El desaf¨ªo de Ias rivalidades nacionales en la URSS
Los sovi¨¦ticos se preguntan si los sucesos del C¨¢ucaso favorecer¨¢n o perjudicar¨¢n a Gorbachov
Clavados cada noche delante de su televisor durante la IT conferencia nacional del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica (PCUS), los moscovitas apenas comenzaban a reanudar su vida nocturna habitual cuando un reportaje sobre Nagorno-Karabaj los congreg¨® de nuevo en masa frente a la peque?a pantalla. A partir de las nueve de la noche, en esta noche calurosa de principios del mes de julio, las calles se vaciaron r¨¢pidamente. Nadie quer¨ªa perderse las im¨¢genes de un acontecimiento sin precedente de la URSS: la huelga general de toda una regi¨®n que se prolongaba desde hac¨ªa semanas y que la conferencia del partido no hab¨ªa evocado en ning¨²n momento. Ya circulaban rumores de que los dirigentes armenios de esta regi¨®n iban a proclamar en el mes de julio su separaci¨®n de Azerbaiy¨¢n y de fusionarse a Armenia. De ah¨ª el enorme inter¨¦s por el reportaje-choque de una hora y media, sobriamente titulado Nagorno-Karabaj.Un gorbachoviano radical, delegado en la conferencia, nos hab¨ªa reunido a cinco de sus amigos en su casa para ver lo que pasaba exactamente en Stepanakert, capital de la regi¨®n en huelga. El equipo de la televisi¨®n sovi¨¦tica s¨®lo pudo entrar all¨ª despu¨¦s de haber sido controlado en una de las barreras que bloquean las v¨ªas de acceso. Pero la ciudad est¨¢ completamente en calma. Ning¨²n piquete de huelga delante de las f¨¢bricas o de las -oficinas paralizadas por el movimiento de los armenios. Los azeris, minoritarios en Stepanakert, se han marchado, voluntariamente o a la fuerza, y los reporteros van a buscarlos a su plaza fuerte de Chucha, a 12 kil¨®metros de distancia. Cada bando disfrutar¨¢ del mismo tiempo de palabra. Pero este di¨¢logo a distancia no hace sino poner en evidencia la pasi¨®n de unos y otros: en Chucha, los azeris quieren de forma un¨¢nime que Nagorno-Karabaj contin¨²e en el Azerbaiy¨¢n; en Stepanakert, los armenios piden que se incorpore a Armenia.
Un periodista quincuagenario interroga sin contemplaciones a los huelguistas de una administraci¨®n regional en la que todos los ordenadores han sido desconectados, y a los de una f¨¢brica textil igualmente paralizada. El periodista invoca el coste de la huelga para la econom¨ªa nacional, m¨¢s de 25 millones de rublos. Las respuestas: "Que nos den lo que queremos y reanudaremos el trabajo". Una obrera explica que tiene refugiada en su casa una familia armenia de siete personas que huyeron de Sumgait tras el pogromo del 29 de febrero. "Los responsables de este crimen deben ser juzgados aqu¨ª o en Mosc¨², y no en Bak¨², donde est¨¢n sus c¨®mplices azerbayanos", precisa sin levantar la voz. A principios del mes de julio, tras los enfrentamientos en Eriv¨¢n, en los que hubo dos muertos,. se decidi¨® trasladar el proceso de Sumgait a Mosc¨². Si esta reivindicaci¨®n de los armenios se hubiese satisfecho antes, probable mente las huelgas en Armenia no hubiesen adquirido la dimensi¨®n que tienen ahora.
Bandas de j¨®venes
Los j¨®venes de las dos nacionalidades, inscritos hasta no hace mucho en las mismas escuelas, formaban bandos aparte desde hace ya tiempo. ?Por qu¨¦? En Stepanakert y Chucha la respuesta es la misma: "Los otros no se mezclaban con nosotros, y de todas formas nosotros no ¨ªbamos a pedirles que viniesen". Es esa secuencia la que en nuestra mesa en Mosc¨² nos parece la m¨¢s terrible: viene a subrayar la amplitud de la fosa que divide a las dos comunidades.
Se ve a continuaci¨®n, en Stepanakert, bajo una fuerte lluvia, c¨®mo el audaz entrevistador plantea cuestiones muy directas a la directora adjunta de la escuela superior del partido. El lugar se distingue por su car¨¢cter suntuoso, y la se?ora, por su elegancia. Se parece muy poco a las obreras que hab¨ªamos visto hac¨ªa poco. Opuesta a la huelga, afirma haber hecho todo para impedirla: ha difundido un n¨²mero impresionante de libros, folletos y programas radiotelevisados sobre la amistad entre los pueblos. Pero el periodista insiste: "Usted dispon¨ªa de todos los medios de propaganda, y sin embargo la poblaci¨®n a quien sigue es a los adversarios de usted, aunque ¨¦stos no publiquen nada ni tengan acceso a la televisi¨®n. ?Como lo explica?". Mientras se ajusta su blusa, la interrogada concede: "Tal vez hemos cometido algunos errores".
Concluido el reportaje, la conversaci¨®n se anima en nuestra mesa. Se me explica que la directora adjunta encarna perfectamente tanto la inconsciencia del aparato, que trabaja en el vac¨ªo, como las dificultades que encuentra Gorbachov para adaptarlo a las necesidades de la perestroika.
"S¨®lo en el sector econ¨®nmico funcionarios como ella difunden cada a?o 100.000 millones de instrucciones de 24 p¨¢ginas cada una; es decir, un folleto por habitante cada d¨ªa. Nadie los lee, y el 90% de esta literatura va directamente al cesto. Eso cuesta mil veces m¨¢s que todas las huelgas de Nagorno-Karabaj y de Armenia".
Me dicen que la crisis de la Transcaucasia demuestra que el partido, siempre a remolque de los acontecimientos, no llega a influir sobre su curso. Se atiene a su propio calendario, y cuando decide, en octubre, abordar el problema de las nacionalidades, se encuentra ya desbordado por la urgencia de la crisis armenia.
Pero entonces, ?qu¨¦ hacer? La mesa se divide: uno teme que los conservadores aprovechen los sucesos de Armenia para bloquear-la democratizaci¨®n; otros afirman, por el contrario, que al revelar los peligros de las tensiones nacionalistas, esta crisis obligar¨¢ a Gorbachov a acelerar la revisi¨®n de la historia sovi¨¦tica, lo que permitir¨¢ dotar al partido de una doctrina asentada sobre la realidad de la sociedad.
Nuestro anfitri¨®n, el delegado, hab¨ªa preparado un discurso sobre este tema. Figurar¨¢, con los otros trescientos que no pudieron ser pronunciados en la gran sala del Kremlin.
En su opini¨®n, el partido, que quiere llevar a cabo unaperestroika revolucionaria, no puede actuar sin una teor¨ªa sobre la sociedad. Debe romper con la versi¨®n mistificadora del pasado, seg¨²n la cual la historia de la URSS estar¨ªa hecha, a partes iguales, por un gran impulso socialista de los trabajadores y por la criminal represi¨®n estalinista.
Se obstina en hacer creer que se tratar¨ªa de dos fen¨®menos paralelos independientes uno del otro, dice nuestro anfitri¨®n, cuando en realidad forman un todo. Un bloque compacto que ha determinado el car¨¢cter actual de la sociedad.
Diciendo esto, apenas se ofende a los Veteranos. ?Qui¨¦n puede creer, en efecto, que las generaciones que se sacrificaron por industrializar el pa¨ªs y por ganar la II Guerra Mundial deseaban llegar a la URSS de hoy, con su penuria y su corrupci¨®n? ?Por qu¨¦ extra?arse de que a causa de un resultado tan desmoralizador las gentes busquen su identidad en los mitos nacionalistas que desembocan f¨¢cilmente en lo irracional?
Para impedir que los sucesos de Transcaucalia no sean el principio de sean reacci¨®n en cadena incontrolable hay que retomar, seg¨²n nuestro anfitri¨®n, toda la historia de los ¨²ltimos 70 a?os y reconocer que la URSS no es socialista porque abandon¨®, en circunstancias determinadas y como consecuencia de opciones equivocadas, la vocaci¨®n libertaria de la Revoluci¨®n de Octubre. "Para saber d¨®nde se quiere ir hay que romper las prohibiciones que impiden saber de d¨®nde se viene. Sin esto", concluye, "triunfar¨¢n las ideas nacionalistas, como en Stepanakert y Chucha; y en Rusia se corre el riesgo de que sean mil veces m¨¢s peligrosas que en Transcaucasia".
Examen del pasado
Otro invitado, gran conocedor de Occidente, da la raz¨®n a nuestro anfitri¨®n, constatando, sin embargo, que en un pa¨ªs socialista el reexamen del pasado se hace raramente a partir de posiciones socialistas. De ah¨ª el crecimiento arrogante de la corriente nacionalista rusa, neoeslav¨®fila, tolerada en el partido e incluso alentada por ciertos dirigentes. Esc¨¦ptico, subraya que un partido comunista que llena de honores a un xen¨®fobo como Yuri Bondarev, fustigador de extranjeros y francmasones, o a un Piotr Proskurin, uno de los restauradores, bajo Breznev, de la ortodoxia posjruchoviana, no puede tener una coherencia doctrinal. "Proskurin acaba de ser condecorado con la estrella de oro de h¨¦roe de la URSS por cuando en 1969 se comprometi¨® en la escandalosa campa?a contra la direcci¨®n liberal de Noy Mir. Es como si Miterrand", contin¨²a ir¨®nicamente, "concediese este a?o a Michel Droit la gran cruz de la Legi¨®n de Honor. Aqu¨ª el lobby de los conservadores no solamente obtiene para los suyos las m¨¢s altas recompensas, sino que pretende reducir al silencio a los que les recuerdan sus siniestras haza?as en el per¨ªodo brezneviano". Sin embargo, nuestro interlocutor no es totalmente pesimista. Espera que la crisis de Transcaucasia incitar¨¢ a Gorbachov a bajar los humos a los nost¨¢lgicos de la Santa Rusia que act¨²an en el interior mismo del partido comunista. No se propone impedirles que se expresen -democratizaci¨®n obliga-, sino trazar una l¨ªnea de demarcaci¨®n muy n¨ªtida entre las ideas de la perestroika y las suyas, que se sit¨²an en las ant¨ªpodas del socialismo.
Al d¨ªa siguiente, en la redacci¨®n de Kommunist, situada, como debe ser, en la calle de Marx y Engels, vuelvo sobre el reportaje de Nagorno-Karabaj. Nuevamente misinterlocutores se dividen, reconociendo sin embargo que por el momento el conflicto en los caucasianos parece inextricable. Para calmar los ¨¢nimos, dice uno de los redactores, habr¨ªa que colocar a la disputada regi¨®n bajo la tutela del Soviet Supremo de la URSS.
"?Para hacer qu¨¦?", pregunta uno de sus colegas. ?Se puede uno oponer a la ola de nacionalismos cuando no se plantea siquiera el problema de los eslav¨®filos en el interior del partido?". En Francia todos ustedes son cat¨®licos", responde el primer redactor, "y esto no les impide militar en los partidos m¨¢s diversos. Aqu¨ª todo el mundo es comunista, pero cada uno defiende las ideas m¨¢s variadas". Los otros redactores encuentran esta comparaci¨®n m¨¢s bien audaz.
Para no ofrecerme el espect¨¢culo de una disputa demasiado violenta, el redactor progresista declara con autoridad: "El partido no es una iglesia; re¨²ne a gentes que se adhieren a su programa y que luchan por su realizaci¨®n. Los armenios, los azeris y, con mayor raz¨®n, los rusos no, pueden tener otras prioridades que las fijadas por la 19? Conferencia del PCUS". Los dem¨¢s callan. "Hace a?os que vengo denunciando las corrientes nacionalistas, las eslavas y las otras", me dice a modo de adi¨®s. Pero reconoce que le habr¨ªa gustado encontrar m¨¢s apoyo entre sus camaradas. Eso habr¨ªa permitido evitar, seg¨²n ¨¦l, la crisis de Transcaucasia y otras que amenazan con estallar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.