las emisiones de di¨®xido de azufre de las 33 centrales t¨¦rmicas en ft¨ªncionamiento ir¨¢n evolucionando de tal forma que, tomando como referencia las del a?o 1987, deber¨¢n reducirse en un 30% en 1993 y en un 51 % en el a?o 2002. En cuanto a las nuevas centrales energ¨¦ticas, Espa?a se ha comprometido a desulfurar las emisiones de los carbones empleados en la combusti¨®n en un 60%, cuando el porcentaje global fijado ha sido el 90%, con el fin de que su contaminaci¨®n sea cinco veces menor que la que producen las actuales. En total, el coste para Espa?a a lo largo de los pr¨®ximos 15 a?os va a representar cerca de 300.000 millones de pesetas, es decir, un 40% del que conten¨ªa la propuesta inicial de la Comisi¨®n Europea.
La comprensi¨®n comunitaria hacia los problemas de Espa?a ha sido evidente, aunque bien es cierto que entra dentro de la paciente labor de encaje de bolillos en que se ha convertido cualquier tipo de negociaci¨®n en la construcci¨®n europea. Porque, en realidad, lo importante no es el ritmo ni el tiempo -que cada pa¨ªs puede necesitar los suyos-, sino el firme compromiso de todos los socios en el cumplimiento de los acuerdos alcanzados. Y en este sentido Espa?a puede encontrarse con resistencias interiores que hagan dif¨ªcil la fiel observancia de los compromisos comunitarios. Ni los estamentos oficiales ni el pueblo espa?ol en su conjunto han desarrollado hasta fecha muy reciente una conciencia social a la altura del problema que representa la poluci¨®n del aire que respiran, de los r¨ªos, bosques, costas y mares litorales. Es de esperar que el desafio comunitario no s¨®lo ayude a cambiar las leyes, sino, lo que es m¨¢s arduo, las mentalidades.
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