La Ca?ada de la Muerte
La poblaci¨®n musulmana sigue hacinada en viviendas de barro levantadas en los suburbios melillenses
La Ca?ada de la Muerte es el principal y m¨¢s conflictivo suburbio de los musulmanes de Melilla, y los vecinos del sector cristiano nunca se adentran all¨ª por la noche. El colectivo ¨¢rabe se reparte tambi¨¦n en los barrios de los Cuernos, de Cabrerizas, Monte Mar¨ªa Cristina y Calvo Sotelo. Oficialmente, suman 17.040 personas pero seguramente son muchas m¨¢s. Los hay afortunados (unos 800) porque tienen un peque?o comercio. El resto sobrevive con empleos callejeros, vendiendo pescado o loter¨ªa. Por la noche vuelven al barrio, a su gueto de piedra y barro.
Mohamed tiene 57 a?os. Lleg¨® a Melilla en el a?o 1936 con un familiar que trabajaba como militar de infanter¨ªa de los que lucharon con Franco. Ya en esa fecha se estableci¨® con su madre en la Ca?ada de la Muerte. La casa es la misma de entonces, pero ahora tiene mujer y 13 hijos, los ¨²ltimos "unos gemelos de 40 d¨ªas". El cabeza de familia lleva "dos a?os sin dar ni golpe", seg¨²n sus propias palabras. Mohamed luce un bigote muy fino y va vestido de forma occidental. ?l y su mujer poseen documentaci¨®n, pero sus hijos, "los m¨¢s principales", no, seg¨²n dice.Al mayor de los v¨¢stagos lo detuvieron un d¨ªa que iba borracho. Su padre dice que le retiraron la documentaci¨®n y que desde entonces est¨¢ sin carn¨¦s. "Si lo detienen", a?ade, "lo ponen en la frontera". La conversaci¨®n fluye en una de las callejuelas de la Ca?ada de la Muerte. Las mujeres tiran fuera de casa el agua que han utilizado para fregar, y un peque?o riachuelo baja por el camino inundado de ni?os des calzos y mal vestidos.
Tomates y alcachofas
De cuando en cuando pasa por el camino alg¨²n burro cargado de tomates y alcachofas para la venta. Los seguidores de Al¨¢ cr¨ªan corderos en sus casas y los tienen atados a la puerta. La Ca?ada de la Muerte es por fuera como la casbah de cualquier ciudad ¨¢rabe. Calles estrechas, viviendas de barro y madera pintadas de blanco o de colores llamativos, ning¨²n servicio; antenas de televisi¨®n en los tejados y suciedad y hacinamiento.
Mohamed es un hombre esc¨¦ptico. Conoce los nombres del Rey, del presidente del Gobierno y de los ministros, pero no piensa votar a ning¨²n partido cristiano: "No quiero que me vuelvan a enga?ar. Ofrecen mucho y luego dan poco", dice con una sonrisa de disculpa. La familia vive en una casa m¨ªnima y se mantiene con lo que sacan los hijos m¨¢s peque?os de la venta de loter¨ªa Viven como los conejos.
Cerca de Mohamed reside una viuda que ni siquiera sabe la edad que tiene. Aparenta unos 70 a?os y est¨¢ haciendo la comida en un camping-gas. En la ¨²nica y diminuta habitaci¨®n de la casa se ven unas esterillas y muchas mantas. El habit¨¢culo est¨¢ pintado de rojo y verde. La puerta es un pedazo de tela y un trozo de madera. El techo lo forman ca?as y barro. Paga una pensi¨®n de 750 pesetas por el alquiler de la casa. La vivienda no tiene agua -la cogen de una fuente-, y los inquilinos hacen sus necesidades en el r¨ªo.
Por debajo del pa?uelo con el que se cubre la cabeza la anciana, se ve un pelo rojo te?ido con henna. En la palma de las manos tambi¨¦,n lleva henna, dice que "es bueno para curar las heridas". En la frente, la nariz y la barbilla muestira unos extra?os tatuajes que le grabaron cuando erajoven como distintivo de que estaba comprometida. Durante toda su vida trabaj¨® como criada. Ahora no percibe ninguna pensi¨®n. Su hijo descarga bultos, y su hija ejerce la misma profesi¨®n que tuvo su madre.
Tras los graves incidentes del a?o pasado entre los colectivos musulmanes y cristianos -en los que result¨® muerto Mohamed Haminu, de 41 a?os-, algunas cosas han empezado a cambiar. La hija de la anciana aprendi¨® que no se puede trabajar todo el d¨ªa en una casa por 5.000 pesetas al mes y unos huevos duros. Las mujeres del servicio dom¨¦stico quieren tener Seguridad Social y '20.000 pesetas. Sus reivinganar. dicaciones son un esc¨¢ndalo para algunas familias cristianas, pero otras lo han aceptado.
Tambi¨¦n han empezado a cambiar las viviendas de la Cafiada de la Muerte. De la nada, algunas familias han levantado chal¨¦s de dos plantas. El argumento de los musulmanes para explicar c¨®mo se ha conseguido el carribio de situaci¨®n es que "han pedido cr¨¦ditos, pero no a los bancos: a los vendedores de materiales".
El barrio, en el que viven unas 5.000 personas, est¨¢ considerado como uno de los puntos de venta de droga. Adem¨¢s del chocolate, en el poblado, situado frente al cuartel. de la Legi¨®n, se ejerce la prostituci¨®n. Los tendederos de la ropa est¨¢n delante de las casas, y entre la colada se ven numerosas prendas del uniforme de los novios de la muerte.
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